Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 47 ... El peligro acecha ... por Favio Camargo

 


Cuando hace más de cien años los hermanos LUMIERE, entre otros, crearon los primeros dispositivos capaces de capturar imágenes en movimiento, lejos estaban de imaginar el negocio futuro del entretenimiento audiovisual.

Como muchos saben el cine en sus inicios se basaba en pequeños cortos de pocos minutos que reflejaban la vida diaria. Por supuesto en esos primeros instantes de vida el cine fue “mudo” y en “blanco y negro”.

Al contrario de lo que puede pensarse, fue el color el primero en llegar antes que el sonido. Hubo mucha resistencia al sonido en un principio porque se temía la pérdida de mercados entre los pueblos que hablaran un idioma diferente al de los actores en pantalla, hecho que pudo remediarse con la aparición del doblaje y los subtítulos.

Muy pronto se dieron cuenta de que las personas estaban dispuestas no solo a pagar para verse ellos mismos en pantalla sino que también querían ver el mundo exterior o lo que hoy llamamos ficción o recreaciones históricas. Y así comenzó a dar sus primeros pasos el cine como entretenimiento.

Ya para 1914, Primera Guerra Mundial, el cine era un medio masivo y se lo utiliza en ambos bandos como elemento no solo de información, sino también de propaganda. Las escenas de batalla, rara vez son reales, ya que las cámaras de la época no eran aptas para ser sometidas al trajín de una situación de combate, pero los desfiles o las escenas de los soldados despidiéndose, o llegando destruidos mental o físicamente si son reales. La mayor parte de ese primer material se encuentra perdido para siempre o esperando en alguna lata, como ocurrió hace unos años cuando se encontró aquí en nuestro país una versión completa de “Metropolis” de Fritz Lang que se creía perdida para siempre.


En el caso del cine nacional, los primeros años se encuentran perdidos casi en su totalidad, de más de 2000 películas filmadas entre 1900 y 1930 solo sobreviven una docena.

Es que no se pensaba en conservar las películas a modo de bienes culturales como lo vemos hoy, no por maldad o ignorancia, o como dicen algunos que se vendían para hacer con el film las punteras de los cordones de zapatos…también hay que sumarle el hecho de que los primeros materiales fílmicos eran muy inflamables y tomaban fuego a veces de manera inesperada.

Muchos creyeron que el cine iba a ser uno de esos tantos inventos que surgieron en la época de oro de la técnica de nuestra civilización europea, pero que rápidamente iba a pasar al olvido. En tiempos anteriores al surgimiento de la radio, la televisión y los videojuegos, el entretenimiento estaba fuera de la casa, por ello eran tan comunes otros grandes desaparecidos en los pueblos como los son las salas de juegos y los cafés.

Desde el advenimiento de la televisión, el videocasete y por ultimo las plataformas de contenidos audiovisuales “on demand” el cine como evento colectivo comenzó un lento proceso de caída en una crisis que llevó a la desaparición casi de este como actividad comercial, eso creo que es algo a la vista de todos.

Si bien el hecho de concurrir a un lugar público a ver una película traía ciertos inconvenientes, como en algunos casos que me han relatado personas mayores, el hecho de que no te dejaran entrar a  ver la proyección por la ropa que tenías puesta, o también tener gente fumando al lado o hablando y cosas así…hay algo diferente en ver una película en el cine.


En lugares como Dorrego donde el atraso y el aislamiento es una elección de la mayoría del pueblo, la aparición de las plataformas y de las compras de libros por internet por ejemplo, nos ha mejorado la vida dándonos acceso a derechos culturales que antes se nos negaban, eso es imposible de negar. Méritos del capitalismo diría un amigo para hacerme encabronar…

El edificio del ex cine “San Martin”, de largo tiempo abandonado enfrenta un futuro oscuro. Si lo dejamos en manos de la maligna inutilidad de los políticos locales, solo podemos esperar negociados o algo nefasto como una iglesia de telepastores, una playa de estacionamiento o un bingo.-

 


*Favio Camargo. Docente, estudiante del Profesorado de Historia en la Universidad Nacional del Sur

 

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