Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 49… George Novak, La Lógica formal y el sentido común… por Rubén Mario
Ante los hechos ocurridos en éstos últimos días, (a partir del alegato de
Luciani contra Cristina) quiero presentar a un pensador, George Novak, que en
su libro "Introducción a la Lógica", nos deja un análisis y con él
las herramientas para comprender el manejo del "Sentido Común" en los
sistemas de explotación.
La lógica formal y el sentido común
En los círculos intelectuales
burgueses se tiene gran aprecio por el sentido común como método de pensamiento
y como guía para la acción. Sólo la ciencia está por encima de él en su escala
de valores. Es en nombre del sentido común y de la ciencia, por ejemplo, que
Max Eastman pide a los marxistas que descarten la dialéctica «metafísica» y
«mística». Desgraciadamente, los ideólogos burgueses y pequeñoburgueses
raramente nos informan de en qué consiste el contenido lógico del sentido común
y de qué relaciones existen entre el sentido común y su «ciencia».
Nosotros haremos aquí su trabajo,
porque en realidad los antidialécticos no sólo no saben qué es la dialéctica;
no saben siquiera qué es realmente la lógica formal. Esto no es sorprendente.
¿Saben los capitalistas qué es el capitalismo, cuáles son sus leyes, cómo
operan esas leyes necesariamente? Si lo supieran, sus crisis y sus guerras no
los cogerían desprevenidos, ni confiarían tanto en la permanencia de su querido
sistema. Seguramente, los estalinistas no saben qué es realmente el estalinismo
ni a dónde conduce necesariamente. Si lo supieran, estarían en camino de dejar
de serlo.
En lo que el sentido común tiene de
sistemático, de características lógicas, está moldeado por las leyes de la
lógica formal. El sentido común puede definirse como una versión asistemática y
semiconsciente de la ciencia de la lógica formal. Las ideas y métodos de la
lógica formal se han utilizado durante tantos siglos y se han entrelazado tanto
en nuestros procesos de pensamiento y en el tejido de nuestra civilización que
para la mayoría de la gente parece el modo de pensamiento exclusivo, normal y
natural. Las concepciones y los mecanismos de la lógica formal, como el
silogismo, son herramientas de pensamiento tan familiares y universales como
los cuchillos y otros utensilios.
Ya sabéis que la burguesía cree que
la sociedad capitalista es eterna porque, dicen, concuerda con la naturaleza
humana invariable. El socialismo, dicen, es imposible o inconcebible porque los
seres humanos siempre se dividirán en clases opuestas, ricos y pobres, fuertes
y débiles, dominantes y dominados, propietarios y desposeídos, y estas clases
siempre lucharán a muerte por todo lo bueno que tiene la vida.
Una forma de organización social en
que no existen clases, en que reina la planificación en vez de la anarquía, en
que los débiles son protegidos contra los fuertes, en que domina la solidaridad
en vez de una lucha salvaje, les parece el colmo de lo absurdo. Desechan
semejantes ideas socialistas como fantasías utópicas, deseos vanos.
Sin embargo, nosotros sabemos que el
socialismo no es un sueño, sino una necesidad histórica, la próxima etapa
inevitable en la evolución social. Sabemos que el capitalismo no es eterno,
sino una forma histórica determinada de producción material que ha sido precedida
por formas de producción social menos desarrolladas, y sabemos que está
destinada a ser remplazada por la forma superior de la producción socialista.
Consideremos ahora la ciencia del
pensamiento desde el mismo punto de vista que la ciencia de la sociedad. Los
pensadores burgueses y pequeñoburgueses creen que el pensamiento formal es la
forma última de la lógica, final e inamovible. Desechan como ridícula la
pretensión de que la dialéctica materialista sea una forma superior de
pensamiento.
¿Recordáis que cuando alguien puso en
duda por primera vez la permanencia del capitalismo o insistió en la necesidad
del socialismo os visteis inclinados a poner en duda esas nuevas ideas
revolucionarias? ¿Por qué? Porque vuestras mentes estaban todavía esclavizadas por
las ideas dominantes de nuestra época que, como señaló Marx, son las ideas de
la clase dominante. Las ideas dominantes de la clase dominante en la ciencia
lógica son hoy las ideas de la lógica formal reducidas al nivel del sentido
común. Todos los adversarios y críticos de la dialéctica se sitúan en el
terreno de la lógica formal, ya no sean plenamente conscientes de su posición,
ya la admitan honestamente.
Realmente, las ideas de la lógica
formal constituyen el más firme de los prejuicios teóricos de nuestra sociedad.
Incluso después de que algunos individuos han perdido su fe en el capitalismo y
se han convertido en socialistas revolucionarios, no pueden liberar por
completo sus mentes de los hábitos del pensamiento formal que absorbieron de la
vida burguesa y que siguen recibiendo de su alrededor. El más entusiasta de los
dialécticos puede recaer a veces en el formalismo si no es extremadamente
cuidadoso y consciente en su pensamiento.
Igual que el marxismo niega la
realidad eterna del capitalismo, también niega la validez eterna de las formas
de pensamiento más características de sociedades de clase tales como el
capitalismo. El pensamiento humano ha cambiado y se ha desarrollado junto con
la sociedad humana y en el mismo grado que ella. Las leyes del pensamiento no
son más eternas que las leyes de la sociedad. Igual que el capitalismo es
solamente un eslabón en la cadena de las formas históricas de la organización
social de la producción, la lógica formal es simplemente un eslabón en la
cadena de las formas históricas de la producción intelectual. Igual que las
fuerzas del socialismo luchan por sustituir la obsoleta forma capitalista de
producción social por un sistema más desarrollado, los defensores de la
dialéctica materialista, la lógica del socialismo científico, luchan contra la
desgastada lógica formal. La lucha teórica y la lucha política práctica forman
parte del mismo proceso revolucionario.
Antes del auge de la astronomía
moderna, la gente creía que el sol y los demás planetas giraban alrededor de la
tierra. Confiaban acríticamente en la evidencia de «sentido común» que tenían
ante los ojos. Aristóteles enseñó que la tierra estaba inmóvil y que las
esferas celestes, perfectas e invariables, giraban a su alrededor. Este año se
cumple el cuatrocientos aniversario de la publicación del libro de Copérnico,
Sobre la rotación de los cuerpos celestes, que revolucionó la opinión imperante
de un universo estático que tenía la tierra como centro.
Un siglo después, Galileo demostró
que la teoría copernicana de la rotación de la tierra y de los demás planetas
alrededor del sol era cierta. Los eruditos profesores de la época de Galileo
ridiculizaron sus ideas y le volvieron la espalda. Galileo se lamentaba: «Si
les quisiera mostrar los satélites de Júpiter a los profesores de Florencia, no
verían ni los satélites ni el telescopio.» Los profesores invocaban la
autoridad tradicional de Aristóteles y, finalmente, la fuerza del Índice y de
la Inquisición contra Galileo para obligarle a retractarse de sus opiniones.
Aquellos servidores de la autoridad oficial intentaron silenciar los
argumentos, proscribir los libros, aterrorizar e incluso matar a sus
adversarios científicos, porque sus ideas eran revolucionarias, amenazaban las
ideas del orden establecido y, con ello, el poder de la clase dominante.
Lo mismo ocurre con la dialéctica, en
especial con la dialéctica materialista. Las ideas y métodos de la dialéctica
son aún más revolucionarios en la ciencia de la lógica de lo que eran las ideas
de Copérnico en astronomía. El uno puso los cielos patas arriba. La otra, unida
a la única clase progresiva de la sociedad moderna, ayudará a poner patas
arriba la sociedad capitalista. Por eso sus ideas son tan violentamente
combatidas por los partidarios de la lógica formal y por los apóstoles del
sentido común. En la actualidad, bajo el capitalismo, la dialéctica no es un
sentido «común», sino «incomún». Es comprendida y utilizada conscientemente
sólo por la vanguardia socialista de la humanidad. Mañana, con la revolución socialista,
la dialéctica se convertirá en el «sentido común», mientras que la lógica
formal ocupará su lugar adecuado y subordinado como ayuda del pensamiento, en
lugar de actuar, como ahora, para dominar el pensamiento, para descarriarlo y
obstaculizar su avance.
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