Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 49 "La crisis de la democracia es el colapso de la confianza" Entrevista a Zygmunt Bauman… por el filósofo Javier Gomá
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"La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus
promesas. Es lo que está poniendo de manifiesto, por ejemplo, la crisis de la
migración. El fenómeno es global, pero actuamos en términos parroquianos."
Entrevista realizada al filósofo y
Sociólogo, Zygmunt Bauman, por el filósofo español Javier
Gomá, y publicada por primera vez por el diario El Pais.
Zygmunt Bauman: Lo que está pasando ahora, lo que podemos llamar la crisis de la democracia, es el colapso de la confianza. La creencia de que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces. Para actuar se necesita poder: ser capaz de hacer cosas; y se necesita política: la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse. La cuestión es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha terminado. El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas. Es lo que está poniendo de manifiesto, por ejemplo, la crisis de la migración. El fenómeno es global, pero actuamos en términos parroquianos. Las instituciones democráticas no fueron diseñadas para manejar situaciones de interdependencia. La crisis contemporánea de la democracia es una crisis de las instituciones democráticas.
P. El péndulo que describe entre libertad y seguridad ¿hacia qué lado está oscilando?
R. Son dos valores tremendamente
difíciles de conciliar. Si tienes más seguridad tienes que renunciar a cierta
libertad, si quieres más libertad tienes que renunciar a seguridad. Ese dilema
va a continuar para siempre. Hace 40 años creímos que había triunfado la
libertad y estábamos en una orgía consumista. Todo parecía posible mediante el crédito:
que quieres una casa, un coche… ya lo pagarás después. Ha sido un despertar muy
amargo el de 2008, cuando se acabó el crédito fácil. La catástrofe que vino, el
colapso social, fue para la clase media, que fue arrastrada rápidamente a lo
que llamamos precariado. La categoría de los que viven en una precariedad
continuada: no saber si su empresa se va a fusionar o la va a comprar otra y se
van a ir al paro, no saber si lo que ha costado tanto esfuerzo les pertenece...
El conflicto, el antagonismo, ya no es entre clases, sino el de cada persona
con la sociedad. No es solo una falta de seguridad, también es una falta de
libertad.
P. Afirma que la idea del progreso es
un mito. Porque en el pasado la gente confiaba en que el futuro sería mejor y
ya no.
R. Estamos en un estado de
interregno, entre una etapa en que teníamos certezas y otra en que la vieja
forma de actuar ya no funciona. No sabemos qué va a reemplazar esto. Las
certezas han sido abolidas. No soy capaz de hacer de profeta. Estamos experimentando
con nuevas formas de hacer cosas. España ha sido un ejemplo en aquella famosa
iniciativa de mayo (el 15-M), en que esa gente tomó las plazas, discutiendo,
tratando de sustituir los procedimientos parlamentarios por algún tipo de
democracia directa. Eso probó tener una corta vida. Las políticas de austeridad
van a continuar, no las podían parar, pero pueden ser relativamente efectivos
en introducir nuevas formas de hacer las cosas.
P. Usted sostiene que el movimiento de los indignados “sabe cómo despejar el terreno pero no cómo construir algo sólido”.
R. La gente suspendió sus diferencias
por un tiempo en la plaza por un propósito común. Si el propósito es negativo,
enfadarse con alguien, hay más altas posibilidades de éxito. En cierto sentido
pudo ser una explosión de solidaridad, pero las explosiones son muy potentes y
muy breves.
P. Y lamenta que, por su naturaleza
“arco iris”, no cabe un liderazgo sólido.
R. Los líderes son tipos duros, que
tienen ideas e ideologías, y la visibilidad y la ilusión de unidad
desaparecería. Precisamente porque no tienen líderes el movimiento puede
sobrevivir. Pero precisamente porque no tienen líderes no pueden convertir su
unidad en una acción práctica.
P. En España las consecuencias del
15-M sí han llegado a la política. Han emergido con fuerza nuevos partidos.
R. El cambio de un partido por otro
partido no va a resolver el problema. El problema hoy no es que los partidos
sean los equivocados, sino que no controlan los instrumentos. Los problemas de
los españoles no están confinados al territorio español, sino al globo. La
presunción de que se puede resolver la situación desde dentro es errónea.
P. Usted analiza la crisis del
Estado-nación. ¿Qué opina de las aspiraciones independentistas de Cataluña?
R. Pienso que seguimos en los
principios de Versalles, cuando se estableció el derecho de cada nación a la
autodeterminación. Pero eso hoy es una ficción porque no existen territorios
homogéneos. Hoy toda sociedad es una colección de diásporas. La gente se une a
una sociedad a la que es leal, y paga impuestos, pero al mismo tiempo no
quieren rendir su identidad. La conexión entre lo local y la identidad se ha
roto. La situación en Cataluña, como en Escocia o Lombardía, es una
contradicción entre la identidad tribal y la ciudadanía de un país. Ellos son
europeos, pero no quieren ir a Bruselas vía Madrid, sino desde Barcelona. La
misma lógica está emergiendo en casi todos los países. Seguimos en los
principios establecidos al final de la Primera Guerra Mundial, pero ha habido
muchos cambios en el mundo.
P. Las redes sociales han cambiado la
forma en que la gente protesta, o la exigencia de transparencia. Usted es
escéptico sobre ese “activismo de sofá” y subraya que Internet también nos
adormece con entretenimiento barato. En vez de un instrumento revolucionario
como las ven algunos, ¿las redes son el nuevo opio del pueblo?
R. La cuestión de la identidad ha
sido transformada de algo que viene dado a una tarea: tú tienes que crear tu
propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no; lo que las
redes sociales pueden crear es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y
la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti.
Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te
relacionadas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran
amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil
añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales. Estas las desarrollas
cuando estás en la calle, o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con
gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que
enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo. El papa Francisco,
que es un gran hombre, al ser elegido dio su primera entrevista a Eugenio
Scalfari, un periodista italiano que es un autoproclamado ateísta. Fue una
señal: el diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú. Las
redes sociales no enseñan a dialogar porque es tan fácil evitar la
controversia…
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