Revista Nos Disparan desde el Campanario Año II Nro. 45 El Mundo tiene un serio problema… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente:
Sitio El Tábano Economista
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/
Link
de Origen: AQUÍ
Erradicar la pobreza no es un acto
de caridad,
es un acto de justicia
(Gabriel García Márquez)
Brasil
es una muestra de la cantidad inagotable de estupideces que los economistas
podemos debatir. En el mundo, la idiotez está debidamente remunerada. Su
finalidad, en general, se compone de distorsionar problemas o encauzar debates
hacia donde el establishment necesite que sean dirigidos. Fundaciones, centros
de estudios, consultoras…, dependiendo del encuadre legal que se necesite
–siempre manejados personas independientes– revelaran, a través de implacables
y direccionados informes, las conclusiones a las que los dueños del poder
aspiran.
Los
contribuyentes compran los informes, la manera más directa de subsidiar a la
masa de pensamiento adquirida, solventando de esta manera el buen vivir de los
independientes directores de las consultoras. Estos deambularán por todos los
medios de comunicación, también rentados o propios del establishment,
defendiendo a capa y espada lo que sea menester defender en el momento. Nunca
se le pregunta a estos economista independientes, ¿de qué vive? Si se los
interrogaran al respecto, su respuesta sería “de los servicios de consultoría”.
La siguiente pregunta sería: ¿quién compra esos servicios? Y ahí se terminaría
el juego.
Comentando
acerca de lo que no debería discutirse pero inunda los medios y lo que debería
debatirse y prolijamente se oculta, Brasil evaporó recientemente el Programa
Bolsa Família, creado en 2003 bajo la presidencia de Luiz Inácio da Silva.
Fue considerado el programa de distribución de ingresos más grande y eficaz del
planeta. Elogiado y replicado, emergió de la unificación de dos programas
sociales preexistentes: ayuda escolar y el subsidio alimentario.
Para
el Banco
Mundial, la gran virtud de Bolsa Familia era haber llegado a una porción
significativa de la sociedad brasileña que hasta entonces no se había
beneficiado de los programas sociales. Se encuentra entre los programas
mejor focalizados del mundo, alcanzando a quienes realmente lo necesitan, es
decir, el 94% de los recursos van al 40% más pobre de la población. Su éxito
motivó adaptaciones en casi 20 países, como Chile, México, Italia, e incluye algunos
del otro lado del mundo como Indonesia, Sudáfrica, Turquía y Marruecos.
Con
todos los aspectos positivos descritos sucintamente, el actual presidente de
Brasil Jair Bolsonaro y su equipo de gobierno disolvieron, sin ningún
fundamento técnico, el programa de transferencias de efectivo más grande y
exitoso del mundo. Aquí la exposición de los debates, como es menester, resultó
nula.
Desde
la presidencia se realizó una jugada política esperada, cambiar el nombre del
programa como parte de una estrategia para desvincularlo de la ayuda a la
pobreza por la administración del Partido de los Trabajadores (PT), una marca
registrada del gobierno de Lula. El programa Bolsa Familia sacó de la pobreza
extrema alrededor de un 25% en el país desde 2003. Bajo Bolsonaro, entonces, el
programa se rebautiza como Auxilio Brasil.
Coincidente
con esta demolición de la ayuda social, el gobierno de Jair Bolsonaro creó
un presupuesto
paralelo de mil millones de dólares para obtener el apoyo del Centrão
––centro político del Congreso Nacional–. El dinero del presupuesto
paralelo se encuentra en el Presupuesto General de la Unión para 2020, pero la
asignación de fondos se realiza de forma confidencial, sobre la base de
acuerdos políticos. En buen romance, es la forma de comprar los votos de los
diputados para avalar las propuestas de gobierno en el Congreso.
Dado
que las encuestas no les sonríen al capitán y su neoconservador super-ministro
Paulo Guedes, decidieron que el ajuste fiscal llevado a cabo con la reducción y
posterior desaparición de Bolsa de Familia había jugado en su contra, al menos
en intención de votos. Por lo tanto, el presupuesto paralelo debería ser
aprobado y comprar votos en el Congreso para que se apruebe y reglamente
la Medida
Provisional 1.061 del nuevo programa Auxilio Brasil. Esto le
permitiría burlar el congelamiento del gasto público que por 20 años aprobó la
gestión del golpista Temer por exigencia del establishment de Brasil. El
requerimiento fue aprobado en el Proyecto
de Enmienda Constitucional Nº 241 y 95/2016.
La
votación para aprobar el presupuesto paralelo terminó con su aprobación por la
Cámara de Diputados por 323 votos contra 172. La Propuesta
de Reforma a la Constitución (PEC) nº 23 o de las órdenes
judiciales –los precatório son requisiciones de pago emitidas por el
Poder Judicial para cobrar a los municipios, estados o la Unión, fundaciones y
universidades, por el pago de las cantidades adeudadas tras sentencia firme
judicial–, en lugar de honrar las deudas judiciales, el Ejecutivo pretende
aprovechar los U$S 16 mil millones y destinarlos el año próximo al pago del
programa Auxilio Brasil, que distribuirá U$S 72 mensuales a 17 millones de
familias hasta diciembre del próximo año, cuando se llevará a cabo la disputa
por el Palacio del Planalto.
Durante
al menos cinco años, el ritmo de la lucha contra el hambre y la pobreza en el
país se ha destruido. Según la Encuesta de Presupuestos Familiares
2017-2018, la inseguridad alimentaria aumentó un 33,3% con respecto a 2003 y un
62,2% con respecto a 2013. Es decir, la situación ya era peor que al inicio del
gobierno de Lula. La pandemia agravó este escenario, según datos del Grupo de
Investigación Food for Justice: Power, Policy and Food Inequalities in the
Bioeconomy, de la Freie Universität Berlin, Alemania, 125,6
millones de brasileños sufrieron inseguridad alimentaria en 2020. La
información proviene del estudio Efectos de la pandemia sobre los
alimentos y sobre la situación de la seguridad alimentaria en Brasil, realizado
entre noviembre y diciembre de 2020.
Aunque
parezca extraño, mientras todo este debate se da en la economía de Brasil, de
manera paralela un interrogante disparatado ronda al país: ¿se encuentra o
no Brasil en el mapa del hambre de la ONU? Parecería que todo el debate
anterior no tuviera razón de ser para el mundo, lo que justifica el título del
artículo. Aunque suene raro, mientras el ministro de economía, el hombre de la
eterna, sistemática y obsesiva búsqueda de un superávit primario y
monotemático seguidor de la austeridad fiscal, ahora ondea las banderas del
incremento del gasto, Brasil se encuentra en el limbo acerca de Mapa del
Hambre de las Naciones Unidas.
En
2020, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO) aún colocaba a Brasil en el grupo de países con una
prevalencia de desnutrición inferior al 2,5% entre la población, lo que
contrasta con las conclusiones de los investigadores brasileños. Mientras
que, según los investigadores alemanes, 126 millones de brasileños, es decir,
el 59.2% de la población sufrió inseguridad alimentaria, para la FAO el país
está fuera del mapa del hambre.
La
inseguridad alimentaria es un término que se utiliza cuando una persona no
tiene acceso regular y permanente a alimentos en cantidad y calidad suficientes
para su supervivencia. Quienes padecen inseguridad alimentaria no tienen
suficiente cantidad y calidad de alimentos para sus vidas. Hambre e inseguridad
alimentaria son dos conceptos muy cercanos y en ocasiones terminan
confundiéndose, ya que están relacionados con la ausencia de alimentos y la
violación de un derecho humano. Quienes pasan hambre debido a problemas
sociales, sin duda, padecen inseguridad alimentaria. Este término termina
siendo más amplio porque cubre todo el tema del derecho a la
alimentación.
Ante
este debate de sordos, muy parecido a la COP26, donde al parecer y por
cuestiones metodológicas se puede sacar o incluir del mapa de la pobreza a
Brasil dependiendo de las herramientas utilizadas para su medición, los
resultados publicados en abril por la Red
Brasileña de Investigación sobre Soberanía
y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Red PENSSAN) –a través de la
Encuesta Nacional de Inseguridad Alimentaria en el Contexto de la Pandemia
Covid-19 en Brasil–, revelaron un aumento devastador del hambre, la mala
alimentación y la inseguridad nutricional.
El
hambre ha vuelto a los niveles de 2004 en una escala ascendente desde 2015, ha
empeorado principalmente durante los últimos dos años, incluido el escenario
pandémico, en el que la inseguridad alimentaria grave ha aumentado de 10,3
millones a 19,1 millones de personas. La situación de inseguridad
alimentaria y el hambre son aún peores entre las mujeres, las personas de
color, aquellos con bajo nivel educativo y los desempleados.
Aunque
parezca mentira, el debate ronda acerca del cambio de enfoque de la ONU y
modificó la forma en que comunicaba los datos de los países subdesarrollados,
privando al Mapa del Hambre, como se conocía hasta entonces. El
Mapa del Hambre, calculado por la FAO durante la vigencia de los Objetivos de
Desarrollo del Milenio fue uno –según explica el coordinador de la Red
Brasileña de Investigación sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria y
Nutricional Rede Pensan– pero a partir del cambio de método y de indicadores,
Brasil esta fuera de él.
En
el caso brasileño, el austericidio se practicó siguiendo los pasos como nunca
antes, especialmente después de la promulgación de la Enmienda Constitucional
del 2016, la famosa regla del límite de gasto. Este juego se vio afectado con
la discusión acerca de romper el techo fiscal por cuestiones electorales. Los
recortes de las ordenes judiciales son solo anecdóticos, pero sirven para
demostrar que la ortodoxia es tan ortodoxa como los poderes o las necesidades
se lo ordenen. Todo está bien mientras se suba la tasa de interés SELIC para
seguir ganando con la bicicleta financiera y aprisionando al futuro gobierno,
en caso que la derecha no proponga algún negocio más concluyente al
establishment y a la embajada americana. Privatizar Petrobras sería un buen
tema de discusión.
*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista.
Comentarios
Publicar un comentario