Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 50 VIVIMOS UNA CULTURA VIOLENTA... por Horacio Pili

 

La cultura es una mirada que ordena dentro de una escala de valores, al mundo, a sus vínculos y a los hombres vistos como una totalidad. Puede caracterizar a una clase social, a una raza, a una zona geográfica, a un pueblo en sus creencias y costumbres.

Definida en forma amplia lo que es cultura, hace falta definir lo que es violencia. Acá el asunto se complejiza, habida cuenta que las aristas o las maneras que tiene de manifestarse la violencia son muchas y muy distintas, y no alcanza una oración para darle un sentido objetivo.

El hombre desde su concepción posee derechos innatos, más allá de una norma positiva. Estas son las que amplían y complementan aquellos que, desde la vida, la libertad, la alimentación, etc., etc. lo acompañan durante su existencia. En específico, estamos hablando de los derechos humanos, que integran un gran paraguas, que son los derechos sociales.

Los derechos humanos son a la sazón una arquitectura social nacida de la acción con el objetivo de ejercer ese impulso humano a la evolución  y a su humanización.

Dicho esto se desprende que a cada logro de un derecho hay una violencia que se desestructura e inmunidades que desaparecen. Pero también se debe reconocer, que no todos los sectores e intereses son contestes a estas proclamaciones. Bien lo dijo Jauretche en su momento, que a la alegría del pueblo en el logro de más derechos se antepone el odio de las minorías por perder privilegios.

La pandemia dejo al descubierto tremendas asimetrías a nivel de pueblo profundo. Una verdadera crisis de la civilización, un parte aguas que a la luz de la cuarta revolución industrial nos va resultar muy difícil resolver como humanidad. El pedagogo venezolano Luis Bonilla Molina, ya desde el 2015, dejo expuesto las cuatro categorías a nivel de educandos, que marcan una tremenda diferencia en el acceso a la educación. En el 2020 Boaventura de Sousa Santos alerto de la penetración de  las corporaciones en los sistemas educativos públicos con el claro objetivo de reafirmar la culturalización para un mundo neoliberal, individualista y competitivo.

Estos títulos nos van acercando en parte a la violencia. Pero como podríamos graficarla para darle un contenido que se aproxime a su descripción. Se podría decir que hay tres componentes, según lo expresado por la Prof. Lía Méndez en LOS DERECHOS HUMANOS COMO EJE DE LA PRACTICA POLITICA Y SOCIAL: individualismo, discriminación y venganza.

Individualismo, cuya acepción deriva de indivisible, es una conducta que inicia y finaliza en uno. Se le puede destacar que afirma la libertad individual. Tuvo su momento de esplendor en la lucha contra el feudalismo y posterior nacimiento del capitalismo, pero como actitud asumida como “natural”, no tiene otro fin que el egoísmo y el desprecio hacia los demás. Es la tinta que tiñe el hoy a nuestra sociedad. Es la gráfica más acabada del fracaso de las democracias liberales desde los años 80 hasta hoy, donde el neoliberalismo, como necro-política y necro-economía, culturalizó a la sociedad para competir contra el otro y no contra sí mismo, como objetivo de superación personal. La competencia, desde lo simbólico es eliminar al otro. Privilegió el interés personal por sobre le interés social. Lo nefasto es que el individualismo no da cuenta que la existencia de lo individual debe tributar al conjunto como  para lograr el triunfo de la comunidad. Somos seres gregarios, condicionados por, desde y para  todo el orden social.

Discriminación (lat. Discriminare: separar, diferenciar), es la acción manifiesta u oculta para diferenciar sujetos negando las intenciones de estos o sus libertades. Este signo de violencia manifiesta es el trato de inferioridad que se la da a las personas, ya sea por su raza, religión, etnias, sexo, edad, cultura, ideología. Obsérvese que en muchos casos, aunque la norma privilegie ciertos derechos, la práctica estatal y la práctica social no actúan en consecuencia, y automáticamente se dispara la discriminación. A modo de ejemplo se puede decir que todos los edificios deben tener acceso por rampa para personas discapacitadas, pero si no se aplica una política que desde la gestión no implemente este tipo de acceso  ese derecho es solo una aspiración.

Venganza es una búsqueda de una compensación por el sufrimiento causado por otro, infringiéndole igual o mayor sufrimiento, con la ilusión que tal conducta aliviara mí mal. Desde el mal causado a otro se busca el placer. Es la trampa más perfecta que nos tiende la mente ya que una vez llevada a cabo la conducta de la venganza, el otro redoblara la apuesta y así la escalada es infinita.

Hemos asistido no hace mucho al intento de magnicidio en la persona de la Vice Presidenta de la Nación. La violencia más allá de conductas tiene etapas, son los gestos, luego las palabras y posteriormente los hechos. Nuestro país está cautivo de todo un poder que diariamente apela a estas características en búsqueda de una división o partición de la sociedad. Es un bloque muy compacto, que desde lo político, lo económico y lo mediático fogonea el individualismo, la discriminación y la venganza. Ha logrado instalar una visión individual de los derechos como si estos fueran logros personales y no producto de luchas sociales en pos de justicia e igualdad para todos, todas y todes. Nadie se anima a describir cuales hubiesen sido las consecuencias si lo planeado por estos criminales hubiese tenido un resultado distinto al acaecido. Evidentemente es miedo que viene desde el alma, miedo a reconocer que, como dice Moldasky, estamos jugando con odio, y tanto en el mundo como en nuestro país, esta conducta siempre tuvo consecuencias gravísimas, una constante es que, los muertos siempre los pone el pueblo.

 


*Horacio Pili

Docente de Formación Profesional

Diplomatura en Ciencias Políticas con Orientación en Políticas Publicas y Desarrollo Social

 


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