Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 47 UN JOYSTICK EN MANOS DE LA OTAN por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: Sitio El Tábano Economista
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/
Link de Origen: AQUÍ
El imperio estadounidense no va a
desaparecer… porque Estados Unidos no tiene un imperio (M. Mandelbaum)
A mediados del 2018 la prensa europea
se horrorizaba con las locuras de D. Trump dentro de las que se encontraban el
incumplimiento europeo que generaba una monumental factura, al evitar invertir el 2% del PBI de cada Estado para el
mantenimiento del arsenal bélico de la OTAN. Hoy, Bruselas, más trumpista que
Trump, lo hace con orgullo, y sobre el bienestar de los europeos. Los
antiguamente perturbados son ahora equilibradamente sensatos.
El último día de la cumbre del G7, el
28 de junio la administración del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden,
colocó a cinco empresas chinas en una lista negra comercial por «supuestamente
apoyar la base industrial militar y de defensa de Rusia». El mismo día,
también agregó a la lista negra otras 20 entidades que tienen conexiones con
China por, aparentemente, ayudar a Irán con el apoyo de aplicaciones militares.
El día que Washington anunció
sanciones contra empresas chinas, la cumbre del G7 finalizó con un comunicado
conjunto. La declaración, que refleja principalmente la actitud, los
intereses y el estilo de Washington, está llena de retórica dominante y
arrogante, pero también continuó mostrando sus cartas. Mencionó a China 14
veces, no por casualidad sino siguiendo la misma lógica del viaje de Biden a
Asia, pocas soluciones económicas y mucho glamour bélico, o la espantosa cumbre
(más bien valle) de las Américas, sin ninguna sensación de un anhelo de
progreso, solo muestras de postración. En el caso del G7 se prometieron U$S 600
mil millones para un nuevo proyecto de infraestructura global para las
economías de mercados emergentes, llamada Asociación para la
Infraestructura y la Inversión Global (PGII),
para contrarrestar la iniciativa de la ruta de la seda del régimen chino.
La cumbre de la OTAN, que se celebró
en Madrid, contó por primera vez con los máximos líderes de cuatro países de
Asia-Pacífico, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, y también por
primera vez, el bloque identificó a China en su nuevo concepto estratégico, un
documento clave sobre el futuro ensayo de seguridad y el desarrollo militar de
la OTAN que se adoptó en dicha reunión.
El jefe de la OTAN, Jens Stoltenberg,
dijo en un evento organizado en Bruselas el 22 de junio que es un gran paso
para la OTAN incluir a China en su Concepto Estratégico actual,
porque «China está cuestionando abiertamente el orden internacional basado
en reglas» y plantea algunos desafíos para «nuestros valores, nuestros
intereses y nuestra seguridad«.
La inclusión de China en el «Concepto
Estratégico» significa que China se convertirá en una prioridad de la OTAN en
los próximos años. El foco de la estrategia global y la geopolítica de la OTAN
parecen estar en el conflicto Rusia-Ucrania, pero en realidad está en la región
del Indo-Pacífico, alrededor de China. Estados Unidos ve a China como un
competidor principal y está utilizando todos los medios para contenerlo.
Introducir a China es construir o expandir una OTAN asiática o global,
promocionando la teoría del «eje del autoritarismo» entre China y Rusia,
comparando a Ucrania con la isla de Taiwán y mezclando la seguridad de Asia y
Europa.
Como dice Foreing
Affairs con todas las letras “el orden basado en reglas creado después de
la Segunda Guerra Mundial corre el riesgo de colapsar. Rusia no se
contenta con ser un actor responsable en un sistema establecido por otros,
y tampoco lo está China, que ha apoyado la agresión de Moscú. Ambos países
quieren rehacer el orden para servir a sus intereses autocráticos. Como
dijo el presidente estadounidense Joe Biden en Varsovia en marzo, Occidente
enfrenta ahora “una batalla entre la democracia y la autocracia, entre la
libertad y la represión, entre un orden basado en reglas y uno gobernado por la
fuerza bruta”.
Bien, como se ve, si no son aliados
de Estados Unidos son autocráticos, no como Trujillo en la República
Dominicana, Batista en Cuba, Somoza en Nicaragua, Pinochet en Chile, Videla en
Argentina, la dictadura de Brasil, Suharto en Indonesia, Marcos en Filipinas,
el Sha de Irán… de los que se me vienen a la cabeza, pueden agregar los que
quieran en los puntos suspensivos. No eran dictadores porque apoyaban el orden
basado en reglas y no perdió la democracia, ni la libertad en estos
países, aunque sí gano la represión, y un orden gobernado por la regla de la
fuerza bruta, pero estas son nimiedades.
“Washington creía que su primacía
incuestionable le permitía determinar el futuro de otros países además del
suyo propio. En lugar de utilizar el momento único de dominio
estadounidense para profundizar y fortalecer el orden basado en reglas,
Occidente dejó que ese sistema se marchitara”. Es realmente esclarecedor seguir
a Foreing
Affairs cuando dice que Estados Unidos tendrá que reducir su
inclinación por el unilateralismo, porque “Washington ignoraba regularmente las
reglas que no le gustaban, como cuando intervino en Kosovo en 1999 e Irak en
2003, después de no poder obtener un mandato de la ONU, y cuando torturó a los
detenidos durante su guerra contra terrorismo.”
Como queda claro, el mundo basado en
reglas las puede romper quien las diseñó, no los demás. Al caer la Unión
Soviética, las oportunidades abiertas no fueron aprovechadas, entre otros, por
los estadounidenses, y los europeos sufrieron sus propios delirios, creyendo
que el fin de las divisiones de la Guerra Fría en el continente significaba el
fin del conflicto. Se vieron a sí mismos como Estados posmodernos que
podían confiar en la cooperación y las instituciones multilaterales para
mantener la paz, a pesar de que la proliferación nuclear seguían siendo una
amenaza, y se contentaron con dejar que Washington abordara tales problemas y
les pasara la factura después.
La arrogancia estadounidense y las
ilusiones europeas dominaron el día, y los líderes occidentales ignoraron las
señales, como la invasión de Georgia en 2008 y luego, seis años después,
la anexión rusa de Crimea, el impulso de una rebelión separatista en Ucrania,
todo sin ninguna lógica, por supuesto. En un momento Wall Street dependía cada
vez más de las riquezas chinas, y cuando llegó la pandemia de COVID-19 los
países respondieron sin actuar colectivamente contra una amenaza común, sino
aplicando políticas de “cada país por sí mismo”. El orden mundial, en
resumen, se estaba desmoronando.
La solución pasa, entonces, como
primer paso, en crear un nuevo grupo, el G-12, compuesto por los miembros
actuales del G-7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino Unido y
Estados Unidos), además de Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur y la
UE. La OTAN tendría un asiento en la mesa para todas las discusiones
relacionadas con la seguridad. Este G-12 es el hogar de casi mil millones de
personas y representan más del 60% del PIB mundial y del gasto
militar. China y Rusia juntas son más pobladas pero constituyen apenas el
20% de la producción económica mundial y solo el 17% de su gasto
militar. La OTAN debe reforzar su presencia desde el Báltico hasta el Mar
Negro, y se prepara para recibir a Finlandia y Suecia como nuevos miembros y,
por qué no, expandirse por Asia.
En un contexto de agitación sin
precedentes, esta es la salida que proponen los EEUU, acompañados por los
líderes occidentales, reunidos en dos importantes cumbres. Esto ante la primera
gran guerra en Europa, en treinta años, las tasas de inflación
más altas en décadas y una crisis alimentaria mundial que empeora
rápidamente. Incluso en los desafíos más inmediatos, como la crisis del
costo de vida, los líderes del G7 tienen pocas respuestas efectivas que
ofrecer. Esto se debe, en parte, si no predominantemente, a que los
impulsores clave de la crisis económica global son ellos mismos y la han puesto
fuera de control.
Mientras todos juegan a que Ucrania
ponga los muertos, los complejos energéticos y bélicos obtiene las ganancias,
nadie parecería mirar lo que viene, solo y muy tímidamente la industria
alemana. Una interrupción repentina en el suministro de gas de Rusia provocaría una caída
del 12,5% en la
economía alemana y 5,6 millones de puestos de trabajo se verían afectados,
según un estudio presentado por la «Asociación de Empresas Bávaras”. O la
degradación del PBI, con la continua inflación como muestra el cuadro.
Fuente: El Tábano Economista en base
a Eurostat
La alianza de la OTAN trabaja para
aumentar la presión sobre Rusia por su conflicto con Ucrania al tiempo que
subrayan sus continuas preocupaciones sobre China, como vimos. Este grupo de
militantes, que ya ha creado problemas para Europa con su expansión, ahora está
tratando de crear su propio capítulo para interferir en Asia-Pacífico.
*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista.
Comentarios
Publicar un comentario