Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 47 El campo de la política no está en el green de una cancha de golf…. Por Gustavo Marcelo Sala

 

Somos expertos en describir al enemigo. Podemos armar una biblioteca al respecto. Detallamos puntillosamente y sin ningún tipo de originalidad lo que hace, porque todo lo que hace está a la vista, amparado por la impunidad que le da el establishment al cual representa y pertenece. Esto resulta una verdad de Perogrullo a estas alturas debido a que es la propia historia la que nos demuestra ese repetitivo y exitoso comportamiento político. Sabemos de lo que capaz, pues es competente de todo lo peor que un colectivo con decisión, influencias y poder real puede concebir a la hora de la destrucción de una sociedad para su propio beneficio.

Sin embargo creo que lo que no sabemos es combatirlo políticamente, somos expertos en diagnósticos, bastante distraídos a la hora de la defensa y totalmente inútiles a la hora del contra-ataque. Va de suyo, tristemente eso lo desarrollamos a la perfección y casi profesionalmente puertas adentro so color crítico.  Acaso vaya siendo hora de abandonar como rol cardinal el simple, cómodo e indignante acto de testimonio para comenzar a poner sobre la mesa política la acción concreta, es la hora del combate, no estamos consensuando y cediendo ante brillantes politólogos, corajudos patriotas u hombres de avanzando nivel intelectual, lo estamos haciendo ante caníbales, ante psicópatas, ante perversos, es necesario recuperar el coraje militante, no podemos permitirnos acostumbrarnos a ceder y menos acostumbrarnos a perder derechos.

Una amplia franja del movimiento nacional y popular, sobre todo su dirigencia, los distintos ejecutivos en todos sus niveles, y gran parte de sus voceros pertenecen a la burguesía, movilidad social ascendente de la cual el kirchnerismo fue determinante como motor durante sus doce años, cosa que no está mal en tanto la conciencia social y humanista supere cualquier apetito de clase, lo único que espero es que ese componente burgués no nos haya quitado lo valiente a la hora de la imperiosa confrontación.

En el código penal está condenado todo, menos la perversidad a la hora de actuar políticamente so pretexto de ser encuadrados como “actos de gobierno”, cosa que bien practican la plutocracia y el poder real, es la impunidad e inmunidad jurídica del poderoso. La cárcel en sí propio no habla de tu condena, quien habla de tu condena es el carcelero. Cuanto más perverso es este y su mandante mayor será tu expiación, tu inocencia, tu elevación histórica. Nadie le devolverá a Mandela sus veintitantos años preso, ni a Daltón su cabeza, solo la historia los hará inmortales, cosa que no consiguió su carcelero. El burgués argentino, incluso dentro del colectivo nacional y popular, cree firmemente en la cárcel como acto reparador de sus carencias y humillaciones.

La palabra preso surge más rápido que las palabras justicia o legalidad o que el término condena social. Tal vez este término, de aplicarlo, muy cercano al de conciencia social, nos hubiera ahorrado mucho de los peores momentos vividos, por caso no permitir que el empresario bananero Mauricio Macri arribe a la primera magistratura de la república. No me interesa Macri preso, ni lo deseo, ni muerto me importa, el daño que hizo, el daño que nos hizo está por encima de una celda o un cajón, recintos que seguramente de darse serán VIP. Allí, estimo, no habrá marchas ni monigotes testimoniales. Creo más en la historia y sus conclusiones que en el presente y sus operaciones, creo más, para su construcción, en nuestras huellas que en la incidencia de los medios y la opinión publicada. Me encuentro absolutamente angustiado y entristecido. A excepción de Cristina y algunas almas dispersas, muy pocas por cierto, de aquel kirchnerismo coraje del cual participamos activamente, el que nos inflaba el pecho y nos invitaba a la epopeya liberadora y soberana no ha quedado nada en píe, ni siquiera muchos de aquellos que dicen amarlo recuerdan las heridas. El campo de la batalla cultural, cortado su césped cual green de cancha de golf, está cooptado mansamente por el enemigo a su medida, comodidad y antojo luego de haber disparado un par de tiros y sonreír ante nuestro desbande, lo patético es que muchos de los nuestros pastorean en dichos predios, felices, entre ribs de cerdo con barbacoa, hog dogs, bacon y palomitas, peaje mediante, incluso hasta el modo en el cual construyen conceptos y relaciones, y en consecuencia sus conclusiones, guardan la misma cosmética banal que posee el sentido común burgués. En el presente leo espacios en donde no me reconozco un par, me siento extranjero, sitios en donde el sujeto, el verbo y el predicado es extremadamente tilingo y medio pelo: “empático, emprendedor, individualista, egocéntrico, influencer”, lugares en donde el héroe dejó de ser colectivo, dejó de ser altero, dejó de ser compañero, en donde una selfie vale más que mil palabras, una acción concreta que pone en juego la dignidad y hasta una osadía. Aun así el enemigo urgente está allí, pronto a por un nuevo zarpazo, con el poder de daño intacto, y esa es la única realidad tangible. Muchos de nuestros pensadores partieron pero dejaron en el camino lecturas que es necesario retomar y repasar. Horacio González, José Pablo Feinmann, nuestros Mariano Liébana y Antonio Diez. Temo que ese pastoreo banal nos ha engordado de comodidad y esas diferencias conceptuales en lo cultural, en lo social, en lo económico y en lo político son más difusas, menos determinantes, tal vez se han acuarelizado. Acaso Alberto está llevando su plan exitosamente, ese que perjuró en varias entrevistas delante de periodistas del establishment antes de asumir, el de ser el presidente que termine con la grieta, blanqueando de ese modo un sofisma instalado por el propio poder real, aceptando su dialéctica, exhibiendo de antemano absoluta subsumisión al relato dominante.

Toda persona subsumisa al poder real, inofensiva, lo que se suele definir como burgués acobardado, que no escruta la ignominia del modelo vigente gozará de prestigio y será encumbrada en altares inmerecidos por talentos inexistentes. En nuestro Pago, sin alejarnos tanto, el campo nacional y popular eleva candelas a personajes cuya capacidad intelectual, compromiso militante con la causa de los urgidos y la nobleza humanista conviven con el arsénico del subsuelo, mientras la vulgaridad oficia como la característica más extrema, resulta vomitiva la cobardía dirigencial que se abstiene de colocar el conflicto sobre la mesa de debate, sin embargo el sentido común logra exitosamente que todo siga su curso sin sobresaltos, aunque eso se constituya como un fraude en sí propio.

 


*Gustavo Marcelo Sala. Editor. Escritor


Comentarios

  1. Coincido en que la cobardía dirigencial impide tomar decisiones de fondo

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