Revista Nos Disparan desde el Campanario Año II Nro. 42 La dominación neoliberal es transversal … por Gustavo Marcelo Sala
Nuestra sociedad, por mencionarla de modo
sucinto, no tiene retorno, dicho esto si es que alguna vez en su historia
estuvo en algún lugar deseable, o menos malo, si se me permite la expresión.
La perversión, en tanto praxis social
y política, no solo se utiliza como instrumento para el logro de objetivos sino
además como método defensivo. Es un campo de batalla con un sinfín de
encarnizadas contiendas dialécticas y prácticas, en donde las razonables
pulsiones a resolver se transforman en auténticos escenarios en donde la
psicopatía releva sus más excelsos libretos. Lo que a diario de escucha y se
observa hace ociosa su enumeración, el límite ético, y agrego el estético, se
fueron corriendo vertiginosamente en procura de lograr aquel objetivo deseado
en el menor tiempo posible, porque the
time is money…
De manera instantánea aquellos que
dicen defender valores universales y éticos los desvalorizan in situ a poco que nos detenemos a
observar sus dichos y conductas, sus lecturas sesgadas y humanistas se
encuentran solo para disposición y beneficio de quienes componen su cohorte cercana
de creyentes, por tanto no existe en la contemporaneidad un paradigma humanista
que ampare la diversidad cultural, sino que pervive un arquetipo parcial,
cruelmente egoísta y sectario.
Es así en todos los incisos, sean
ellos culturales, informativos, educativos, sanitarios, laborales, o
económicos. Tanto las asociaciones políticas, las entidades intermedias, como
las organizaciones religiosas han encontrado hasta cierta comodidad en tan
injusta y cruel tradición debido que esas encarnizadas contiendas son una
fábrica de producir heridos, individuos de bajas defensas, víctimas susceptibles
de manipulación y diezmo, personas que jamás cuestionarán las causas
depositando todas las visiones negativas en los efectos, incluso en buena
medida aceptándolo culposamente.
El Profesor Roda de la Universidad
Pública de Navarra aseguró hace un tiempo que el neoliberalismo no es solo una
ideología aséptica o un sistema segregatorio de acumulación del capital; es una
herramienta de dominación y de autodominación personal y social. Porque el
actual capitalismo es una picadora de carne que no sería nada sin nuestra
activa colaboración. Y para ello se han articulado estrategias que
transversalizan todos los sistemas sociales, económicos, culturales o
políticos. Nos detendremos en los sistemas de protección social. Y es que desde
hace tiempo las políticas públicas patologizan e individualizan aquellas
biografías, itinerarios o sucesos que escapan a los procesos de normativización
y normalización social. Mientras la clase corrupta sale inmune de sus
tropelías, los pobres se ven obligados a sentarse a diario ante el tribunal del
Santo Estigma. Y no es una exageración. Una especie de culpabilización
colectiva les obliga a rendir cuentas por su propia pobreza. A ser investigados
por cobrar –los que cobran–, por percibir las ayudas que reciben: paro,
subsidios de todo tipo y rentas garantizadas o rentas de inserción. A decir
dónde están, dónde viven, con quién, dónde están empadronados, si viajan o no,
si salen del país o no, si se casan, se juntan o si les toca la lotería. En
definitiva, un control de la propia subjetividad que ya anunciara Foucault el
siglo pasado. La pobreza también tiene su propia gestión neoliberal. Una
gestión que recorre de forma transversal casi todos los dispositivos de los
sistemas de protección social, especialmente los de Empleo y Servicios
Sociales.
*Gustavo Marcelo Sala. Escritor. Editor
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