Revista Nos Disparan desde el Campanario Año II Nro 40 Entrevista a Albert Camus.. El Odio y la Mentira
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Sitio Esto es Puro Cuento
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¿Le parece
lógico comparar las palabras “odio” y “mentira”?
El odio es en sí una
mentira. Hace el silencio, instintivamente, en torno a toda una parte del
hombre. Niega lo que, en cualquier hombre, merece compasión. Miente, por lo
tanto, esencialmente sobre el orden de las cosas. La mentira en cambio es más
sutil. Cabe mentir sin odio, por simple amor a sí. Por el contrario, todo
hombre que odia se detesta en cierto modo a sí mismo. No hay pues, un nexo
lógico entre la mentira y el odio, pero hay una filiación casi biológica entre
el odio y la mentira.
-En el mundo
actual, presa de las exasperaciones internacionales, ¿no adopta a menudo el odio
la máscara de la mentira? Y la mentira, ¿no es una de las mejores armas del
odio, la más pérfida y quizá la más peligrosa?
-El odio no puede
adaptar otra máscara, no puede privarse de esa arma. No se puede odiar sin
mentir. Y, a la inversa, no se puede decir la verdad sin reemplazar el odio por
la comprensión, que no tiene nada que ver con la neutralidad. Un noventa por
ciento de los periódicos, en el mundo de hoy, mienten más o menos. Y es porque
son, en diferentes grados, portavoces del odio y la ceguera. Cuanto más odian,
más mienten. La prensa mundial, con algunas excepciones, no conoce hoy otra
jerarquía. A falta de cosa mejor, mi simpatía recae en los raros que mienten
menos porque odian mal.
-Rostros
actuales del odio en el mundo, ¿los hay nuevos, propios de las doctrinas y las
circunstancias?
-El siglo XX no ha
inventado el odio, por supuesto. Pero cultiva una variedad particular que se
llama odio frío, maridado con las matemáticas y los grandes números. La
diferencia entre la matanza de los inocentes y nuestros ajustes de cuentas es
una diferencia de escala. ¿Sabe usted que en veinticinco años, desde 1922 a
1947, setenta millones de europeos, hombres, mujeres y niños, fueron
desarraigados, deportados o asesinados? En eso se ha convertido la tierra del
humanismo, a la que, pese a todas las protestas, hay que seguir llamando la
innoble Europa.
-¿Importancia
privilegiada de la mentira?
-Su importancia
proviene de que ninguna virtud puede aliarse con ella sin perecer. El
privilegio de la mentira estriba en vencer siempre a quien pretende servirse de
ella. Por eso los servidores de Dios y los amantes del hombre traicionan a Dios
y al hombre por razones que ellos creen superiores. No, ninguna grandeza se ha
fundado jamás sobre la mentira. La mentira permite a veces vivir, pero nunca
eleva. La verdadera aristocracia, por ejemplo, no consiste sobre todo en
batirse en duelo. Consiste sobre todo en no mentir. La justicia, por su parte,
no consiste en abrir ciertas prisiones para cerrar otras. Consiste sobre todo
en no llamar mínimo vital a lo que apenas basta para mantener una familia de
perros, ni emancipación del proletariado a la supresión radical de todas las
ventajas conquistadas por la clase obrera desde hace cien años. La libertad no
es decir lo que sea y multiplicar la prensa amarilla, ni instaurar la dictadura
en nombre de una futura liberación. La libertad consiste sobre todo en no
mentir. Allá donde la mentira prolifera, la tiranía se anuncia o se perpetúa.
-¿Asistimos a
una regresión del amor y la verdad?
-En apariencia hoy
todos aman a la humanidad (les gusta sangrante, como los chuletones) y todos
están en posesión de una verdad. Pero eso no es sino una suprema decadencia. La
verdad pulula sobre sus hijos asesinados.
-¿Dónde están
“Los justos” de la hora presente?
-En las cárceles y
los campos de concentración, en su mayoría. Pero en ellos se encuentran también
los hombres libres. Los verdaderos esclavos están en otras partes, dictando sus
órdenes al mundo.
-En las
actuales circunstancias, ¿no puede ser la Navidad un motivo de reflexión sobre
la idea de tregua?
-¿Por qué esperar a
Navidad? La muerte y la resurrección son de todos los días. De todos los días,
la injusticia y la verdadera rebelión.
-¿Cree usted
en la posibilidad de una tregua? ¿De qué tipo?
– La que obtendremos
al final de una resistencia sin tregua.
-Ha escrito
usted, en el mito de Sísifo: “Sólo hay una acción útil, la que reharía al
hombre y a la tierra. Yo no reharé nunca a los hombres. Pero hay que hacer como
sí”. ¿Cómo desarrollaría usted hoy esta idea, en el marco de nuestra
entrevista?
-Yo era entonces más
pesimista que ahora. Es cierto que no reharemos a los hombres. Pero tampoco los
rebajaremos. Al contrario, los levantaremos un poco a fuerza de obstinación, de
lucha contra la injusticia, en nosotros y en los demás. Nadie nos ha prometido
el alba de la verdad, no hay un contrato, como dice Louis Guilloux. Pero la
verdad hay que construirla, como el amor, como la inteligencia. Nada nos ha
sido dado ni prometido, en efecto, pero para quién acepta emprender algo y
arriesgarse, todo es posible. Esa es la apuesta que hay que hacer en estos
momentos. Cuando nos sofocamos bajo la mentira y cuando estamos acorralados.
Hay que hacerla con tranquilidad, pero irreductiblemente, y las puertas se
abrirán.
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