Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 50 Ponzio, Neymar, Batistuta, fútbol de derechas... por José Luis Lanao
I
Las silobolsas y el homenaje sin "Liqui" de Ponzio
Fuente: Página 12
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El cuerpo posee una capacidad
curiosísima, la propiocepción, gracias a la cual sabemos donde tenemos el brazo
derecho incluso con los ojos cerrados. En una habitación oscura no te ves,
no ves tus pies, ni tus piernas; sin embargo, conoces la posición de cada uno
de tus miembros. Significa que tienes conciencia de la unidad de tu
cuerpo. A nadie se le ocurriría preguntar dónde se han ido sus dedos por el
mero hecho de no ser capaz de contemplarlos. Todo eso es la propiocepción,
cuya influencia resulta asimismo decisiva en las decisiones de carácter
emocional.
En ocasiones, da la impresión, que la
propiocepción pierde de súbito la “conciencia”. Se desorienta, se
desequilibra. “Yo no liquido, me busco el mercado que sea mejor para mí.
Este país te hace ser así”, manifestaba Leonardo Ponzio, poco después de
que el Ministerio de Economía, a cargo de Sergio Massa, tomara la decisión de
aplicar un dólar favorable para que los exportadores liquiden sus granos y el
Banco Central fortalezca sus reservas. Ni así. Ponzio se mantuvo firme en su
decisión. Le falló la propiocepción. Fue en busca de su corazón y no lo
encontró. Había dejado de latir.
El exjugador de River nos castiga a
todos. “Este país te hace ser así”, una expresión que lo despoja de toda
responsabilidad, y lo convierte en una víctima inducida de esta modernidad
líquida de producción agropecuaria especulativa. Este campo inocente del
alma mía, que un día sí y otro también, se empecina en recordarnos a los
humillados que la culpa es nuestra. Que tenemos lo que nos merecemos. Así nos
compran, nos venden, nos sacan los cuartos, y los hígados.
Se sabe que existe un arte especial
para saber “irse”. Ponzio se ha ido del fútbol y de la patria con
elegancia. Se fue arropado por el hincha y por sus sueños de devaluación,
muy de este nuevo realismo posmoderno, asociado a la injusticia social como uno
de los grandes fracasos políticos de nuestro tiempo. Es que el dinero manda.
Está sobrevalorado, o bien, está sobrevalorado el que los posee. Tal vez, ambas
cosas. Lo cierto, es que también ensucia. Ensucia hasta el homenaje más
puro y enternecedor. “Nunca me voy a olvidar de ustedes”, afirmó Ponzio ante
70.000 personas entregadas. Se lo merece. Forma parte de ese dual
reconocimiento a un jugador dedicado, a cuerpo y alma, al control obsesivo de
la pelota, y al de su cosecha. Esa habilidad innata para hacer dormir el balón
en el mediocampo, y hoy, millones de granos en silobolsas. Que talento.
Vivir en libertad no significa pensar
solo en el estrecho perímetro de nuestros abyectos egoísmos. La ética va
de preguntarse cómo vivir en lo concreto y en lo universal; y en este tiempo de
individualismo exacerbado, de convivir y de cuidarnos. La historia demuestra
que la desigualdad es esencialmente ideológica y política, no económica.
Solo una vida dedicada para los demás
es una vida que merece ser vivida. “Gracias por venir a compartir esta noche
conmigo. Gracias, ustedes me pusieron en este lugar. No sé qué decir, tengo
mucha emoción”, expresó en su despedida. A Ponzio se le acumulan las
fiestas. Al homenaje celebrado en el Monumental, se le suma la “gran
fiesta” que está por venir. La de mayor talante festivo y la más personal:
la “fiesta” exportadora. A ese “homenaje” no estamos invitados. Lo
quiere disfrutar solito, en la intimidad, con una enorme sonrisa como una raja
de sandía. Sabe que esta “fiesta” la vamos a pagar entre todos. Una bofetada
más de esa soberbia extrema de la riqueza sin domesticar.
En un futuro, Ponzio se quiere
dedicar a la política. No es necesario. En este país está muy bien
representado.
De Neymar a Batistuta: ese fútbol de
la extrema derecha
Fuente Página 12
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Desde siempre la derecha ha tenido a
favor a la banca, las empresas, los jueces, los militares, los escribanos, los
registradores, los fiscales, los medios, la policía, las cárceles. Ahora,
también el fútbol. Por los años sesenta algunos pensaron que Dios se había
hecho de izquierda después de leer a Sartre. Falsa alarma. Hace unos meses,
Bolsonaro se presentó así en un mitin: “Soy Jair. Soy hombre. Soy padre.
Soy católico. Soy brasileño. Y esa identidad no me la roba nadie”. La
gente que se presenta así, con esa sensibilidad tan a pie de calle, tranquiliza
mucho. Daban ganas de responderle: “Un placer ¿Qué tal la familia?”. La
“identidad” se ha transformado en el fundamento principal de la confrontación
de nuestro tiempo. Ese concepto tan abstracto permite que haya gente que ante
una presentación así: “Hola, soy Nacho, de Floresta, quiropráctico, y me gustan
los ravioles”, piensa: '¡uy, que identidad, vamos a robársela!'
En esta vida que pasa como un ratón
de campo, sin agitar la hierba, según Pound, la “identidad” lo es todo para la
derecha y la extrema derecha. Hace unos días Giorgia
Meloni manifestaba: “Todo lo que nos identifica está siendo
atacado”. La clave de la retórica de la extrema derecha, con conceptos tan
obvios, reside en que les habla a gente que cree que es apolítica, que no es de
derechas ni de izquierda. Gente normal, de toda la vida. Como Neymar, que
declaraba en 2013, a su llegada al Barcelona: “Yo no me meto en política”. Hoy
se ha metido hasta las “trancas”. Su apoyo incondicional a Bolsonaro lo
vacía de todo pensamiento ilustrado dispuesto a incinerarse a lo bonzo para
obtener prebendas privadas. Su adhesión lo vincula al supuesto beneficio
que recibió su padre por quedar exento de pagar una multa de 88 millones de
reales (unos 17 millones de dólares) por defraudar al fisco en los
ejercicios de 2011 y 2013.
El Partido Liberal difundió un vídeo
en el que el jugador del PSG se muestra con el número 22, la lista oficialista,
con una canción de fondo dedicada a Bolsonaro. Lo ilícito y lo sospechoso
se vuelve decente después del adecuado maquillaje impositivo. Esas
riquezas amasadas en una legalidad de fachada, tras la que se esconden el
escabroso e indomable imperio del gansterismo económico, todo legitimado por
ideólogos del neocapitalismo de mercado que hacen del darwinismo social su
doctrina.
Desengáñense. El fútbol de hoy es de
derecha. Como los bancos, los jueces, los fiscales, los militares, las
empresas, los escribanos, los medios, la policía, las cárceles. Todos juntos,
en el “aquí y ahora”, del que hablaba Walter Benjamín. Chacareros,
evasores, ganaderos, especuladores, productores, empresarios, magnates,
dirigentes. Los de antes y los de ahora. De Neymar a Batistuta, la lista
es demasiado extensa. De este delirio deriva el fútbol de la modernidad. Una
fábrica de futbolistas de alta gama, sin conciencia social, refugiados en una
vida con el precio en la solapa, en la evasión de impuestos, en la pasividad y
en la omisión, encadenados a las desigualdades de renta y de riqueza. En
ese individualismo hedonista de la autosatisfacción de los deseos y de la
mercadotecnia del yo. Este fútbol nuestro del alma mía, con las vísceras tan
expuestas a lo popular, y que poco pueblo construye. Que nació de la escasez,
de la penuria, sin más aditivos que el hambre y la imaginación. Un fútbol
que se para, y se va vaciando, como un cadáver vivo, que no espera nada, no
exige nada, y nada le hace sangre.
* Periodista. Colabora en Página 12, Revista Haroldo y El Litoral de Santa Fe. Ex periodista de “El Correo”, Grupo Vocento y Cadena Cope en España. Jugador de Vélez Sarfield, clubs de España, y Campeón Mundial Juvenil Tokio 1979.
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