Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Número 47… La Gioconda por Guillermo F. Sala

 

SEGUIMOS…

Retomamos la costumbre de abrir esta ventana que me presta Gustavo, en la que penetre un aura diferente a lo cotidiano, con la propuesta de interesar en otras derivas más afines a la actividad intelectual artística de hombres y mujeres con historias reconocidas y descubrir  el por qué o cómo llegaron a crear trabajos excepcionales.

Empezaremos la saga con Leonardo di ser Piero (hijo de Piero) nacido en 1452 en la villa de Vinci en la Toscana, considerado el Homo Universalis por antonomasia.  También conocido por Leonardo. Aprendió desde muy joven en el taller de Verocchio, el cual era visitado por numerosos artistas.

Dentro del Cinquecento los primeros años están presididos por las tres grandes figuras: Leonardo  que marca la transición de siglos, Rafael y Miguel Ángel que cuentan con el mecenazgo de los Papas.

Murió en Francia en 1519. Allí había acudido reclamado por el rey Francisco I interesado por rodearse de artistas e intelectuales que difundieran el Renacimiento. 

Relatarles algunas particularidades de su obra más conocida, sería un principio para incentivar la investigación de los trabajos de este polifacético hombre.

 

La Gioconda

 

Fecha estimada: 1503 a 1519

Dónde verlo: Museo del Louvre (París)

Técnica. Óleo sobre tabla

Formato. 77 x 53 cm 

La Gioconda es un óleo renacentista (Cinquecento) obra del maestro Leonardo que además de pintor, fue un genio del arte y la ciencia.

Esta obra pictórica lleva siglos siendo un misterio para los estudiosos del arte. ¿Quién es La Gioconda? ¿Qué quiere decir esa enigmática sonrisa? Son preguntas que llevan haciéndose los expertos desde hace siglos.

 

Los críticos no se ponen de acuerdo sobre la identidad de la modelo. Así, se ha incluso conjeturado que podía ser un joven vestido de mujer, una de las amantes de Giuliano de Medici e incluso un retrato del propio Leonardo como mujer. Una de las últimas teorías considera que Leonardo pintó en ella a su madre o una imagen idealizada de ella. Está teoría psicologizada generaría una especie de virgen laica en la que Leonardo plasma esa mujer o madre ideal, siendo quizás el motivo por el cual nunca consideró que el cuadro estaba terminado, ni la entregó a quien se supone la encargó, el rico comerciante de telas florentino Francesco del Giocondo.

 

Sin embargo, la teoría que tiene mayor aceptación, es la recogida por el historiador de arte Giorgio Vasari (1550), y es que se trataba de Lisa Gherardini, Mona Lisa, la mujer del aquel comerciante.  

 

Leonardo se quedó con la obra y, a su muerte en el año 1519, pasó a ser propiedad del rey Francisco I de Francia.

 

La Gioconda se ha admirado desde siempre por su enigmática sonrisa, su serena belleza y su fascinante mirada.

 

Se realizaron muchas pruebas sobre la pintura para detectar su origen y uno de los grandes descubrimientos son las marcas que se aprecian en los ojos de La Gioconda: una LV en el ojo derecho, y que podrían ser las iniciales del pintor, y las letras CE o CB, en el ojo izquierdo. Además, en el arco de uno de los ojos puede apreciarse el número 72 en números romanos (LII).

 



 


 

 

En cuanto a la sonrisa, al parecer, el objetivo de Da Vinci es que desapareciera al mirarla directamente y reapareciera al fijar la vista en otras partes del cuadro. El juego de sombras impide saber a ciencia cierta si realmente La Mona Lisa sonríe o hace un gesto de amargura.

 



 

 

La figura aparece sentada en una silla y con un paisaje al fondo, siendo una fórmula que influenció en el arte florentino y lombardo de comienzos del siglo XVI y que entronca con las vistas en tres cuartos de figura con paisaje, entorno arquitectónico y manos unidas típicas del retrato flamenco de la segunda mitad del siglo XV. Los aspectos novedosos añadidos por Leonardo son la técnica del “sfumato” o ilusionismo atmosférico, la monumentalidad y el equilibrio que aportan a la figura un aspecto irreal y enigmático.

 



 

 

 

Leonardo empleó esta técnica para difuminar los labios y los ojos, además de los rizos del cabello, que se funde con las rocas del paisaje y los pliegues del chal.

Con esta técnica, Leonardo logró recrear los efectos de la luz sobre la piel de la mujer y sobre paisaje, aportando un aspecto casi irreal y una dulcificación del rostro.

Para ello, Leonardo eligió un soporte de madera de álamo preparada con varias capas de enlucido. Una vez preparada la tabla, el pintor dibujó primero directamente sobre ella y después fue pintando al óleo con mucha paciencia y empleando colores muy diluidos. El objetivo último era ir aplicando diferentes capas y que esas superposiciones otorgasen al rostro múltiples efectos de luces y sombras y una gran naturalidad.

La luz se concentra en el rostro y crea un suave sombreado en su lado izquierdo (nuestra derecha). El rostro lleva un fino velo, símbolo de la castidad.

El paisaje en el que se sitúa la figura es muy importante tanto por el hecho de conseguir la profundidad como por resaltar lo enigmático de su sonrisa.

En este paisaje en el que combina, lagos, montañas y niebla aparece todo muy difuminado con lo que crea la profundidad que se consigue nuevamente con el sfumato y con gamas de color frías: azules, plateadas. Este tipo de perspectiva aérea será perfeccionada en el barroco. 




Este interés por la profundidad es consecuencia de sus investigaciones sobre la perspectiva fruto de su experiencia basándose en el hecho de las cosas se ven con menos claridad más difuminadas con la distancia por efecto de la atmósfera.

Además en este paisaje la línea del horizonte no coincide, es más alto  en el lado de nuestra derecha , de modo que al estar la línea del horizonte más baja   a nuestra izquierda  arrastra la mirada hacia abajo y el de la derecha  lo hace hacia arriba pareciendo más alta.

 

El estudio realizado con una cámara de alta resolución mostró cómo Leonardo dibujó el retrato sobre papel y lo transfirió al lienzo con una técnica parecía al calco. También se aprecian marcas y alteraciones como el cambio de las posiciones de los dedos de la mano izquierda, así como el uso de colores más vivos de los que se conservan.

En la próxima entrega continuaremos con el gran Leonardo, con otra de sus obras paradigmáticas.

 

 


*Guillermo F. Sala. Arquitecto

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