Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 51 Recuerdos de Fogones … Syd Barret.. por Javier M. Miró
Pesadillas de Beksinski... y las de Syd
Hoy se acerca al fogón el loco, el diamante,
el que inventó la psicodelia, el que deambuló por los pasillos de los estudios
Abbey durante la grabación de “Deseo que estuvieras aquí”
Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó: -Miren! ¡Es un loco! Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité: -¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!
EL LOCO
(1918)
IBRÁN KHALIL
GIBRÁN
En el otoño de 1967 se dirigieron en
autobús en un paquete turístico británico con Hendrix y otros tocando dos sets
por noche durante tres semanas, Syd Barrett apenas podía mantenerse unos
minutos deambulando por el escenario sin poder tocar o cantar. Los Floyd
siguieron la gira aun sin sus apariciones erráticas hasta Navidad de ese año,
mientras que los otros tres miembros de la banda tramaron un plan: le pedirían
a David Gilmour que se uniera al grupo para cubrir la guitarra principal y la
voz, mientras que su colega enfermo podía hacer lo que quisiera, siempre y
cuando estuviera en el escenario.
El día del quinto concierto de Enero de 1968,
los demás conducían hacia el sur desde el centro de Londres. Mientras
conducían, uno de ellos, nadie recuerda quién, preguntó:
-
¿Recogeremos a Syd?
-
A la
mierda", dijeron los demás. No nos molestemos.
Barrett, que probablemente no se dio cuenta
esa noche, nunca volvería a trabajar con la banda que había creado a su imagen.
La ambición y los deseos de continuar con la banda habían superado la paciencia y la amistad por Syd, era entendible que unos jóvenes no podían manejar una situación de un enfermo psiquiátrico, pero una parte de ellos quedó sumergida en la culpa y el remordimiento. Hasta ahí la versión oficial de los hechos.
Su amigo Duggie Fields con el que
alquilaba un pequeño apartamento en el suburbio de Earls Courts recuerda en una
entrevista para el periodista Abelardo Roldan Leroux de la revista
especializada “Psicodelia y Gastronia Bretona” su versión de los hechos de esa
tarde tan triste.
Syd, vestido con su viejo uniforme de la
escuela de arte de Cambridge, deambulaba por el pasto del escueto jardín del
que separaba el frente del edificio con la vereda y la avenida Flint.
-
El lunático está
en el pasto, el lunático
está en el pasto recordando juegos, guirnaldas y risas - repetía entre dientes
-
Llevaba el estuche vacío de su guitarra de un
rincón al otro del verde cuadrilátero.
-
Syd - Le grite
con frustración, ven para adentro que se está haciendo de noche.
-
No entiendes… el
minibús con los muchachos llegará de un momento a otro. Vamos a tocar en el
College donde estudiamos. Me pregunto si ella atenderá al concierto.
-
¿Quién es ella,
Syd?
-
Gala. ¿Dónde estás
ahora sauce dulce que sonreías en esta hoja? Cuando yo estaba solo, tú me prometiste
la piedra de tu corazón.
Ya muy tarde cerca de la medianoche lo vi
entrar frío pálido, empapado por la llovizna lo vi entrar desorientado
murmurando
–
Bueno quizás el
show se ha suspendido por mal tiempo. Si la banda en la que estás empieza a tocar
melodías distintas nos vemos en el lado oscuro de la luna. Continuó con un
extraño tarareo mientras reía su risa alienada.
Cuando murió Syd Barret, fundador y líder de
Pink Floyd, el 7 de julio del año 2006, su hermana se encontró con que en la
cuenta de Roger - su verdadero nombre - había algo más de dos millones de
euros. Una cuenta inmaculada de años y años engordada por el dinero que le
ingresaba periódicamente proveniente de derechos de autor y venta de discos de
Pink Floyd. Dave Gilmour siempre se preocupó de que le ingresara el dinero.
Todo ese dinero fue a parar, finalmente, a sus dos hermanas. Oficialmente
Barret había muerto a causa de un cáncer de páncreas.
Y lo que es peor, desde que lo echaron de Pink
Floyd, de su propio grupo, en abril de 1968, sufría de esquizofrenia perpetua,
provocada por su adicción al LSD, a lo que se sumaba un desorden bipolar y un
espectro de autismo. El caso Barret es uno de los más estudiados en el mundo de
la esquizofrenia.
Syd Barret vivía como un ermitaño en su
ciudad, en Cambridge. Se movía en bicicleta, con una especie de cesta, tal como
describía en su genial y surrealista tema “Bike”. Al final, parece que
intentaba escribir un libro. Esa era la vida de un genio que se volvió loco.
Así de simple. El fundador de Pink Floyd, el creador de obras maestras
absolutas como “Arnold Layne”, “See Emily Play” e “Interstellar overdrive”.
“Emily lo
intenta, pero malinterpreta, ah ooh
A menudo se
inclina a pedir prestados los sueños de alguien hasta mañana.
Mira jugar a
Emily”
El también inventó el sonido de Pink Floyd. Hasta
el nombre, tomado como broma surrealista, basado en los nombres de dos músicos
de blues no muy conocidos: Pink Anderson y Floyd Council. Syd fue tan
vanguardista y revolucionario que aún está por conocer el nuevo genio que pueda
superarle en su propia astronomía de la esquizofrenia.
“Lima y verde límpido, una segunda escena
Una pelea entre el azul que una vez conociste.
Flotando hacia abajo, el sonido resuena
Alrededor de las aguas heladas subterráneas.
Júpiter y Saturno, Oberón, Miranda y Titania.”
Al parecer ese 5 de junio de 1975 fue el
último día que los cuatro Pink Floyd pudieron ver a Syd Barret. Floyd estaban
grabando “Whish you were here”, el álbum decisivo tras el sonado éxito de “Dark
side of the Moon”.
Syd Barret se sentó al fondo detrás de la
consola de grabación. Llegaron los tres y nadie lo reconoció. Sy Barret estaba
calvo, gordo y casi sin dientes. No, no podía ser el increíble y mágico Syd
Barret fundador de Pink Floyd. Cuando grababan el segundo álbum, “A Saucerful
of secrets”, sólo le dejaron tocar algo de guitarra en “Set the controls for
the heart of the sun”. Le mantenía apartado de la sala del estudio 3. Le
ubicaban incluso en la recepción del estudio. Allí tirado o escondido en los
bosques de su locura o sus viajes mentales intergalácticos. Nadie quiso dejar
tirado a Syd Barret, pero el caso es que así sucedió. Dave Gilmour, que siempre
se había sentido culpable de haberle quitado el puesto, fue el último en hacer
un esfuerzo al poner dinero y producirle su segundo disco llamado simplemente,
Barret. Era imposible hacer algo coherente con aquel loco que había dejado de
ser un cerebro coherente.
Dos años después, volvía definitivamente a
Cambridge, a casa de su madre, que todavía estaba viva. Ya no salió de allí
hasta su muerte, a excepción de unos pocos meses en 1982, en que regresó a
Londres. Al regresar hizo algo que requirió un nuevo tratamiento psiquiátrico.
Syd volvió a Cambridge desde Londres caminando nada menos que 80 kilómetros. Comenzó
a pintar. Cuadros abstractos con estrellas de protagonistas.
Siempre en compañía con los mismos discos. Mucho de Bo Didley, su guitarrista favorito, algo de los Beatles y de los Stones y muchos discos de jazz viejos. Un recluso con 25 guitarras que guardaba de sus viejos tiempos, que nunca tocaba, que se quedaba sentado asombrado viendo la televisión.
“El sueño se ha ido, me he entumecido
cómodamente” Comfortably Numb Pink Floyd
*Javier Martín Miró. Ingeniero agrónomo, autor del libro Javier, Paco y el Loco y otros cuentos. En 1991 emigró a Sydney, Australia, en donde desarrolla su actividad profesional como Biosecurity Officer
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