Revista Nos Disparan desde el Campanario Año II Nro. 45… Relatos breves de Eduardo De Vincenzi

 

 

I

El Chueco

 

Jamás pensé morir aquí, aunque lo merezco. Tengo mala bebida y me bardeò con mi jermu. Estaba lleno el boliche y había gente que no sabía. Dos barcos bajaban mercadería desde temprano. Serían las 11 cuando empezamos a chupar y a jugar a las barajas. Andábamos por las tres de la matina y muchas vueltas de un tinto grueso que solo te animabas a tomar en esa borrachería del puerto. Además era eso o caña paraguaya, más cara, y podías quedarte despierto una horita máximo.

Yo me fui para ganarle su plata al "chueco" que andaba dulce por un conchabo que lo ocupó hasta que se fue el sol. Hasta ahí andaba derecho. Le había sacado más de la mitad del jornal, cuando todavía no eran las dos. A los polacos les quedaban monedas, para un vino más. Maté con un siete bravo la baraja del Chueco cuando apenas veía la sonrisa desdentada del amigo. No te dejaba ver ese vino de mierda. Con las dos manos recogí toda la plata, con muchas monedas y una buena cantidad de billetes arrugados y muy manoseados. Moneda europea casi toda, la alisaba un poco antes de echarla al bolsillo, contándola mentalmente. Sorbí un culito que quedaba en mi vaso antes de levantarme cuando mi contrincante comenzó una larga carcajada que subía de tono, hasta poderse escuchar en la vereda...

-          Pero mirá a este sucio, silabeó babeante, le pagamos todo el vino, nos peló y ahora sin saludar se nos quiere ir pa' las casa -  y otra carcajada, aún más ruidosa que la anterior. ¿Pa' que irte a la casa, pa' ver como el Quiroga se coge a tu mujer? ... jajajaja .

Me le fui tirando la mesa con su carga de vino y naipes. El chueco usaba el cuchillo con el filo para arriba, eso todos lo sabían todos, yo también. Tal que cuando le chingué el único trompadón con un ademán lo tenía en la mano izquierda y como sabíamos con el filo para arriba. Me visteó otro manotazo, cambió de mano la faca y la metió por el hígado para enseguida con el filo me abría la panza hasta que no se pudo. Cuando la gorra llegó hablaban de que la sangre se había salido toda. Suerte que yo ya no estaba sobre el piso mugriento, ya me había ido, como mi sangre…

 

 

II  Sorpresas

 


Marina y Javier volaron para  la casa de ella a la salida del Colegio. La rubia sabía que su padre, Adrián, no vendría esta noche hasta las nueve, su mamá Amalia recién volvería al día siguiente del Congreso en Ámsterdam. Los jueves Adrián jugaba al tenis, y luego cenaba junto a sus amigos en "La Brigada", cuenta que quedaba a cargo de los perdedores del partido de dobles. Solo la Abuela Emilia estaba en casa pero ella jamás entraría a ninguna de las habitaciones. Pasaba largas horas en el living jugando al Buraco o a cualquier otro con sus amigas y compañeras de la secundaria. Días pasados, mientras jugaban pensaban en cuántas de ellas habían partido.

Bajaron del bondi, y corrieron a la casa. Solo escuchaban la radio bajita de la abuela desde su habitación. Cuando se abrió la puerta que deberían haber trabado y apareció Adrián, Javier cabalgaba sobre Marina con sus labios pegados y en medio de grititos de pasión y palabras chanchas. A Marina no le gustaba apagar la luz de modo tal que aquello era una porno presencial. Se separaron, ambos se escondieron bajo las sábanas como si fuera una frágil carpa, quedándose quietos como estatuas, igual que Adrián, el cual se había congelado debajo del marco de la puerta. Dos minutos duró el silencio mortuorio.

-          Ignacio y Polo no fueron, y con Santiago decidimos volver caminando. Paramos a tomarnos un Chivas y a casa. No pasa nada chicos, alguna vez me ocurrió de muchacho. Vístanse, nos vamos al McDonald´s -  y cerró la puerta

Los chicos tardaron treinta segundos en acabar lo que habían empezado. Entraron juntos al baño, se asearon, recién en ese instante Javier pudo quitarse el profiláctico que se veía completo, lo tiró al inodoro pulsando el botón inmediatamente. Salieron.

Una vez instalados en una mesa del restaurante de comida rápida y con sus enormes hamburguesas delante, olvidados prácticamente del episodio, Javier cerró preguntándole al papá de Marina como había superado su propio inconveniente cuando el padre los sorprendió....

-          Antes los viejos no lo tomaban así. Mi novia pudo escapar con su ropa en la mano, y yo quedé de garpe con el viejo que cerró la pieza de un portazo. Una vez dentro de la habitación y a los gritos se arrimó peligrosamente a los pies de la cama, que era la de ellos además. Me sentía muy vulnerable, en bolas y en su habitación. El sudor salía de mi cuerpo, como si lo hiciera a propósito. ¡Bíblico, estábamos perpetuando la especie! le juré, y con una finta esquivé la trompada logrando escapar..

 

 


*Eduardo De Vincenzi


Comentarios