Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 48 La máquina de la felicidad.. por Favio Camargo
No señor, no está leyendo una banal
crónica de autoayuda, vamos a tratar un tema serio o al menos voy a intentarlo.
En el peor momento de la pandemia,
cuando todos los que no éramos “esenciales” estábamos encerrados en casa, la
naturaleza tomó un respiro de las diarias emisiones de gases de la mayoría de
los vehículos que marchan en base a petróleo. Según los científicos en algunas
ciudades se había disipado el domo de gas que recubría algunas grandes urbes de
nuestro mundo.
Debemos cambiar muchas de nuestras costumbres si no queremos que el planeta, como dicen a veces los adolescentes, se la dé en la pera con nosotros girando arriba. Volver a los envases retornables en vidrio, reducir la cantidad de plástico en lo envasado, tratar de consumir lo más local posible, todo eso ayudaría, pero algo mucho más importante sería cambiar la forma en la que nos movemos cortando, aunque sea en parte, nuestra dependencia de los recursos no renovables, por caso el petróleo.
Para largas y medias distancias por
supuesto que el medio ideal, si no tuviéramos gobernantes cobardes que se dejan
torcer el brazo o que responden a ciertos intereses, sería la restauración de
la red ferroviaria, destruida por mandato de intereses extranjeros entre
frondizi, martínez de hoz y men3m (no
corregir las mayusculas en los nombres ni el nombre mal escrito, es
intencional)…
Vamos mejor a empezar por algo que
puede estar a nuestro alcance, por cambiar pequeñas cosas a nivel local. Pinta
tu aldea y pintarás el mundo, leí una vez en una caja de fósforos para pipa. Vamos
a hablar de bicicletas, creo que ya lo hemos hecho una vez, o dos, o catorce,
me gustan demasiado las bicicletas, las radios, las pipas, los relojes
mecánicos y los trenes, entre otras cosas. Comprar bicicletas en casas de
compraventa e intentar devolverlas a la vida y con la mayor originalidad
posible fue uno de los pasatiempos que me permitió mantenerme medianamente
cuerdo mientras duró el aislamiento por la pandemia. Una de esas bicis en
proceso de restauración es lo que se conoce como una “bicicleta inglesa” y fue
digamos el disparador de esta nota luego de que viera el film “Delicias turcas”
con Monique Van der Ven y Rutger Hauer en sus roles protagónicos.
Decir que deberíamos tomar tal o cual
ejemplo muchas veces puede llevar a frustraciones o directamente a fracasos por
las enormes diferencias, no solo culturales sino también geográficas. Por
ejemplo en Holanda y en otros países de Europa, donde la bicicleta tiene un rol central, las
distancias son muy cortas y se cuenta con un eficiente sistema de transporte público,
elemento del que nosotros carecemos.
Nunca faltará quien exclame
totalmente fuera de sí, en una nota sobre pastelería: ¿Cómo vamos a tomar como
ejemplo a los belgas o los Países Bajos con su infame historia colonial? Supongamos
que solo en esto de la movilidad sustentable vamos a tomar como orientación lo
que se hizo en Países Bajos a partir de la década de 1970.
Hubo una ola de gobiernos progresistas que comenzaron a diseñar las ciudades alrededor de la bicicleta y fueron muy de a poco excluyendo al automóvil. La crisis del petróleo y la preocupación por la alta tasa de siniestros viales habrían sido el disparador del cambio. Esta modificación de hábitos dio como resultado que lugares que antes eran autopistas, al bajar la circulación de automóviles se volvieron innecesarios por lo que fueron reducidas y parte del espacio que ocupaban fue reconvertido en espacios verdes y parques lo que mejoró por supuesto la calidad del aire y bajó la contaminación sonora. Tampoco debemos olvidar los efectos benéficos de la bicicleta no solo en el cuerpo reduciendo la grasa corporal, sino principalmente en la cabeza de las personas, de ahí el título de esta pintoresca nota. Siempre que tengo un día de mierda unos cuantos kilómetros en bicicleta logran mejorar mi humor.
Siendo Dorrego un lugar pequeño, sin
una geografía accidentada ni un clima muy severo, nunca entendí la verdadera
razón por la que hay tantos autos, muchas veces para recorrer distancias muy
cortas. Puede que sea como dicen algunos que el auto sea más que una
herramienta un símbolo de estatus social y por ello cuanto más grande y moderno
sea el vehículo (aunque sea en un 50 por ciento del gobierno porque en nuestro
país nos roban un 50 por ciento de impuestos por auto) más alto demuestra haber
llegado el individuo frente a sus conciudadanos.
Volviendo a nuestra realidad, tanto
en Dorrego, Monte hermoso, Bahía Blanca y Tres Arroyos, los lugares que más conozco,
se dispone de muy poca infraestructura, y no hablo de grandes obras como ciclo
vías y carriles exclusivos en las rutas, sino de cosas muy como bicicleteros
techados para que podamos dejar nuestros vehículos atados y por sobre todas las
cosas bastante educación vial, tanto para ciclistas como para quienes van al
volante de un automóvil, en la actualidad incisos totalmente inexistente en
algunos casos.
*Favio Camargo. Docente, estudiante del Profesorado de Historia en la Universidad Nacional del Sur
Comentarios
Publicar un comentario