Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 52 Convicción y después... por Gustavo Marcelo Sala

 

Pesadillas de Zdzisław Beksiński ...


Una cosa es cambiar de opinión debido al reconocimiento de una idea o propuesta superadora y otra muy distinta es literalmente trasvasar ideas y comportamientos sin que medien razones ni argumentos racionales en donde el pensamiento haya tenido alguna cuota de protagonismo. 



Se me dirá: "Esta clase de tipos no se fijan en esos detalles, duermen bien y andan por la vida como si nada. En todo caso la salvan argumentando que tienen que comer, mantener a la familia y excusas similares. 

No obstante considero que la carga debe ser pesada. Por lo menos deberán asumir que traicionarse y en consecuencia traicionar tiene a la larga o a la corta el oneroso valor que la conciencia individual y social siempre suele facturar. 

En oportunidades cuando uno decide saltar el mostrador no siempre es acompañado. Hay algunos que prefieren seguir manteniendo cierta cuota de compromiso ético y moral, de modo que quién decide arriesgar sus principios deberá, por respeto a su propia historia, tener la hidalguía de entender a aquellos que lo observan, desde el “otro lado”, con dolor, bronca y desencanto.  

En definitiva no deja de ser una decisión de vida. Los traidores saben claramente lo que dejaron atrás, pero no es menos cierto que ellos también conocen perfectamente donde están en este momento y es allí en donde esa postura se pega un terrible palazo contra le pie, además de tener en claro que cuando menos hasta este momento la traición no ha vencido en este mundo pues es una actitud que sigue siendo despreciable, en tanto en su praxis activa como en su enunciado dialéctico. 

Todo muy lindo, pero los zurdos no nos dan de comer dijo el empresario... Curioso razonamiento para aquellos que hablan de pluralidad y demás cuestiones. Pluralidad en tanto y en cuanto el factor limitante dinero no meta la cola. Carlitos Abrevaya en el libro Medios Locos nos da una lección sobre el tema. Y el tipo, debido a una mala maniobra se dio de frente y a cien kilómetros por hora contra la ley de medios audiovisuales y el nudo esencial del asunto: la efectiva implementación del sistema. Y bueno tuvo que apechugar y aplicar la misma política de las corporaciones. 

Steven Speilberg sirve como ejemplo. El hombre se la saca a la derecha lobotomizada palurda de metamensaje naif y a los tilingos consumistas que habitan este mundo con tonteras comerciales y te produce con los recaudado la Lista de Schindler, El Imperio del Sol y El Color Púrpura dejándote con el culo repleto de preguntas de las que ni siquiera sospecharías. Pero algunos ni eso. Suman, suman, suman y no dejan de sumar en su galón de excusas llamada cuenta bancaria. 

¿Cuántos bienes estamos dispuestos a resignar por cuestiones éticas?

Complicado el asunto. La sociedad moderna nos presenta incisos poco menos que obligatorios tras el mascarón que encierra el concepto “calidad de vida”. El Oriental Eduardo Galeano afirmó que en la actualidad a la cantidad de cosas se la llama calidad de vida presentando una nebulosa en donde cualquier cosa entra en dicha definición, desde un Hospital público hasta un sistema de cloacas, desde un Barrio Cerrado hasta un programa de seguridad privado o un celular. Y siempre el sistema nos presentará insumos que provoquen nuestra cobarde victimización a fuerza de la obtención de permisos que mejoren nuestra “calidad de vida”. 

De todas formas esta cuestión no deja de representar al paisaje. Son nuestras defensas las que determinan las capacidades de resistencia y de ese modo no hacernos pelota a gran velocidad contra el muro de la traición. El precio para no ser garca no es lo mismo que tener valor y no serlo. El verdadero valor ético del individuo se percibe cuando la tentación del precio aparece en el marco de un medio social que nos trata de convencer, de modo constante, que existe una “calidad de vida” superior, y que la misma está al alcance de la billetera.

Hace un tiempo cuando Víctor Hugo Morales fundamentaba su irrevocable convicción en oposición al poder real en Argentina (corporaciones mediáticas y empresariales) cierto periodista, de modo inquisidor, le preguntaba por qué razón tomaba esa actitud contraria al sistema en el que estaba inmerso. Simple respondió el Oriental. “ El asumir y tener conciencia de que todos nos vamos a morir nos puede dar la chance de entender que somos demasiado efímeros en relación con la eternidad, y de ese modo dejar a un lado las soberbias e inútiles aspiraciones muy propias de todo aquel que sospecha ostentar cierto grado de poder, sobre todo mediático”. Y continuaba.. “Mis hijos sabrán qué hacer para defenderse en la vida, los he formado e informado para eso, de modo que no puedo ni debo utilizarlos como excusa para mis egoísmos y aspiraciones personales”...  Palabras más, palabras menos Víctor Hugo Morales estaba cacheteando conceptualmente a su liberal y obediente interlocutor, un tal Marcelo Longobardi. Hombre que por lo visto posteriormente poco y nada aprendió de aquel encuentro.

Así las cosas. Darwin nos expuso casi dramáticamente la teoría evolutiva, tesis que el humano tomó como propia y para sí. Individuos que no se adaptan al medio con el tiempo se extinguen. Primero son separados de la manada, luego se los invisibiliza, y una vez olvidados se los combate, desde el canibalismo hasta el eclipse final. El enorme biólogo fue tristemente bastardeado y sus ensayos constituyeron como plataforma lógica atemporal del ordenamiento económico dominante. La mano negra del mercado de Smith y Ricardo no es otra cosa que el armado del concreto mecanismo selectivo que impera en nuestra sociedad contemporánea. De ese modo el equilibrio de los mercados financieros y las urgencias mercantilistas le dan la razón a la nefasta tesis del teórico conservador Raúl Baglini, el creador de la lógica de la Democracia Tutelada, teniendo esta mayor entidad conceptual que la hambruna africana y las penurias latinoamericanas. Los zurdos y los crotos no nos dan de comer; el círculo cierra perfecto. Hasta la autodefinida progresía acepta con gusto los mecanismos de adaptabilidad y subsumisión impuestos por el poder.

De convicciones y utopías se trata. Sin embargo, esos menos, aún siendo los más fuertes, los que poseen las defensas éticas más altas serán los primeros en extinguirse debido al enorme poder que tristemente atesora el dominante y egoísta ordenamiento cultural contemporáneo. Algo de esto sucede por estos días, el exterminio de la imprescindible. Los fascistas españoles no derrotaron a los republicanos por mejores o porque tenían razón, ni en el campo intelectual ni en el campo de batalla, sino porque eran más y tenían mejor armamento.

 


*Gustavo Marcelo Sala. Escritor. Editor


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