Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro 49 Apertura engañosa… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: Sitio El Tábano Economista
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/
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El peón es la causa
más frecuente de la derrota
(Wilhelm Steinitz)
Las aperturas en el juego de ajedrez
cuentan con diversas variantes. Estos movimientos se podrían equiparar a la
geopolítica, ya que el principio básico es el mismo, crearle problemas al
adversario y, además, ser capaces de anular el desarrollo de su estrategia. Al
parecer, Occidente está fallando en los dos frentes, o está engañando al mundo
con movimientos tan majestuosos como los de Magnus Calsen. Europa aparenta
estarse hundiendo porque el clima y la economía juegan a favor de Rusia, el
horizonte se presenta hostil ante una Ucrania que simula desintegrarse, solo
porque la corriente bélica apuesta en favor de Moscú, pero todo esto es una
falsificación.
Los riesgos geopolíticos, derivados
de la intervención rusa en Ucrania, han introducido una plantilla completamente
nueva de lo que se dio a llamar «sanciones del infierno», que de tinieblas
tuvieron poco y mucho de autodestrucción. Occidente, y en especial los EEUU,
pueden congelar monedas, reservas de oro, confiscar activos privados,
inmovilizar depósitos, bonos y hasta expulsar a los bancos de su sistema.
Algunos políticos han insinuado que podrían tomar medidas similares con China
si brindara ayuda a Rusia, o si sigue amenazando a Taiwán. Esto es más fácil
decirlo que ponerlo en marcha, dado el tamaño de la economía china, comparada
con la rusa, el alto
grado de interdependencia del comercio de la Unión Europea con el
gigante asiático y las relaciones económicas entre los EE.UU. y China.
Todo esto vuelve muy compleja esta estrategia.
La provocativa visita a la isla de
Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de los EE.UU.
Nancy Pelosi, se puede entender de diversas maneras: un simple tour para
satisfacer la propia vanidad; una provocación por disposiciones estratégicas
del aparato bélico americano, o simplemente por negocios familiares. Las
respuestas, el éxodo de empresas chinas de alto potencial de Wall Street,
y el nivel más bajo de bonos americanos en tenencia china desde hace años,
fraguarían la defensa.
A primera vista el primer movimiento
de la apertura, el de Nancy Pelosi, se encuentra plagado de extrañas
intenciones. En principio, se le adjudica desviar la atención de las miradas de
la prensa de dos lugares incomodos, el avance de las tropas rusas en Ucrania,
cronología fuera del libreto occidental, y antes de su visita, utilizar
intencionalmente la cuestión de Taiwán para provocar una tormenta de opinión
pública creando un ambiente favorable para la aprobación de la Ley
CHIPS y Ciencia, lo que suponía en ese momento una hábil “combinación de
golpes” contra China, y de paso, distraer a los estadounidenses del escándalo
en el que están envueltos ella y a su esposo.
Paul Pelosi, el marido de la
congresista, realizó una compra de U$S 5 millones en acciones del gigante de
los semiconductores Nvidia (cuyos mayores accionistas son BlackRock y Vanguard),
solo unas semanas antes de que el Congreso de los EE.UU. aprobara la ley
CHIPS, con una incidencia directa en los activos de la familia. La iniciativa
de ley ofrece un subsidio masivo a la industria, inyectando 52.000 millones de
dólares para impulsar la fabricación de semiconductores, y suponía, tal como
sucedió, un monumental aumento del valor de las acciones, de 162 dólares a 194
dólares en el caso de la firma en la que invirtió la familia Pelosi.
Cabe recordar que la crisis
global de semiconductores fue una de las tantas consecuencias
indeseadas de la transformación digital que impulsó la pandemia, pues la
demanda internacional muto y subió a niveles imprevistos, lo que complicó
los procesos productivos de muchas industrias. Pero, en el caso
estadounidense, la necesidad de inversión se debió al monumental negocio que
hicieron las compañías fabricantes de semiconductores al recomprar sus acciones
con créditos subsidiados, en lugar de invertir, tal como sucedió con Intel.
Este fabricante, uno de los mayores vendedores de chips, fue el que obtuvo,
gracias a sus cabilderos, los mayores beneficios de ley, sin ser ni el mejor
producto ni el de mayor velocidad.
Aquí hay una pieza interesante de la
guerra de los chips. Durante 2021, la parte continental de China importó
circuitos integrados por valor de USD 432.550 millones de dólares, de los
cuales el 36% (USD 155.718 millones) provino de la isla de Taiwán. Los tres
mayores productores mundiales de chips, por velocidad, son: Taiwán
Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), Samsung Semiconductor (Corea del
Sur) y United Microelectronics Corporation (UMC) Taiwán. Con la ley de
CHIPS, EE.UU. estimula su producción interna, pero prohíbe el envío y
exportación de equipos para la fabricación de chips o de chips por debajo de
los 14 nanómetros. Hay un momento en el que los semiconductores son tan pequeño
que su tamaño sólo puede medirse en nanómetros, es una unidad de
medida.
Con esta idea se suponía que la
guerra de los semiconductores estaba saldada a favor de los EEUU, ya que la
fábrica China Semiconductor Manufacturing International Corporation (SMIC)
produce semiconductores con tamaño hasta cinco veces más grandes que los TSMC y
casi tres con respecto a los de Samsung. Washington lleva intentando por todos
los medios que Pekín no consiga crear procesadores de última generación,
vetándole el acceso a la tecnología necesaria, menor a los 14 nanómetros. Pero,
por azar, la firma de análisis canadiense TechInsights descubrió dentro de una tarjeta gráfica
para minería de criptomonedas un chips chino de SMIC con una arquitectura de 7
nanómetros desde hace un año. Adiós al triunfo occidental, China está en la
misma página de tamaño y velocidad de Asia y por encima de los EE.UU.
La alianza «Chip 4», entre potencias
de semiconductores, en la que provisionalmente participarían Corea del Sur,
EEUU., Japón y Taiwán, una coalición contra China, a fin de contrarrestar la
influencia de Pekín en las cadenas mundiales de suministro. Hasta ahora, Corea
del Sur se ha mostrado reacia a unirse al Chip 4. Aparentemente, existe
preocupación por exportar menos semiconductores a China, incluido Hong Kong,
que representó el 60% de las ventas al exterior el año pasado. Samsung y SK Hynix también
dependen de sus fábricas en China, que suman más del 40% de la producción. La
fuerza del comercio y los negocios con China dificultan toda iniciativa, y la
novedad de la producción a 7 nanómetros la agrava aún más.
Pero si bien hay aperturas también
hay defensas, y la ya de por si frágil, y hasta errónea estrategia de congelar
activos a Rusia por parte de la FED, entre otros, y este nuevo desplante en
Taipéi, llevaron a la reacción china en el contexto de la escalada de las
tensiones con los estadounidenses.
Cinco de las empresas estatales más
grandes del gigante asiático anunciaron su intención
de dejar de cotizar en la Bolsa de Valores de Nueva York: su capitalización
es PetroChina, U$S 132,11 mil millones; Seguro de vida de China, U$S 94,88
mil millones; China Petroleum & Chemical Corp, U$S 70,23 mil millones.
Se sumaron Aluminium Corp of China, U$S 10.29 mil millones, el segundo
productor mundial de alúmina y el tercer mayor productor de aluminio primario
del mundo; y Sinopec Shanghai Petrochemical, U$S 3,77 mil millones, una
subsidiaria de Sinopec, con una capitalización de mercado de U$S 68,45 mil
millones, y una de las empresas petroquímicas más grandes de China, lo que
representan en total más de US$ 311 mil millones en capitalización de mercado.
En una bolsa cuyo valor es de 26.6
billones de dólares, el peso de las acciones de la nación oriental no es
relevante, y si bien las empresas chinas recaudan dinero en los EE.UU. en
la bolsa, hay, además, alrededor de 250 empresas de aquel país que cotizan en
los EE.UU. Sería natural que estas compañías reorganicen sus enfoques de
financiación, por ejemplo, cotizando en la bolsa de valores de Hong Kong, en
lugar de exponerse a los crecientes riesgos políticos en los EE.UU. Ahí
es donde entrarán en juego las incertidumbres en las relaciones entre los
Estados Unidos y China, cosa que los inversores no quieren. O, que Contemporary
Amperex Technology Co. suspenda, como se cree, sus planes de anunciar una
planta multimillonaria en América del Norte.
Llama también la atención, en el
flanco financiero, que China no se ha quedado quieta ante las sanciones desde
la era Trump, el que fuera el mayor tenedor de bonos del Tesoro americano, solo
después de Japón. Las tenencias de valores del Tesoro de EE.UU. en
China cayeron a U$S 968 mil millones en junio, por debajo de $ 1 billón por
primera vez en 12 años. Es probable que un mayor deterioro de las relaciones
entre China y los EE.UU. tenga un impacto directo en el apetito de riesgo
de China por mantener bonos del Tesoro, y reducir sus tenencias, algo que está
haciendo a una velocidad que podría convertirse en un llamado a la
precaución. Se podría asestar otro golpe a la posición global del dólar
estadounidense, la verdadera columna vertebral de su economía.
Desde la invasión rusa a Ucrania y el
posterior congelamiento de los activos rusos, China se ha deshecho
de U$S 93.000 millones de bonos del Tesoro, a un promedio de U$S
18.000 millones mensuales. Pero en el trimestre que va de abril a junio se
deshizo de U$S 72.000 millones, lo que implica que, a esa tasa, a fin de año se
podría haber desecho de medio PBI argentino, unos U$S 250.000 millones, y eso
no es bueno para un gobierno que tendrá el Congreso en contra, alta inflación, un
rival cada vez menos integrado a Occidente y un mundo en recesión.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista.
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