Revista Nos Disparan desde el Campanario Año II Nro. 46 Dogmatismos, sectarismos y pensamiento crítico por Víctor Manuel Toledo
Fuente:
Sitio El Viejo Topo
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de Origen: AQUÍ
Los
seres humanos somos la única especie sobreviviente de las 10 que
existieron del género Homo. Hoy, la humanidad se encuentra amenazada
de manera doble: por la crisis del clima (macroamenaza) y por la pandemia del
Covid-19 (microamenaza). Para complicarlo aún más un tema que reiteradamente se
soslaya o ignora es que los miembros del famoso Homo
sapiens (el mono sapiente), es decir, nosotros, no siempre y quizás
muy poco, se comportan de forma racional. Por el contrario, las creencias (es
decir, los deseos, ilusiones, suposiciones e intereses) tienden a imponerse a
los conocimientos, generando una falsa imagen de la realidad, algo que no ayuda
mucho en una situación de emergencia como la actual, cuando más necesitamos del
pensamiento objetivo. En realidad esta problemática surge de la aceptada
desarmonía entre la emoción y la razón, entre el sentir y el pensar. Entre los
variados intentos por explicar esta situación destaca la teoría de los
tres cerebros desarrollada por el neurocientífico Paul MacLean entre 1949
y 1964. Según ese autor, el cerebro humano está anatómicamente formado de un
cerebro primitivo de origen reptiliano, uno medio ligado a los primeros
mamíferos y uno propiamente humano donde se realizan las funciones más
complejas y abstractas (incluido el lenguaje), los cuales por un error de
diseño no se encuentran completamente integrados. Esta falta de
acoplamiento, se argumenta, surge del ultrarrápido desarrollo, complejización y
crecimiento del cerebro humano que en 1.7 millones de años pasó de unos 850
centímetros cúbicos ( Homo habilis) a mil 500 cc ( Homo sapiens).
Los
avances de las neurociencias, que son muchos, permiten conectar los fenómenos
neurológicos con los mentales, lo cual facilita la comprensión de los
comportamientos humanos (dimensión sicológica) y éstos con los procesos
culturales, sociales y políticos. En este contexto se deben explorar las
actitudes dogmáticas y sectarias que complican aún más el panorama de la
sociedad contemporánea. Todos los avances sociales, culturales, tecnológicos y
cognitivos de la civilización moderna continúan sujetos a los comportamientos
irracionales que generan las religiones, las ideologías políticas, los
fanatismos, las subjetividades diversas. Walter Riso ha realizado un excelente
recuento de ello en un libro accesible: El poder del pensamiento
flexible (2007): Una mente dogmática es aquella que vive anclada a sus
creencias de manera radical, las cuales considera inamovibles y más allá del
bien y del mal… una mente sectaria es la que compagina el dogmatismo, el
fundamentalismo y el oscurantismo en un estilo de vida destinado a estancar el
desarrollo humano y personal. “El dogmatismo es una alteración del pensamiento
que consta de tres elementos: (a) un esquema disfuncional: ‘Soy poseedor de la
verdad absoluta’; (b) el rechazo a cualquier hecho o dato que contradiga sus
creencias de fondo, y (c) la negación de la duda y la autocrítica como procesos
básicos para flexibilizar la mente. El dogmatismo es una incapacidad de la
razón que se cierra sobre sí misma y se declara en estado de autosuficiencia
permanente. La natural incertidumbre es remplazada por una certeza imposible de
alcanzar”.
Hoy,
dos ejemplos tangibles de lo anterior son los 71 millones de estadunidenses que
votaron por D. Trump, y los 49 millones de brasileños que lo hicieron por J.
Bolsonaro, dos sicópatas dogmáticos que carecen de valores humanos. Frente al
pensamiento dogmático existe el pensamiento crítico, que siempre ha existido y
que hoy encuentra su mayor enclave en una ciencia con conciencia. Podemos
definir de manera general al pensamiento crítico como el proceso mediante el
cual se usa el conocimiento y la inteligencia para llegar de forma efectiva a
la postura más razonable y justificada sobre un tema. Ello implica reconocer y
evitar los prejuicios, identificar y caracterizar los argumentos; evaluar con
rigor las fuentes de información, y finalmente ponderar todas las evidencias
para tomar una decisión lo más correcta posible. Las instituciones religiosas,
políticas, ideológicas, militares, financieras e incluso científicas (el
llamado cientificismo) rechazan el pensamiento crítico porque amenaza las
relaciones de poder y dominio que buscan mantener.
La
humanidad se encuentra en una encrucijada y para salir de ella se deben tomar
de manera colectiva decisiones correctas. Tres de los más grandes pensadores
del siglo XX –Arthur Koestler, Erich Fromm y Edgar Morin– ya nos habían advertido
en sus lúcidos textos del peligro que representa esa predisposición del ser
humano a la autodestrucción en una sociedad hipercompleja básicamente inestable
e insana. Como nunca en la historia, hoy necesitamos del pensamiento crítico,
capaz de neutralizar los instintos suicidas que lamentablemente aún dominan al
mundo.
Víctor
Manuel Toledo (Ciudad de México, 1945) es un biólogo mexicano. Doctor en
Ciencias por la Facultad de Ciencias de la de la Universidad Nacional Autónoma
de México, es profesor e investigador del Instituto de Ecología de la UNAM.
Trabaja en las áreas de etnoecología y patrimonio cultural y ecología política.
Fundador
y editor en 1992 de la revista Etnoecológica, revista pionera en el estudio de
las relaciones entre las culturas indígenas y la naturaleza.
Ha
publicado más de 200 trabajos de investigación y divulgación incluyendo 12
libros y más de 40 artículos científicos. Es colaborador habitual del periódico
La Jornada.
Entre
sus libros cabe destacar La ecología del ejido (1976), Ecología
y Autosuficiencia Alimentaria (1985), México: diversidad de
culturas (1995), La paz en Chiapas: Ecología, luchas indígenas y
modernidad alternativa (2000), Ecología, espiritualidad y
conocimiento: De la sociedad del riesgo a la sociedad sustentable (2003)
y Ecocidio en México. La batalla final es por la vida (2015).
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