Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 51 LA TEORÍA DE LA ESTUPIDEZ por DIETRICH BONHOEFFER
Pesadillas de Zdzisław Beksiński
Fuente: Bloghemia
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“Al conversar con él, uno siente virtualmente que no está tratando en
absoluto con una persona, sino con eslóganes, consignas y cosas por el estilo
que se han apoderado de él. Está bajo un hechizo, cegado, maltratado y abusado
en su propio ser.”
Dietrich Bonhoeffer.
Texto del teólogo y disidente
antinazi luterano alemán, Dietrich Bonhoeffer. Texto Publicado en ‘Después
de diez años’ en Letters and Papers from Prison (vol. 8) Minneapolis, MN:
Fortress Press, 2010.
Por: Dietrich Bonhoeffer
‘La estupidez es un enemigo más
peligroso del bien que la malicia. Uno puede protestar contra el mal; puede ser
expuesto y, si es necesario, impedido por el uso de la fuerza. El mal siempre
lleva dentro de sí el germen de su propia subversión en el sentido de que deja
en los seres humanos al menos una sensación de malestar. Contra la estupidez
estamos indefensos. Ni las protestas ni el uso de la fuerza logran nada aquí;
las razones caen en oídos sordos; simplemente no es necesario creer en los
hechos que contradicen el prejuicio de uno —en esos momentos la persona
estúpida incluso se vuelve crítica— y cuando los hechos son irrefutables
simplemente se los deja de lado como si fueran intrascendentes, como
incidentales. En todo esto, la persona estúpida, en contraste con la maliciosa,
está completamente satisfecha de sí misma y, al irritarse fácilmente, se vuelve
peligrosa al lanzarse al ataque. Por esta razón, se requiere mayor cautela que
con uno malicioso. Nunca más intentaremos persuadir al estúpido con razones, porque
es un sinsentido y peligroso.
‘Si queremos saber cómo sacar lo
mejor de la estupidez, debemos tratar de comprender su naturaleza. Esto es
cierto, que en esencia no es un defecto intelectual sino humano. Hay seres
humanos que son de un intelecto notablemente ágil pero estúpidos, y otros que
son intelectualmente bastante torpes pero todo menos estúpidos. Esto lo
descubrimos para nuestra sorpresa en situaciones particulares. La impresión que
se tiene no es tanto de que la estupidez sea un defecto congénito, sino de que,
en determinadas circunstancias, las personas se vuelven estúpidas o permiten
que esto les suceda. Observamos además que las personas que se han aislado de
los demás o que viven en soledad manifiestan este defecto con menos frecuencia
que los individuos o grupos de personas inclinadas o condenadas a la
sociabilidad. Y así parecería que la estupidez es quizás menos un problema
psicológico que sociológico. Es una forma particular del impacto de las
circunstancias históricas sobre los seres humanos, un concomitante psicológico
de ciertas condiciones externas. Si se observa más de cerca, se hace evidente
que cada fuerte ascenso del poder en la esfera pública, ya sea de carácter
político o religioso, infecta de estupidez a gran parte de la humanidad.
Incluso parecería que esto es virtualmente una ley sociológica-psicológica. El
poder de uno necesita la estupidez del otro. El proceso en juego aquí no es que
las capacidades humanas particulares, por ejemplo, el intelecto, de repente se
atrofien o fallen. En cambio, parece que bajo el impacto abrumador del poder en
ascenso, los humanos se ven privados de su independencia interna y, más o menos
conscientemente, renunciar a establecer una posición autónoma frente a las
circunstancias emergentes. El hecho de que el estúpido sea a menudo testarudo
no debe cegarnos ante el hecho de que no es independiente. Al conversar con él,
uno siente virtualmente que no está tratando en absoluto con una persona, sino
con eslóganes, consignas y cosas por el estilo que se han apoderado de él. Está
bajo un hechizo, cegado, maltratado y abusado en su propio ser. Habiéndose
convertido así en una herramienta sin sentido, la persona estúpida también será
capaz de cualquier mal y al mismo tiempo incapaz de ver que es el mal. Aquí es
donde acecha el peligro del mal uso diabólico, pues es éste el que puede
destruir de una vez por todas a los seres humanos. Al conversar con él, uno
siente virtualmente que no está tratando en absoluto con una persona, sino con
eslóganes, consignas y cosas por el estilo que se han apoderado de él. Está
bajo un hechizo, cegado, maltratado y abusado en su propio ser.
‘Sin embargo, en este mismo punto se
vuelve bastante claro que solo un acto de liberación, no de instrucción, puede
vencer la estupidez. Aquí debemos aceptar el hecho de que, en la mayoría de los
casos, una liberación interna genuina se vuelve posible solo cuando la ha
precedido una liberación externa. Hasta entonces debemos abandonar todo intento
de convencer al estúpido. Este estado de cosas explica por qué en tales
circunstancias nuestros intentos de saber qué piensa realmente ‘la gente’ son
en vano y por qué, en estas circunstancias, esta pregunta es tan irrelevante
para la persona que está pensando y actuando responsablemente. La palabra de la
Biblia de que el temor de Dios es el principio de la sabiduría declara que la
liberación interior del ser humano para vivir la vida responsable ante Dios es
el único camino genuino para vencer la estupidez.
‘Pero estos pensamientos sobre la
estupidez también ofrecen consuelo en que nos prohíben rotundamente considerar
a la mayoría de las personas como estúpidas en todas las circunstancias.
Realmente dependerá de si los que están en el poder esperan más de la estupidez
de la gente que de su independencia interior y sabiduría.’
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