I
El
Chueco
Jamás
pensé morir aquí, aunque lo merezco. Tengo mala bebida y me bardeò con mi
jermu. Estaba lleno el boliche y había gente que no sabía. Dos barcos bajaban mercadería
desde temprano. Serían las 11 cuando empezamos a chupar y a jugar a las
barajas. Andábamos por las tres de la matina y muchas vueltas de un tinto
grueso que solo te animabas a tomar en esa borrachería del puerto. Además era
eso o caña paraguaya, más cara, y podías quedarte despierto una horita máximo.
Yo
me fui para ganarle su plata al "chueco" que andaba dulce por un
conchabo que lo ocupó hasta que se fue el sol. Hasta ahí andaba derecho. Le había
sacado más de la mitad del jornal, cuando todavía no eran las dos. A los
polacos les quedaban monedas, para un vino más. Maté con un siete bravo la
baraja del Chueco cuando apenas veía la sonrisa desdentada del amigo. No te
dejaba ver ese vino de mierda. Con las dos manos recogí toda la plata, con
muchas monedas y una buena cantidad de billetes arrugados y muy manoseados. Moneda
europea casi toda, la alisaba un poco antes de echarla al bolsillo, contándola
mentalmente. Sorbí un culito que quedaba en mi vaso antes de levantarme cuando
mi contrincante comenzó una larga carcajada que subía de tono, hasta poderse
escuchar en la vereda...
-
Pero
mirá a este sucio, silabeó babeante, le pagamos todo el vino, nos peló y ahora
sin saludar se nos quiere ir pa' las casa
- y otra carcajada, aún más ruidosa que
la anterior. ¿Pa' que irte a la casa, pa'
ver como el Quiroga se coge a tu mujer? ... jajajaja .
Me
le fui tirando la mesa con su carga de vino y naipes. El chueco usaba el cuchillo
con el filo para arriba, eso todos lo sabían todos, yo también. Tal que cuando
le chingué el único trompadón con un ademán lo tenía en la mano izquierda y
como sabíamos con el filo para arriba. Me visteó otro manotazo, cambió de mano
la faca y la metió por el hígado para enseguida con el filo me abría la panza
hasta que no se pudo. Cuando la gorra llegó hablaban de que la sangre se había
salido toda. Suerte que yo ya no estaba sobre el piso mugriento, ya me había
ido, como mi sangre…
II Sorpresas
Marina
y Javier volaron para la casa de ella a
la salida del Colegio. La rubia sabía que su padre, Adrián, no vendría esta
noche hasta las nueve, su mamá Amalia recién volvería al día siguiente del
Congreso en Ámsterdam. Los jueves Adrián jugaba al tenis, y luego cenaba junto a
sus amigos en "La Brigada", cuenta que quedaba a cargo de los perdedores
del partido de dobles. Solo la Abuela Emilia estaba en casa pero ella jamás
entraría a ninguna de las habitaciones. Pasaba largas horas en el living jugando
al Buraco o a cualquier otro con sus amigas y compañeras de la secundaria. Días
pasados, mientras jugaban pensaban en cuántas de ellas habían partido.
Bajaron
del bondi, y corrieron a la casa. Solo escuchaban la radio bajita de la abuela
desde su habitación. Cuando se abrió la puerta que deberían haber trabado y
apareció Adrián, Javier cabalgaba sobre Marina con sus labios pegados y en
medio de grititos de pasión y palabras chanchas. A Marina no le gustaba apagar
la luz de modo tal que aquello era una porno presencial. Se separaron, ambos se
escondieron bajo las sábanas como si fuera una frágil carpa, quedándose quietos
como estatuas, igual que Adrián, el cual se había congelado debajo del marco de
la puerta. Dos minutos duró el silencio mortuorio.
-
Ignacio
y Polo no fueron, y con Santiago decidimos volver caminando. Paramos a tomarnos
un Chivas y a casa. No pasa nada chicos, alguna vez me ocurrió de muchacho.
Vístanse, nos vamos al McDonald´s - y cerró la puerta
Los
chicos tardaron treinta segundos en acabar lo que habían empezado. Entraron
juntos al baño, se asearon, recién en ese instante Javier pudo quitarse el
profiláctico que se veía completo, lo tiró al inodoro pulsando el botón
inmediatamente. Salieron.
Una
vez instalados en una mesa del restaurante de comida rápida y con sus enormes
hamburguesas delante, olvidados prácticamente del episodio, Javier cerró preguntándole
al papá de Marina como había superado su propio inconveniente cuando el padre
los sorprendió....
-
Antes los viejos no lo
tomaban así. Mi novia pudo escapar con su ropa en la mano, y yo quedé de garpe
con el viejo que cerró la pieza de un portazo. Una vez dentro de la habitación
y a los gritos se arrimó peligrosamente a los pies de la cama, que era la de
ellos además. Me sentía muy vulnerable, en bolas y en su habitación. El sudor
salía de mi cuerpo, como si lo hiciera a propósito. ¡Bíblico, estábamos
perpetuando la especie! le juré, y con una finta esquivé la trompada logrando escapar..
*Eduardo De Vincenzi
Comentarios
Publicar un comentario