Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 47 Historias horribles. Hoy: Gino Girolimoni, el “monstruo” de Roma por Eddy W. Hopper
Gino Girolimoni fue un fotógrafo y periodista nacido en 1889, que a sus
más de 35 años ejercía su profesión en la Roma convulsionada de Benito
Mussolini.
A mediados de la década de 1920, la sociedad romana se consternó por la
generación de crímenes perpetrados sobre niñas, cuyos cuerpos fueron
encontrados arrojados incluso dentro de iglesias. La perversión, que se
renovaba mes a mes con cada noticia policial no podía ser conjurada por el
fascismo en alza, en la propia capital del país. Las investigaciones no daban
resultados positivos: decenas de "sospechosos" eran rápidamente
descartados, por falta de pruebas o por eficiente accionar del delincuente.
A la par, crecía la demanda popular de justicia. Cada nuevo delito
acentuaba el terror; cada noche anunciaba la posibilidad de una nueva muerte.
Durante tres años, el asesino no fue encontrado. Mussolini, hastiado,
ordenó que "apareciera", a como diera lugar.
Así que el policía a cargo de la pesquisa decidió crear un enemigo
ficticio: su antiguo compañero de armas Gino Girolimoni, librepensador mucho
más inteligente que él y quien, además, no se guardaba opiniones adversas
respecto de las actitudes avasallantes del Duce, del acatamiento sumiso del
pueblo y de la obsecuencia de los funcionarios.
Gino Girolimoni fue interrogado, como sucede en estos casos, a los
golpes. Nada tenía que ver con los ataques de todo tipo a las menores; pero
Mussolini necesitaba potenciar su máxima "tanti
nemici, tanto onore" con la que construía la inmoralidad de uno de los
pueblos más degradados de la historia italiana. Hasta el propio apellido del
inocente le venía bien a ese propósito: "girolimoni", vuelta,
enrosque, elucubración, perversión. Todos los preconceptos lombrosianos cayeron
sobre el acusado.
La prensa, a la vez, publicó diariamente su retrato. Lo estigmatizó de
todas las formas discursivas posibles: desde la narración fantasiosa hasta el
insulto directo. Por los medios se fogoneó la demanda de su encarcelamiento y
muerte, fundada en una culpabilidad que sólo reconocía sostén en lo que
"creían" los "padres y madres" italianos, que cultivaban
"sanos sentimientos" y deseos de un país honesto y puro en el que las
leyes se cumplieran. Sin embargo, lo que todos ellos "creyeron"
fueron las historias y retuerzos ficcionales que inventó la prensa y que apoyó
el gobierno de entonces. "Creyeron", además, impulsados por sus
limitaciones culturales. Este andamiaje de sinsentido, sin embargo, no pudo con
la verdad de los hechos. La verdad paralela, fundada en "lo que le
parecía" a una mayoría, cayó cuando sucedió lo esperable: la aparición de
otra niña abusada y muerta, depositada en otra iglesia.
Gino Girolimoni no tenía nada que ver: estaba encarcelado desde hacía 11
meses.
El gobierno fascista ordenó a la prensa NO HABLAR MÁS DEL TEMA.
Desapareció "El Monstruo de Roma". Se dictó una resolución que lo
libraba de toda culpa y de todo cargo: Girolimoni fue puesto finalmente en
libertad. Sin embargo, la vida del falsamente acusado no volvería a ser jamás
la de antes. La brutalidad de una opinión pública voluntariamente ignorante, la
falsa moral reinante y aun la imposibilidad de una mayoría deteriorada de
reconocer la realidad de los hechos, se aunaron para construir la verdadera
desgracia del fotógrafo. Luego de la instalación de su culpabilidad por parte
de la prensa, nadie reivindicó su imagen. El daño ya estaba hecho: para la
sociedad, continuó siendo el "monstruo". Girolimoni fue despedido del
periódico en que trabajaba, por razones de desprestigio. Nadie más le dio
trabajo, con argumento en las derivaciones de una condena social que nunca cesó
de arrojar terrones a su sepultura en vida. Sus amigos lo abandonaron y no pudo
anudar nuevas relaciones. Las pensiones no aceptaban alojarlo. La policía lo
continuó hostigando. La gente se apartaba al verlo. Los cafés, los cines, las
panaderías, los consultorios médicos, le impedían el ingreso. Hombres y mujeres
lo insultaron por la calle, durante las décadas que siguieron y hasta su
muerte, en 1961.
Tiempo después, se habría descubierto a un sacerdote inglés de apellido
Brydges, quien habría sido el autor de estas aberraciones, pero que jamás fue
acusado. También se barajó el nombre de una persona que padecía una afección
mental, fuertemente ocultada por su familia (la que, incluso, llegó a casarlo
con una pariente para figurar un "estado de honorabilidad").
Gino Girolimoni sobrevivió reparando bicicletas y como zapatero en
sectores marginados, únicos lugares donde desde entonces pudo vivir. En Roma se
había instalado una voz: "girolimoni", como sinónimo de pedófilo o
pervertido.
En 1972 se estrenó "Girolimoni, il mostro di Roma", dirigida
por Damiano Damiani, en la que Nino Manfredi encarna a la víctima del error
social y judicial. La recomiendo.
El primer acto de desagravio surgido de los mismos medios que lo estigmatizaron
y dirigido hacia la misma piara que lo condenó se dio recién en el año 2009,
cuando ya nadie conocía o le importaba el asunto.
*Eddy W. Hopper. Abogado
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