Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 50 LA JOVEN DE LA PERLA de Johannes Vermeer… por Guillermo F. Sala

 

Año: 1665-1667.

Estilo: Barroco.

Técnica: Óleo sobre tela

Medidas: 44 cm x 39 cm

Ubicación: Museo Mauritshuis, La Haya - Países Bajos.

 

Hay obras de arte que dibujan un rostro en nuestra imaginación con tan sólo escuchar su nombre. Entre ellas está “La Joven de la Perla”, pintada hacia 1665 por Johannes Vermeer.



Esta obra también es conocida como Muchacha con Turbante, La Mona Lisa holandesa y la Mona Lisa del norte. Respecto a la obra de Leonardo hay una diferencia importante ya que la obra de Vermeer es una 'tronie', mientras que la de Da Vinci es un retrato individualizado.

 

 

La representación de una “tronie” (“rostro” en holandés) es propia del barroco flamenco holandés que se caracterizaba por encarnar retratos, normalmente de pequeño tamaño, en las que el protagonista muestra una expresión facial exagerada.  Aunque el tronie típico mostraba un retrato de una persona de medio cuerpo, o del busto únicamente, no solían realizarse con intención retratista, sino más bien para mostrar las dotes artísticas del pintor, y su maestría a la hora de captar gestos, con el propósito del comercio de sus trabajos.

La protagonista del cuadro es en realidad la perla ya que a pesar de estar pintada con pocas pinceladas, se manifiesta como punto focal ya que el artista logró transmitir un cierto volumen a la joya y la hace resaltar de la oscuridad del cuello.



Vermeer es uno de los pintores más admirados del siglo XVII, aunque no tuvo tal reputación en su propia época. Tampoco se conoce mucho su formación como pintor, digamos que fue uno de los artistas más misteriosos de la historia del arte. Solo llegó a pintar entre 30 a 35 obras y existe solo una obra firmada por él.  Sus trabajos permanecieron en su mayor parte desconocidos durante 200 años aproximadamente. Sus obras no encontraron un público más allá de un pequeño círculo de entendidos y seguidores. Sus pinturas iban directamente a su patrón así que no estaban en contacto con muchos interesados. Vermeer trabajaba a un paso lento y solo completaba un trío de cuadros al año. Por esta razón tuvo una escasa producción y escasamente alguna vez sus obras llegaban a subastas.

Sobre la joven protagonista del cuadro no se sabe nada sobre su paradero hasta 1881 cuando un tal Arnoldus Andries des Tombe le echó el ojo en una subasta de La Haya. Como experto en arte enseguida reconoció la calidad de la obra, y debió ser el único, ya que se la llevó por lo que equivale hoy a una prenda de indumentaria. El afortunado comprador hizo entelar la obra en Amberes y la mantuvo en su poder durante toda su vida. Cuando murió, en 1902, legó el cuadro al Museo Mauritshuis, donde todavía hoy se puede disfrutar.

La identidad de la joven es uno de los aspectos más debatidos e inciertos, y varias son las teorías:

La hija mayor de Vermeer, María – nacida en 1654, que era aproximadamente de la misma edad de la joven que representa la pintura.

La hija del comisario principal de Vermeer que tenía una hija que se ajusta a la descripción de la joven en la pintura.

Griet, la sirvienta. Aunque no hay evidencia histórica. Esta teoría se ha desarrollado recientemente en la novela de Tracy Chevalier y el film del mismo nombre que la obra protagonizada por Scarlet Johansson

Puede que Vermeer no fuese un pintor de éxito, pero el hecho de vivir en una ciudad como Delft le facilitó el acceso a materiales de primerísima calidad.

Hay que tomar en cuenta los Países Bajos eran el centro comercial por excelencia de Europa, además de una referencia en la manufactura de numerosos productos, entre ellos las telas. Las telas simples compradas por el pintor, no son adecuadas para pintar directamente y por eso es necesario cubrirlas con una capa preparatoria que se denomina imprimatura o imprimación. En esa zona de Europa se conseguían lienzos con la capa de imprimación aplicada.



No podemos pasar por alto la prenda más llamativa del cuadro es el turbante y su color es aún más exótico que el turbante: el azul ultramar. Este pigmento se traía desde Afganistán y que era increíblemente caro. En La joven de la perla, Vermeer no sólo lo usa en el turbante, sino que lo emplea mezclado con otros pigmentos (por ejemplo en la chaqueta). Resulta sorprendente que, sin ser un pintor de primerísimo orden en su época, tuviese acceso a un producto tan exclusivo.

 

La mirada de la joven constituye otros de los aspectos relevantes del cuadro, que se complementa con la sensualidad de los labios, prescindiendo de detalles que puedan desviar la atención.

En aquella época era común representar a las mujeres cargadas de joyas, no solo por su estatus social, sino como metáfora de su belleza exterior e interior. En este caso, Vermeer concentra en solo un pendiente de gran brillo y belleza la cualidad del personaje. Quizá por eso ha dado rienda suelta a su imaginación representando una “perla” de singular tamaño. De este modo, la joven y hermosa dama es presentada con la mayor dignidad posible: ella es una joya única en su especie.

 


*Guillermo F. Sala. Arquitecto

Comentarios