Por razones políticas e históricas,
dado el hecho que las dictaduras argentinas la tomaron como inspiración, lo
primero que viene a la cabeza de muchas personas cuando escucha el término “escuela francesa” son un conjunto de técnicas
represivas, legales e ilegales, utilizadas por las fuerzas militares francesas
en sus colonias, por caso Argelia, por caso Indochina, y “heredadas” por los ejércitos
latinoamericanos los cuales bajo intercambio castrense recibieron sus
enseñanzas.
De más está decir que no fueron muy
efectivos, ya que Francia en muy pocos años vio derrumbarse su imperio colonial
como la carrocería de un Fiat Duna en Monte Hermoso.
Hoy como de costumbre vamos a hablar
de Historia, pero por razones de cuadratura testicular vamos a evitar lo más
posible hechos políticos ya que en estos momentos están todos los medios
sobrecargados con dos temas como si el planeta hubiera dejado de girar.
Vamos a hacer un pequeño paseo por la
Historia de la cultura física. Si bien por su producción podríamos decir que
existe un origen artístico del culto al cuerpo, sobre todo en la disciplina estatuaria
de las grandes civilizaciones de la antigüedad, como la griega y la romana,
esto sería forzar mucho las cosas. En ese momento existía un ideal de belleza y
eso lo reflejaban en su arte, pero se desconocían técnicas de entrenamiento y
el funcionamiento del organismo frente al esfuerzo y esas cosas.
Existía, tanto en estas
civilizaciones como en otras de la antigüedad, el entrenamiento físico, pero
con el objetivo puesto en la guerra. La preparación física del soldado para
resistir mejor al combate y derrotar a su oponente en lidias generalmente
cuerpo a cuerpo; el compromiso físico no iba en la búsqueda de mejorar la
estética o el bienestar saludable.
Será a mediados del siglo XIX cuando comiencen a aparecer los gimnasios en un formato similar al que conocemos en la actualidad con las primeras barras, mancuernas y maquinas destinadas a la clase alta, no para uso y consumo masivo.
Para quien tenga memoria o desee investigarlo, el “Titanic” contaba con todos los adelantos de la época como sabemos, entre ellos un gimnasio. Disponía en su momento con las maquinas más avanzadas inventadas en 1890 por el médico ortopedista sueco Van Zander.
La mayoría de estas máquinas eran
intentos por reemplazar de forma estacionaria la práctica de algunos de los
entretenimientos/deportes preferidos de las clases altas de la época, como el
ciclismo, la equitación y el remo.
Será durante el siglo XX con el cine
en obras como “Olympia” de Leni Riefenstahl una gran ayuda para que el gusto
por el entrenamiento físico se vuelva algo más masivo y llegue hasta a las
clases medias y populares. Aparecerán así las barras con discos que reemplazarán
a las antiguas rellenas de munición partida y las máquinas de poleas que
volverán más seguro entrenar a los principiantes al no tener que trabajar con
pesos libres.
¿Pero qué tienen que ver los
franceses con todo esto entonces?
Es que fue en Francia gracias entre
otros a Hipolito Triat en donde surge el gimnasio como lo conocemos en la
actualidad y no solo eso, sino que surgen también allí las ideas de una rutina
personalizada de ejercicios para cada asistente basado en los objetivos que
deseara perseguir. La diferencia existente entre esta “escuela francesa” que
describo y la “norteamericana”, es que los franceses en ningún momento se
proponían al menos en sus inicios la mercantilización que significan las
competencias sino que el objetivo era mejorar al individuo de forma integral,
no solo en lo físico sino también construirlo, formarlo mentalmente como
ciudadano adjuntándole a la disciplina conocimientos en Historia, Filosofía y
Literatura. Tenía una orientación más humanista y no tan individualista orientada
a la competencia.
No empujaba a las personas a destruirse inyectándose medicamentos que han sido desarrollados para tratar diversas dolencias o condiciones médicas, fármacos a los cuales se le han descubierto virtudes adicionales que logran otorgarle a una persona sana, más allá del entrenamiento, romper los limites naturales en el desarrollo de su cuerpo, ni mucho menos surfear definitivamente sobre la ola del hedonismo inyectándose sustancias como el “synthol” con el objetivo de alcanzar una forma humanamente imposible, la cual recuerda más a los muñecos con los que jugábamos de niños que a las estatuas de la Antigua Grecia.
Esta antigua escuela de cultura
física no tiene lugar en los medios de comunicación contaminados por múltiples
intereses comerciales que solo publicitan lo que les beneficie para mantener
idiota a una enorme capa de la humanidad.
En el sistema educativo tampoco hay
lugar para una educación física de este estilo, todavía hay docentes que deben
seguir con el cavernario “test de Cooper” como cuando era niño y junto con
ello, en plena “fiesta men3mista”, nos obligaban a jugar al beisbol…
*Favio Camargo. Docente, estudiante del Profesorado de Historia en la Universidad Nacional del Sur
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