Revista Nos Disparan desde El Campanario Año III Nro. 47 La Libertad Totalitaria… por José Daniel Arias Torres
Fuente: Bloghemia
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"La intención es homogeneizar a
la sociedad a través de la diferencia para que esta se haga pasiva y
receptiva, eliminar en apariencia las amenazas a la libertad individual e
imposibilitar, de esta forma, cualquier tipo de oposición al sistema
mismo .." - José Daniel Arias Torres, Licenciado en Relaciones
Internacionales por la Universidad Iberoamericana de Puebla.
El capital estandariza las prácticas
de tolerancia en sus múltiples formas y hace del respeto a la diferencia una
cuestión hegemónica, la sociedad contemporánea se arroja a la conquista de esta
aparente igualdad discursiva y respeto a la diferencia, pero el sistema sabe
leer bien las demandas y cambios, como siempre lo ha hecho, se adapta a estos
movimientos y hace suyas las luchas sociales creando nuevos productos,
tendencias, experiencias y conceptos para esa nueva forma de mercado, cliente,
comprador, usuario y consumidor, vaciando a la lucha de significado real y
llenándolo de mercadotecnia, haciendo de una cuestión con fundamento
revolucionario, una mera cuestión de consumo que es, por supuesto, consumida
por las masas, al haber sido presentada por los representantes del capital,
como productos, experiencias y servicios revolucionarios que se pueden comprar.
El ser humano en sus inicios
prehistóricos, tomando un atajo como especie y acelerando el proceso evolutivo,
no se adaptaba biológicamente al cambio, sino que adaptaba el entorno a sus necesidades
a través del lenguaje fundando así la cultura. Como si fuéramos víctimas ahora
de nuestra propia naturaleza, el mercado en su relación simbiótica con las
democracias liberales, ha comenzado a adaptar el entorno social a uno
"libre de cualquier forma de violencia", al menos en el discurso y de
igual manera a generar un consenso con relación a la libertad individual, una
forma de libertad propia del sistema capitalista que aísla y se cierra sobre el
sujeto aislado imposibilitado de generar sociedad y política, libre de comprar
o elegir sobre diversas opciones preseleccionadas, es decir, libre dentro de
los limites sistémicos, sin embargo, tan solo y egocéntrico que se ve
incapacitado para la generación de organización y acción política, siempre como
receptor pasivo del cambio aprobado, pero nunca generador de este.
Por otro lado, en esta generación de
"entornos libres de violencia" al individuo posmoderno se le mutila
de su capacidad de respuesta y defensa, al ya no haber supuestamente una
amenaza en el exterior y al generar un espacio publicitario al respeto y
tolerancia –reitero que esto es real solo en el discurso- es extirpado de
su instinto de supervivencia al ya no existir depredadores, lo que en términos
políticos es similar a decir que el sujeto embriagado por la supuesta
“inclusión” que se gesta desde los representantes del mercado a través de
campañas publicitarias o pronunciamientos, pierde su capacidad de resistencia
al concebir al mercado como aliado y no como amenaza existencial, sin embargo,
se tiende a olvidar que el generador de este “entorno libre de violencia” es el
depredador por excelencia actual, el cual es el sistema capitalista y se
prefiere ignorar el hecho de que siempre existirán amenazas humanas externas
que violenten o amenacen la integridad física y moral de uno, sin entrar en el
debate de la bondad o maldad natural humana, un sujeto siempre se encontrará
–si reducimos a estos dos categóricos a la humanidad- con individuos malos y
buenos, que lo ayudarán y perjudicarán, en otras palabras, al fomentar este
tipo de entornos libres de violencia promovidos por el sistema capitalista, uno
que por su propia naturaleza es violento, estamos recayendo, irónicamente, en
un entorno violento y quedamos desprotegidos a las agresiones del capital al
creer que por campañas incluyentes este nos representa y respeta, es decir, nos
hacemos sumisos a sus designios.
De la misma manera, esta forma
de entorno libre de violencia y de intolerancia a la intolerancia misma, es
solo la forma visible de la adaptación del sistema a las circunstancias y una
estrategia de mercado que al mismo tiempo mantendrá a flote la supervivencia
del sistema. Se moldea y dirige la indignación social hacia sectores
conservadores que poco tienen que ver con el poder o el mercado, se les
convierte en los enemigos comunes de la libertad, ignorando que el sistema se
alimenta de estas pugnas intra-sociales, y que el sistema apela a la diferencia
solo por ser un extenso mercado a explotar, ignorando que estos nuevos “entornos
libres de violencia” se generan desde el capital y están cimentados sobre la
violencia misma, es decir, el capital redirige la indignación sistémica a
sectores “intolerantes”, librándose de los ataques directos, su protección es
un eslogan y campaña publicitaria que es aplaudida, a pesar de que en la
práctica sean los bastiones de este sistema fundado en la desigualdad. Estas
dinámicas en las que el capital se protege a si mismo desviando la lucha hacia
cuestiones fútiles que no cambiarán nada de fondo y permaneciendo intacto
gracias a su capacidad líquida de adaptación, pueden ser fácilmente trasladadas
a la cuestión ambiental.
Se aplaude el mensaje sin
cuestionarse la procedencia de este, "La inclusión es lo de hoy" reza
el mercado y el mensaje se propaga por medio de slogans y campañas haciendo que
todos los grupos se sientan incluidos en las marcas -como si eso diera
identidad real- de esta forma se crea el sentimiento de habitar un entorno
libre de violencia, el sujeto deja de ser crítico ante el sistema, es decir,
sus defensas se desactivan y este se hace un receptor pasivo dispuesto al
sistema, si no hay violencia o amenazas no hay necesidad de resistencia, se
hace un objeto moldeable que a su vez dejará de atacar las prácticas enfermizas
de los representantes del capital por haber sido incluido superficialmente en
el sistema, se hace a la sociedad algo pasivo que se imagina a sí misma en un
entorno cada vez más seguro, entregada a los designios de un capital al que
aplaudirá siempre que abogué por la diferencia discursiva, a pesar de que
su naturaleza en si sea violenta y opresiva.
La intención es homogeneizar a la
sociedad a través de la diferencia para que esta se haga pasiva y
receptiva, eliminar en apariencia las amenazas a la libertad individual e
imposibilitar, de esta forma, cualquier tipo de oposición al sistema mismo,
cualquier debate acerca de una libertad diferente a la hegemónica, diferente a
la libertad de mercado, una que verdaderamente abogue por el ser y la humanidad
en su coexistencia con lo natural.
La defensa de la libertad parece lo
más importante hoy en día, sin embargo, es un tipo específico de libertad la
que se defiende, una libertad sin límites y egoísta, un régimen totalitario de
la libertad, esta carencia de límites en la libertad es lo que conlleva a las
crisis actuales, pues si mi libertad de ser es infinita y sin límites y si en
el sistema actual soy lo que tengo y lo que hago, en ese caso, nada me
importará hacer, despojar y destruir sin moderación para llegar a ser, esto es
lo que ha llevado a las crisis ambientales actuales, sin mencionar otra larga
serie de crisis contemporáneas. Este régimen totalitario de la libertad se
conjuga con su antagónico cómplice "la democracia de la libertad",
pues esta forma de libertad promovida por el capital es una en la que hay
cabida para todos los grupos, es decir hay una aparente representación de
estos, aunque en realidad estos solo le signifiquen consumidores, usuarios o
electores a los que no dudará en desechar en cuanto le representen pérdidas o
riesgos mayores, un capitalismo que se adapta al cambio, pero que igualmente
adapta y que, a pesar de eso, es defendido por ser "incluyente".
Calvin Klein y la repentina defensa
popular que recibió su campaña publicitaria, o la cacería de brujas social que
medios de comunicación emprendieron contra empresas que no se pronunciaron con
respecto a lo acontecido con George Floyd y el movimiento racial, solo muestra
que el individuo se ha pacificado y defenderá al capital y sus representantes
siempre y cuando se sienta representado por estos en el discurso, a pesar de
que, al formar parte del sistema, lo violente, estos representantes del capital
se hacen líderes fascistas abstractos a los que el individuo se adhiere en su
búsqueda de identidad, una que, de pronto, es otorgada por el mercado como un
regalo conceptual y se le adora, a pesar de ser explotadores y violentos. Los
representantes del capital no necesitan, ni deberían siquiera pronunciarse con
respecto a luchas sociales por simple ética, los fines que persiguen son de
mercado y prestigio, no de rebelión, tampoco tendrían que hacerlo por sencilla
congruencia al ser entes que sobreviven solo gracias a la desigualdad fundante
del sistema capitalista, finalmente, fueron las empresas y firmas que no se
pronunciaron al respecto, las que más moral y congruencia tuvieron, sin embargo
se festeja la hipocresía de las que sí lo hicieron y la hipocresía vende.
Él revisionismo que se está
realizando con respecto a las cuestiones políticamente correctas no es más que
otra parte de este problema de sumisión, si bien es cierto que los problemas
existen y se debe hacer algo al respecto, la solución no debe emanar del
sistema que es origen y causa de estos, eliminar ciertos símbolos que representan
o representaron a la esclavitud, racismo, misoginia, etcétera, no es acabar con
el problema, se les debe dejar de engrandecer, claro está, pero este dejar de
engrandecerlos solo puede emanar del recordarlos, no de borrar sus rastros
históricos, este proceder solo conlleva a la amnesia social y no a la justicia,
eliminarlos es hacerlos inexistentes y con ello, hacer inexistente el problema
mismo, un problema que si no existe, no puede ser conceptualizado, teorizado y
accionado, no puede ser visualizado y, por ende, continuará presente pero sin
historia, lo que conlleva a que sea posible que, generaciones posteriores,
conciban estas problemáticas sociales como cuestiones “naturales”,
apriorísticas, sin historia, sin pasado y por ende, sin solución cultural pues
se verán como cuestiones fundantes del ser humano contra las que nada se puede
hacer.
En esta lógica social de pretender
crear un entorno libre de violencia, es la que provoca que cuando la violencia
habita en la misma historia, se eliminan y se borran símbolos y restos que
tienen inscrita la violencia en ellos, y con ello se escribe una nueva versión
de la historia sin los importantes antagónicos que la hicieron, y que es
importante recordar para no recaer en ello, recordar de qué somos capaces como
especie y recordar que las desigualdades e injusticias son una cuestión
histórica y de poder, y no biológica.
De esta forma tenemos a un individuo
que destruye la memoria de su pasado y mutila los restos de quienes o lo que le
resulta un pasado incómodo, la incomodidad es una cuestión que activa la
respuesta defensiva humana, que activa su capacidad de movimiento, cambio y
resistencia, es decir, el sujeto posmoderno es uno que tiende a
“deshistorizarse” al cargar a la historia misma con una moral correctiva, y no
como un campo que presenta hechos, que al ser analizados, pueden caracterizarse
como acontecimientos y procederes correctos incorrectos por el lector o
estudioso de la historia que está contextualizado en un entorno con una moral
dominante, una que variará dependiendo del momento y lugar en que esa historia
sea estudiada, claro, la historia la hacen los vencedores, sin embargo, los
acontecimientos actuales parecen pretender descargar a la historia de las
antagonías que le dieron origen y que, por tanto, le dan una explicación social
y no natural a nuestro devenir actual. Una explicación social e histórica del
presente tiene que ver con contextos, creencias, cosmogonías y relaciones de
poder, son cuestiones no absolutas que se pueden contrarrestar por nuevos
procesos sociales y que así se posibilita el refundar a la sociedad misma en
una más justa, a su vez, posibilitarán que en el futuro las prácticas se puedan
volver a refundar al ser creaciones sociales e históricas. Una explicación
natural, por otro lado, se percibe como cuestión cuasi divina imposible de ser
refundada por procesos sociales.
El individuo contemporáneo parece ser
un ser pasivo que habita un “entorno libre de violencia” artificial creado por
el mercado y el poder, un entorno superficial que incluye a la diferencia en el
discurso, así es mutilado de su capacidad de defensa ante la aparente ausencia
de amenazas o enemigos, un individuo moldeable que se hace consumidor ideal de
la diferencia, uno que a su vez elimina elementos importantes de su historia y
con ello, elimina a la historia misma, al no tener historia y ser totalmente un
receptor pasivo de las creaciones del mercado, el sistema es libre de escribir
también su futuro y ser, en apariencia, un sistema inmanente, omnipresente e
infinito.
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