Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 49 Recuerdos de Fogones…Dino Saluzzi… por Javier M. Miró
Indefinibles
apariencias toman las sonoridades
cuando tu ondulante cofre, guardián del genio
que en sus rodillas, yaces, arranca de tu corazón de aire,
ilusiones, desnudeces, perfiles, del alma enamorada.
Ana María
Torres Buchieri
Se acerca al fogón un hombre humilde y cansado
de tanto andar, de paso lento, de historias y lamentos. Desenfunda de una caja
el mágico instrumento y me propone: ¿Te gustaría una zambita?... aquí van 10
zambas
El bandoneón tocando dentro de una estructura de jazz no es una idea nueva, ya que se remonta a los años 50 con muchos actos franceses e internacionales, ejemplificados por las bandas calientes de Django Reinhardt. El enfoque contemporáneo de Dino Saluzzi sobre el instrumento como pieza central melódica para el conjunto de jazz se basa prominentemente en el fraseo acorde y lírico.
Timoteo "Dino" Saluzzi nació en 1935
en Campo Santo, un pequeño pueblo en el norte de Argentina, conocido
principalmente por su fábrica de refinación de caña de azúcar, alrededor de la
cual giraba la vida local. A pesar de la ausencia de discos, radio y, de hecho,
electricidad, en la casa de Dino Saluzzi siempre hubo música. Su padre tocaba
la guitarra, la mandolina y el bandoneón y le enseñó a Dino los rudimentos de
este último instrumento a los siete años. Con esta popular importación alemana,
la variedad diatónica del acordeón desarrollada por Heinrich Band, el joven
Dino Saluzzi al principio tocaba música folclórica. Un tío que había viajado
por Europa añadió algunos de sus conocimientos musicales adquiridos y cuando
tenía 14 años Dino sabía lo suficiente como para tocar en el Trío Carnaval, su
primera banda.
Ahí empieza un sendero de talento y
brillantez, allí comienza a escribirse su leyenda entre las teclas de su
fuelle. Prontamente se hizo notar formando parte de la orquesta sinfónica de
Radio El Mundo.
Dejando su trabajo de orquesta de radio en
1956, Dino Saluzzi regresó al distrito de Salta para desarrollar sus
composiciones, ahora incorporando conscientemente elementos de música
folclórica. A partir de este momento, sin embargo, le preocupaba que su música
no "cayera en el eclecticismo común" que ya habían transitado varias
variantes de la música latinoamericana. Buscó una forma flexible que fuera
"vital y real más allá de las convenciones": esto ha demostrado ser
el trabajo de toda una vida. A principios de los años 70 se asoció brevemente
con Gato Barbieri, ayudando al saxofonista a redescubrir sus propias raíces en,
por ejemplo, el álbum Chapter One: Latin America.
Con Mariano Mores realizó numerosas giras sudamericanas,
tocando conciertos en Bolivia, Perú, Colombia y Venezuela. También trabajó como
arreglista y solista para la Sinfonía de Tango de Enrique Mario Francini, que
lo llevó a Japón en 1977. En 1979 lanzó el primer Cuarteto Dino Saluzzi, cuyas primeras
apariciones europeas fueron noticia, y también cofundó el conjunto de cámara
experimental Música Creativa. En la década de 1970 tocó el bandoneón en el mega
éxito de León Gieco Sólo le pido a Dios, pero no fue esta la única grabación de
Gieco que contó con sus notas, también podemos nombrar “Cuando llegue el
alba”, “Cachito campeón de Corrientes” y para mí una de las más bellas
amalgamas dentro de estas fusiones, su colaboración en “Bajaste del norte”. Hizo
más incursiones en el público porteño tocando en clubes de jazz como Music Up y
el club de música popular La Trastienda en el barrio de Palermo Viejo. En ese
entonces tuve la inmensa suerte de verlo en Jazz & Pop un bolichito que pertenecía
a Litto Nebbia donde brindo un show inigualable repasando tangos, chacareras,
improvisaciones de Jazz para luego sumarse al final a tocar con el trio
Nebbia-González-Astarita.
En 1982, colaboró con Lito Vitale, y a través
de la publicidad de boca en boca (en su mayoría de músicos expatriados que lo
idolatraban) fue invitado a varios festivales de música europeos, y consiguió
un contrato con el prestigioso sello ECM. Varios discos resultaron, incluyendo
Kultrum, un esfuerzo libre-experimental de 1984 con el cuarteto Rosamunde
dirigido a audiencias reducidas. Muchos artistas de ECM y otros grandes del
jazz han colaborado con Saluzzi. Una lista parcial incluiría a Charlie Haden,
Charlie Mariano, Palle Danielsson y Al Di Meola. Por ese entonces suma su bandoneón
al álbum de Ricky Lee Jones “Pop Pop” tocando con nada menos que Robben Ford y
Charlie Haden.
La discografía ECM de Dino Saluzzi se lanzó
con el álbum en solitario Kultrum, creado espontáneamente en el estudio y un
ejemplo perdurable del arte del bandoneonista como "narrador". Dino
describió la música como "un regreso imaginario" a los pequeños
pueblos y aldeas de su infancia. La viveza de sus bocetos musicales no se
perdió en los críticos: "Reelaborando elementos del tango, la música india
sudamericana, las melodías folclóricas de remanso y otros sonidos de raíz, su
amplitud de sentimientos hace que la escucha sea notable" - Down Beat. Un
segundo álbum en solitario Andina, llevó a America's Fanfare a escribir que
"Dino Saluzzi es probablemente el mayor maestro vivo del bandoneón",
concluyendo que la grabación era "un impresionante retrato de un increible
talento musical".
El duende de tu son, che bandoneón,
se apiada del dolor de los demás,
y al estrujar tu fueye dormilón
se arrima al corazón que sufre más.
Tu canto es el amor que no se dio
y el cielo que soñamos una vez,
y el fraternal amigo que se hundió
cinchando en la tormenta de un querer.
( Homero
Manzi)
En 1991, Dino Saluzzi pudo realizar una
ambición largamente sostenida: hacer un álbum de ECM en Argentina junto con sus
hermanos Félix y Celso y su hijo José. Mojotoro se basó en toda la gama de
músicas sudamericanas: tango, folk, candina, candombe, la música de milonga de
la provincia de La Pampa... "Esta es una música inquietante y bellamente
elaborada", dijo entusiasmada la revista inglesa Wire. Después de su
lanzamiento, el Dino Saluzzi Family Project se convirtió en una institución
popular en el circuito de giras europeo.
Con El Valle de la Infancia vuelve a sus
raíces el bandoneonista, compositor-improvisador argentino Dino Saluzzi.
Grabado en Buenos Aires, es el primero de sus discos en presentar a su
"banda familiar" desde Juan Condori de 2005. Aquí se escucha a Dino
con su hermano Félix en saxo tenor y clarinete, su hijo José María en guitarras
y su sobrino Matías en bajos. Los amigos que se unen a la fiesta son el
guitarrista de 7 cuerdas Nicolás "Colacho" Brizuela, conocido
internacionalmente por su larga asociación con la cantante Mercedes Sosa, y el
baterista Quintino Cinalli, traído por Dino para expandir suavemente la
sensación de libertad que informa su música. "Esta obra está viva con
diferentes géneros", escribe Leopoldo Castilla en las notas. "Desde
bailes como la zamba hasta el carnavalito y la chacarera... La música
captura el mundo natural de sus orígenes; Norte argentino, en llamas de luto,
desesperado de alegría".
Se vuelan de
su memoria
como paloma las farras
y en su bandoneón sediento
resuellan todas las carpas.
Después se va por la noche,
que la sigue enamorada:
la toma de la cintura
y le da una serenata.
(Manuel
Jose’ Castilla)
Anja Lechner y
Saluzzi han realizado numerosas giras como dúo, y la revista de jazz
estadounidense DownBeat declaró su álbum Ojos Negros
el Álbum del Año (lista Best of 2007). En 2015, Saluzzi ganó el Diamond Konex
Award, uno de los premios más prestigiosos que se otorgan en Argentina,
como el músico más importante de la última década en el país.
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