Profesor
Resignado, legalizó de inmediato con
su rúbrica todas las formas exigidas por la Secretaría de Asuntos Docentes para
renunciar a sus horas como titular de cátedra. La Lógica, su asignatura, había
sido discontinuada en todos los programas de estudios de la enseñanza media por
el Ministerio de Educación, por lo tanto sus sabidurías resultaban obsoletas, incluso
aquellas materias afines y para las cuales estaba en condiciones de dictar clases
fueron reducidas en cantidad de horas, segmento que quedó reservado, como correspondía,
para los titulares, por caso Filosofía. El proyecto que había presentado hacía
cuatro años adjuntando el programa y un desglose temático del mismo sobre la
materia Epistemología de las Ciencias jamás tuvo respuesta.
Juan Martín Lobos era Máster de
Lógica y Epistemología, carrera a ciclo cerrado de carácter experimental dentro
de Humanidades, que solo pudo sostener en sus comienzos una cursada de ocho
alumnos de la cual Juan fue el único graduado. Se trataba de un postgrado que
duraba tres años, solo posible de cursarse luego de haber obtenido el título de
Licenciado en Filosofía. Vale decir se trataba de una carrera de ocho años más
las correspondientes prácticas docentes. Casado desde hacía quince años con
María Susana Fuentes luego de un extenso noviazgo, también docente, pero en su
caso de Letras, dictaba clases en el Instituto Superior de Artes Licenciado Próspero
Gorriti, centro educativo privado, terciario, cuyo fundador fue dicho mecenas en
los albores de la década de los ochenta. Pocos años menor que Juan había
logrado solidificar su carrera titularizando en varias asignaturas gracias a
las influencias de su esposo, de hecho apenas recibida y con una módica carta
presentación rubricada por Juan obtuvo sus primeras cátedras como auxiliar en
las materias Teoría Literaria I y Análisis Literario.
Hasta ese momento de quiebre el
matrimonio transitaba una vida apacible sin privaciones. Departamento propio,
automóvil relativamente nuevo el cual renovaban cada dos años, viajes a lugares diversos, dentro y fuera del
país, asiduas excursiones a restaurantes, teatros, cines, componían una batería
de confort que de alguna manera mimetizaba la instancia de no haber podido
tener hijos. Se habían conocido en la universidad siendo él un novel profesor de
la asignatura Deontología y ella una avanzada alumna cursando su último año de
la carrera.
Lobos, por formación profesional,
dedujo de inmediato que la situación impactaría negativamente en la pareja más
allá de la muy buena indemnización recibida. Salir a trabajar, incorporar al
proyecto familiar bienes obtenidos allende las comodidades hogareñas tiene su
peso específico en la cultura moderna, de manera que rápidamente se puso en
campaña para compensar económicamente las pérdidas con actividades relacionadas
a sus saberes. Sabía que iba a poseer alumnos interesados por esos
conocimientos y que no le costaría demasiado armar una prima que le asegure un
ingreso más o menos constante.
Como docentes ambos estaban
acostumbrados a los vaivenes de la profesión, ciclos que se cierran por falta
de matrícula, asignaturas que se fusionan, carreras enteras que no logran su
correspondiente resolución oficial les daban la suficiente inseguridad para
previsionar y tener, aunque con limitaciones, medianas seguridades. La idea de
una pequeña academia del conocimiento filosófico exclusiva para los estudiantes
de humanidades de todas las carreras a modo de apoyo y refuerzo empezó a tomar
forma. Un cuatrimestre, cuatro asignaturas básicas y una apoyatura
extracurricular sobre técnicas de estudio para aquel estudiante que lo requiriese,
las cuales distribuiría estratégicamente para comodidad del alumnado
contemplando sus propias posibilidades docentes.
Introducción al Pensamiento
Científico, Lógica Superior, Epistemología de las Ciencias y las Artes y
finalmente Gnoseología componían el menú que Juan Martín le ofrecía a aquellos
aspirantes que necesitaban auxilio en el área. Su esposa estuvo de acuerdo sin
vacilaciones, incluso ella misma le ofreció publicitar el proyecto en el
Gorriti, casa de estudios en donde también se cursaban carreras de la
especialidad. Un folleto o una gacetilla con un buen diseño de imprenta
incluido en la cartelera central ubicada en el lobby de ingreso al Instituto, lugar habitual de comunicaciones
hacia el alumnado, sería suficiente para llamar la atención del interesado.
Subsanados los detalles académicos, programáticos
y el ordenamiento pedagógico, Juan se abocó a la tarea de hallar un ámbito
propicio. La indemnización obtenida le permitía con total comodidad alquilar
una unidad de planta no mayor a cincuenta metros cuadrados con baño y cocina,
debía ser luminosa y de acceso independiente de manera que el movimiento diario
no perturbase a ningún copropietario, lo que se suele definir como apto para
profesional. Había pensado a priori en lo que corrientemente se denomina unidad
Tipo Casa, pero desechó rápidamente la idea debido a su estándar de ingreso por
pasillo común. Tres días después estaba cerrando trato directamente con el
propietario de un impecable PH con ingreso independiente, de dos amplios
ambientes, ideal para aulas, emplazado en un primer piso por escalera ubicado a
tan solo cuatro cuadras del Instituto Gorriti. Las condiciones fueron acordadas
sin discusión, solo había que comenzar a equiparlo para ofrecerle al alumnado
la mayor comodidad. El sistema frío-calor del equipo instalado facilitó todo lo
referido a los trastornos que acarrean las estufas y los ventiladores, solo
debía ocuparse de darle conectividad al lugar contratando un buen servicio de Wi-Fi, mejorar la luz ambiental para
darle mayor claridad artificial y distribuir varias cajas de toma-corrientes
linderas a los ocho pupitres diseñados a medida que ya había reservado en la
carpintería de su amigo Leonel Ibarra.
En menos de una semana logró
completar la totalidad de las vacantes ofertadas en los tres turnos, incluso se
vio en la obligación de agregar pupitres y modificar substancialmente la
geografía del lugar. Con algo más de una treintena de alumnos inscriptos, el
primer día hábil de agosto comenzaría con el cuatrimestre inicial. Experiencia
docente acompañada por el susurro de música relajante e instrumental, ensayo
pensado sobre la base de conversaciones didácticas abiertas y debates participativos
sobre temas específicos previamente repasados individualmente alejándose de la
circunspecta relación piramidal en donde un disertante inescrutable exponía
durante casi una hora delante de un auditorio subsumiso, haciéndolo a
instancias de sus propios errores incluso. Juan aspiraba a formar un estudiante
intelectualmente revulsivo, afiliado a la duda, partidario de la refutación
científica, pasional, deductivo e inductivo, empírico, pero a la vez creativo,
razón fundamental de la acotada matrícula. Sabía de todos modos que alguno de
ellos desertaría, no solo por cuestiones de insatisfacción, incomodidad o tedio
académico sino por obvias razones temporales y también económicas. Si bien
sería su único ingreso no pensaba cobrar una cuota inaccesible, no eran tiempos
de bonanza y menos para jóvenes apenas egresados de la adolescencia. Más allá
de haber superado la cantidad de inscriptos su percepción le indicaba que el
cuatrimestre sería cumplido por la cantidad de alumnos proyectada en el
comienzo, ocho por turno.
Los resultados no demoraron en ver la
luz, sus discípulos en menos de dos meses comenzaron a obtener destacadas
menciones en cada una de sus carreras, en tanto parciales como participación en
las respectivas comisiones se distinguían dialéctica, intelectual y
cognoscitivamente, cuestión que provocó el nacimiento de un encono muy profundo
del establishment docente privado hacia la academia del conocimiento filosófico
y sobre todo hacia su titular el Profesor Juan Martín Lobos. Varios de sus
concurrentes eran firmes cancerberos de sus postulados y saberes, escrutando
con pasión los yerros formativos de los catedráticos. Por supuesto que éstos no
tenían razón alguna para reprender a un estudiante que defendía con sabiduría
académica sus axiomas y que más de una vez exponía las insolvencias docentes,
pero comenzaron a observar que el problema se centralizaba en el formador
extracurricular que introducía en el marco de esa formación la cosquilla de la
refutación y la duda como métodos educativo.
Al siguiente año y en pleno ejercicio
del segundo cuatrimestre la primera en recibir advertencias y presiones de las
autoridades del Instituto Gorriti fue la esposa de Juan, bajo apercibimiento de
reducción de horas cátedra. La plana mayor de la entidad eran los actuales
representantes de la asociación de institutos terciarios privados, de manera
que ellos hablaban por todos los que conformaban dicha asociación la cual
nucleaba a más de un centenar de instituciones educativas. A esto se sumaron
pintadas en el frente del inmueble desprestigiando a la academia so pretexto de
reuniones clandestinas de licencioso tenor en donde el vicio y la
concupiscencia eran formato habitual, de hecho en dos semanas recibieron varias
visitas intempestivas por parte de las fuerzas del orden a propósito de
denuncias anónimas, y también de organismos y agencias de control impositivo
tanto distritales como nacionales, mientras los teléfonos particulares del
matrimonio, sean en sus líneas móviles o fijas, no dejaban de recibir amenazas,
insultos y mensajes intimidantes.
Se dieron cuenta que esta embestida
no iba a parar hasta el cese definitivo de las actividades gracias a la torpeza
de un agente cuando al intentar plantar una bolsa de cocaína bajo uno de los
pupitres se le cayó de manera accidental rompiéndose en el instante del
impacto, revelando el contenido y lo sórdido de la maniobra. Sin suerte para
lograr el concurso de abogados que amparasen sus derechos y para no crearle a
su esposa problemas adicionales en su carrera docente Juan decidió cerrar la
academia sin haber podido completar el segundo cuatrimestre.
Lo que el profesor, su esposa y sus
censores no sabían es que la semilla del conocimiento y la curiosidad bien
habida y mejor aplicada ya habían germinado en el espíritu de sus discípulos,
debido a que en ese breve lapso de tiempo no solamente Juan había logrado que
sus alumnos evolucionen en tanto su formación e información sino además, y de
manera no deseada, cosechó el favor de la admiración de los jóvenes, cuestiones
imposibles de soslayar a la hora de la valoración dentro del área educativa.
Juan se había convertido de manera
inconsciente en un referente humanista, en un mojón para esa treintena de pibes
que comenzaba a entender de qué se trataba la vida fuera de las protectoras
poltronas familiares.
Pasadas dos semanas y mediante amigos
comunes los egresados del primer curso y aquellos que estaba cultivando el
segundo lograron auto-convocarse en una importante y nutrida reunión para
pensar cómo continuar con la academia sin que el Profesor y su esposa corriesen
riesgos y que a la par siga siendo una fuente de ingresos familiar. La idea de
diagramar una suerte de seminario itinerante en la clandestinidad fue la opción
escogida ante la posibilidad de contar con inmuebles seguros propiedad de algunos
de los discípulos, modestas unidades heredadas o en trámite de sucesión las
cuales ponían a disposición del proyecto. Jesús Píndaro puso a evaluación
colectiva un amplio PH que estaba a su nombre ubicado en los límites entre
Floresta y Villa Luro, el cual llevaba desocupado desde hacía varios años luego
del fallecimiento de su abuelo, inmueble al cual tranquilamente se lo podía
hacer pasar por estudio de grabación, José Manuel Ricardi ofreció un galpón
familiar cito en el bajo Flores que en sus tiempos ofició como un taller de
carpintería, de hecho aún poseía mobiliario utilizable, y por último Tamara
Oviedo mencionó un amplio local que su familia no lograba alquilar ubicado en
Pompeya, inmueble que en sus tiempos fue aprovechado como imprenta. Una vez
debatidas y aceptadas las propuestas comenzaron a analizar el
reacondicionamiento de cada centro en tanto necesidades, seguridades y costos.
En líneas generales, según
afirmaciones de sus propietarios, los tres lugares precisaban algo de pintura,
revisar el sistema eléctrico, y profundizar el aseo general. Aseguraban que los
servicios básicos estaban en condiciones para albergar durante tres o cuatro
horas diarias a una decena de personas. Por supuesto que hubo coincidencia en
que la propuesta sobre la continuidad del programa le sea elevada al Profesor
cuando se terminen de hacer las refacciones urgentes y además se le pueda
presentar al mismo tiempo un proyecto de continuidad sin fisuras. Un estudio de
grabación, un reacondicionado taller de carpintería artística y una moderna
imprenta editorial serían las pantallas escogidas para mantener un perfil de
absoluta reserva y evitar de ese modo incómodas intromisiones.
En menos de dos semanas le estaban
llevando al Profesor la propuesta y al mismo tiempo lo invitaron a que
supervise la tarea realizada. La última palabra le pertenecía, de todos modos
sus discípulos, encabezados por Píndaro y por Ricardi confiaban en que nada
habría para objetar, de las armas disimuladas que ellos por precaución portarían
en clase, por el momento, no le dirían una palabra. Dejarlas en cada uno de los
emplazamientos sería de innecesario riesgo, sobre todo ante una posible redada
clandestina, cosa que seguramente más temprano que tarde ocurriría.
La reanudación del programa académico
por parte del grupo no presentó mayores sobresaltos durante el primer
cuatrimestre, tiempo que sirvió para corregir las erratas con las cuales se
encontrarían. Acaso algún desajuste horario y ciertos inconvenientes logísticos
a la hora de los traslados de Juan, pero no más que eso.
A medida que avanzaba el ciclo
lectivo maduraba en las autoridades la sospecha de que este programa de apoyo
seguía vigente. Los docentes de las instituciones oficiales en donde los
estudiantes signados cursaban las carreras mostraban sus inconformismos al
tener en clase alumnos muy aventajados en tanto conocimientos, pensamiento
crítico, lenguaje, campo refutatorio y capacidad analítica, incluso superior al
de ellos. En algunos catedráticos el celo les carcomía el orgullo profesional y
descargaban toda su ira académica en aquellos estudiantes que justamente
estaban bocetados por sus modos y formas debido a la imposibilidad científica
de censura que les presentaban los discípulos más adelantados. Debían cumplir
con una cuota de reprobación, y de manera indefectible, para su mezquina
desgracia, ninguno de los alumnos sospechados cumplía con los requisitos para
ser reprimidos.
Acopiados los informes de los
docentes por parte de las autoridades de cada una de las entidades educativas de
la AIT, la Asociación de Institutos Terciarios, llamó bajo convocatoria del
Doctor Aníbal Gorriti Pellerano, quien cumplía el rol de Consejero Vinculante y
a la vez era desde hacía ocho años Director del Gorriti, a una asamblea
extraordinaria para tratar el tema sobre tablas y delinear estrategias.
De comprobarse la especie, de ser
ciertas las versiones sobre el dictado clandestino del programa, el Profesor
Juan Martín Lobos se estaba transformando en un temible expositor intelectual
de las inconsistencias educativas de la asociación, cuestión que ponía en serio
riesgo al futuro de todos y cada uno de los integrantes de la familia AIT. La
moción del Ingeniero Urruti, Regente del Instituto de Tecnología Industrial, no
encontró oposición alguna. Recurrir a las
autoridades federales y hacer un seguimiento de todas las actividades del
Profesor Juan Martín Lobos hasta determinar fehacientemente su modus operandi corruptor
de manera cortar a la hidra de Lerna por lo sano, de manera taxativa y republicana,
con todas sus subversivas y pervertidas intenciones, dogmas muy alejados del
modelo de vida occidental.
En menos de treinta días el grupo de
tareas parapolicial asignado, a instancias del Ministerio de Educación y por
pedido de la AIT, a la vigilancia del profesor y su señora presentaba ante sus
mandantes la rutina, el domicilio y los planos de los inmuebles, y poseía una
completa identificación de cada uno de los concurrentes, estando a la espera
de instrucciones. Éstas fueron concluyentes,
desmantelar dichas instalaciones durante la alta nocturnidad dando un mensaje
concreto e intimidatorio sobre las acciones venideras en tanto se persistiera
en el programa. Órdenes que se cumplieron dentro de la semana siguiente. Los
tres inmuebles fueron prácticamente destruidos y saqueados, inutilizándolos
para los fines que fueron reformados.
Visto los resultados y comprobadas las
advertencias, era el momento oportuno, ante la crisis terminal, para que las
enseñanzas del profesor emergieran en su máximo decil, aprovechando las
debilidades del adversario y potenciando las virtudes indóciles que el grupo de
discípulos poseía a modo de capital intelectual.
Tamara Oviedo tomó la palabra dentro
del maltrecho inmueble de Pompeya, sitio escogido para el cónclave estudiantil,
ante un auditorio completo en consternación y presuroso por responder ante la
agresión. La joven se mostró dispuesta a participar activamente de la futura
operación no sin antes advertir que era necesario preservar la seguridad del
profesor y su esposa, esto es, mantenerlos alejados e ignorantes de todos los
movimientos por venir. De seguro el
matrimonio sería vigilado por un buen tiempo, en tanto domicilio y
comunicaciones, y si bien era probable que la señora fuera a mantener sus horas
cátedra, la angustia y la depresión de Juan Martín se potenciarían y su no tan
firme salud podía llegar a pasarle facturas desdorosas. De manera que como
primera medida había que mantenerlo fuera de todo, no llamarlo, acaso que
algunos de nosotros de manera alternada lo visite en su casa para no perder
contacto, pero no más. Luego de este prefacio Tamara ingresó directamente a
bocetar en la cabecera del ámbito utilizando lo que quedara del pizarrón, una
suerte de esquema conceptual operativo que desde luego debía ser debatido y
democráticamente aprobado.
Como primera condición descartaba de
plano la utilización de las armas debido a que de máxima la intención
fundamental era la restitución de las horas cátedra del Profesor Juan Martín
Lobos, y de mínima, en el caso que eso no fuera posible, que nadie moleste su
labor formativa y extracurricular que ejercía privadamente. Es decir que el
hombre pueda ganarse la vida dignamente y en libertad ejerciendo su vocación. Tamara
sostenía que ninguna de las dos intenciones se correspondía con la violencia,
metodología con la cual mantenía contradicciones morales, pero aun así
justificaba ante determinados eventos históricos. En su alocución enfatizó que
el plan se debía centralizar en las autoridades de la AIT y sus debilidades o
secretos inconfesables, y que la mayor ventaja que tenían a su favor para
obtener esa información eran: su juventud, el medio bucólico formativo, el
academicismo del claustro y hasta una suerte de fingida admiración por los
logros obtenidos en sus carreras como integrantes de tan excelso colectivo
educativo. De alguna manera apelar al sentido común de ellos haciendo lo que
quieren ver y escuchando lo que quieren oír, incluso invitándolos a fantasear
con proximidades físicas súbitas. La AIT está compuesta por seis miembros los
cuales se van rotando año tras año en sus funciones institucionales y
representan a las entidades privadas más importantes de la ciudad, tenemos tres
integrantes del sexo masculino y otras tantas del femenino, todos con imagen
social e influencias, en algún caso con heráldica modelo cuadro decimonónico, sus
edades oscilan entre los cuarenta y ocho y cincuenta y cinco años. La idea
central es ganarse sus confianzas, interesarnos por sus vidas y obtener
información fehaciente sobre sus secretos, y de no tenerlos, llegado el caso,
transformarse en uno de ellos, para más luego y ante las probanzas y evidencias
negociarlos a favor de los derechos del Profesor. Algunos interpretaron la
propuesta como una figura extorsiva, cosa que Tamara en cierto sentido admitió
bajo la premisa que se trataba de un mal menor y necesario como respuesta a la
sistemática persecución que ese selecto grupo reaccionario y clasista estaba
ejerciendo sobre su maestro. Ante la pregunta sobre los límites de dicho
acercamiento, la joven dejó en claro que quedaba librado a la voluntad y riesgo
de cada actor su rol en base a circunstancias y personalidades, pero que en
todos los casos los compañeros informantes debían ser alumnos de las
instituciones en donde estas seis personas ejercían sus derechos siendo la
entidad el factor o nexo que permitiese una comunión natural no forzada.
Tamata Oviedo se ofreció como
voluntaria para operar sobre Aníbal Gorriti Pellerano, la bella y exuberante
Pamela Ruiz se exhibió interesada por el Ingeniero Urruti, Regente del
Instituto de Tecnología Industrial, el joven Píndaro intentaría un acercamiento
con la Doctora en leyes Karen Mc Oldry, directora del Instituto Superior de
Abogacía Juan B. Alberdi, José Manuel Ricardi lo haría con la Licenciada en
Letras y columnista literaria en los medios más influyentes del país Profesora Beatriz
Cansino de Olmos, Vicedirectora de la Academia de Artes y Ciencias Buenos
Aires, Rosario Ordoñez se propuso para
aproximarse al Padre Víctor Umpierrez, director del Instituto Terciario San
Juan del Bosco y por último Juan Ignacio Rodrigo Zuberlichea asumió la
responsabilidad de entablar relación con la Pastora Graciela León, titular y
catedrática en la Escuela Evangelista de los Sagrados Oficios. Todos tendrían
una segunda opción dentro de cada uno de los establecimientos ante un posible
fracaso en la gestión o ante una contingencia no pensada…
La moción fue aprobada por
unanimidad, al igual que las postulaciones, solo quedaba concertar fecha, lugar
y hora para la próxima asamblea para saber el avance de las operaciones en
curso. Dos semanas fue el plazo establecido, en el mismo lugar y a la misma
hora.
Pasado el plazo y nuevamente reunidos
en el local de Pompeya la mitad del operativo se había completado. Pamela Ruiz
no había tenido mayores fatigas para acercarse y obtener información sobre el
Ingeniero Urruti, hombre libérrimo en la nocturnidad de su neoadolescencia pero
falsamente recatado durante sus funciones como Regente. Gustador de vicios
caros, jugador y muy afecto a mantener relaciones íntimas con niñas menores de
edad, entre 14 y 17 años preferentemente, pero que aparentaran transitar una
mayor madurez. El legajo presentado por Ruiz incluía fotos y hasta videos
testimoniando encuentros grupales en donde las menores resultaban oficiar como
el centro de la escena. Nadie desde luego se atrevió a pedirle explicaciones a
su bella y soberbia compañera sobre cómo consiguió tan rica y privada
información aunque desde el inicio dejó aclarado que tuvo la enorme fortuna de
no haber tenido la desagradable experiencia de entablar relación con tan
asqueroso personaje. Además era su alumna y no dudaba que la reconocería –
imposible no hacerlo bromeó la muchachada masculina -, más allá de saber que
estaba dentro de la lista de discípulos el Profesor. Explicó que tener amigos y
amigas dentro de esos ambientes le había facilitado las investigaciones.
Los otros dos casos a los cuales se
les efectuó seguimiento con exitoso resultado coincidían debido a que los
protagonistas mantenían encuentros furtivos y clandestinos por fuera de sus rutinas
familiares. Tanto la abogada Karen Mc Oldry, directora del Instituto Superior
de Abogacía Juan B. Alberdi, como Aníbal Gorriti Pellerano, titular del
Instituto que lleva su nombre sostenían una oculta y pasional relación. Debido
a esto Tamara Oviedo y Jesús Píndaro trabajaron durante esas dos semanas de
manera conjunta. El legajo, del mismo modo que ocurriera con el caso Ruiz,
estaba completo en material fotográfico, copias de facturas, pasajes y hasta
tickets varios de gastos corrientes.
Sin bien el material acopiado ya
resultaba bastante valioso para comenzar una contraofensiva era necesario
acotar las posibilidades de reacción de los otros tres integrantes de la
caterva, esto es, se debía profundizar sobre la vida de la Pastora Graciela
León, del Padre Víctor Umpierrez y de la Profesora Beatriz Cansino de Olmos.
Si bien Zuberlichea tenía bastante
adelantado su investigación con relación a la Pastora solicitó ayuda a alguien
que tuviera aventajados conocimientos informáticos debido a que estaba tras la
pista de las cuentas offshore que León y su grupo tenían en Panamá. Rodrigo
sospechaba que utilizaban el Instituto como pantalla para lavar dinero
proveniente de actividades recaudatorias fuera de la ley más allá de los
eventos referidos al propio culto. Genaro Anselmi, estudiante avanzado de
informática se ofreció de inmediato.
Rosario Ordoñez era acaso quien la
tenía más complicada debido a que el Padre Umpierrez se mantenía siempre muy
distante, casi en estado de penitencia. Lo poco que pudo averiguar de su propia
boca era su vocación a la constricción y a la expiación. Más que un sacerdote de
tenor escolapio lo observaba como integrante de una Secta u Orden con rigurosos
votos además de los tres cardinales, incluso su verba era muy categórica, en algún
caso violenta, sospechosamente medieval en su fundamentalismo. De hecho ve con
simpatía a los movimientos violentos como el ERS, Ejército Revolucionario del
Señor, también conocido por sus siglas inglesas LRA, grupo terrorista que opera
en África y que pretende establecer una teocracia cristiana como forma de
gobierno. Las masacres que le son atribuidas a este grupo extremista son
innumerables sobre todo con niños, los cuales adiestran como soldados siendo
además abusados sexualmente. Lo que Rosario le aseguró a su auditorio es que
pervive en el Padre una zona oscura en tanto su identidad debido a que no existen registros
oficiales de un tal Víctor Umpierrez dentro de alguna de las congregaciones de
la Iglesia, por lo cual sospecha que la pesquisa deberían circular por ese
sendero. Es evidente que Umpierrez esconde un pasado y esto se potencia al
detectar que su nombre no figura en ningún documento oficial de la entidad y
todo es rubricado por un apoderado autorizado por el grupo mayoritario de socios.
El Padre solo oficia como gestor burocrático para eventos secundarios, tal vez
sea la punta de un iceberg, lo cierto es que Rosario estaba muy desconcertada
por lo cual pidió asistencia de compañeros adherentes a las corrientes clericales liberadoras, sobre
todo duchos en teología.
Por último quedaba pendiente el
dilema de la Profesora y Licenciada en Letras Beatriz Cansino de Olmos,
actuación que estaba a cargo de José Manuel Ricardi. En el informe el joven
asume que la tarea es de imposible resolución debido a que la viuda del
fundador del establecimiento del cual era Vicedirectora había sido, durante la
década de los noventa, novia del Profesor Juan Martín Lobos, y aparentemente
este la habría abandonado, casi en las puertas de altar, por su actual esposa,
por tanto su odio hacia el Profesor superaba cualquier tipo de perjuicio
individual, era una persona que con relación a Bustos no le importaba lo que
podía llegar a perder si esto de manera efectiva le producía al docente un
perjuicio personal. En su alegato Ricardi explicó que esta información la
obtuvo en el propio piso que la Licenciada tiene sobre Avenida Libertador,
mujer madura, muy elegante y jovial, que se había tonificado físicamente con su
viudez, Olmos era bastante mayor que ella. En su actualidad gozaba gratamente
de la joven compañía masculina, sobre todo luego de dos canastas de Chianti
original de la Toscana y una bandeja con frutos de mar, vida privada que no
ocultaba en lo absoluto viviéndola con absoluta libertad, un dato que la distingue
es ser una ferviente luchadora de género. Por lo que escuché de la compañera
Ruiz, aclaró el joven, dista mucho de los comportamiento del Ingeniero Urruti,
debido a que no es amiga de los vicios, depravaciones o excesos, disfruta mucho
de la buena compañía, en muy cordial y afectiva.
Lo cierto es que Ricardi confesó
cierta vergüenza por el papel que estaba jugando, de alguna manera logró
encariñarse con la Licenciada. De hecho aseguró que a la Vicedirectora no le
molestaba para nada lo que enseñaba y cómo lo enseñaba el Profesor, es más,
está de acuerdo con sus técnicas académicas y lo admira intelectualmente, lo
considera un sabio, de todos modos esto nunca alcanzó para que votara en
disidencia con el resto de la comisión, lo que le molesta a Beatriz Cansino es
el Profesor como persona y su historia en común. Ricardi entiende que Beatriz
aún lo ama, desde el dolor y a su manera, y contra eso no hay nada que se pueda
llegar a hacer. Han pasado más de veinticinco y años, y nadie la ha deslumbrado
lo suficiente como para cicatrizar la herida, menos aún olvidar su existencia.
Sobre la base de los testimonios y
unánimemente se extendió por una semana el plazo para la resolución de los
casos pendientes y que finalizado este término saldrían a dar la batalla con lo
que tenían. A estas alturas sabían que la comisión estaría particionada por
mitades, de manera que solo les faltaba un voto para liberar al profesor de su
ostracismo.
Parte del grupo se encargaría de
preparar copias de los tres legajos finalizados con destino a las autoridades
involucradas de manera específica con la correspondiente documentación y una
nota advertencia de hacerlos públicos ante cualquier intento de denuncia o
negativa. El escándalo sería mayúsculo y en algún caso cabría la posibilidad de
elevar acciones legales de carácter penal debido a delitos graves, sobre todo
en el caso de Urruti. Hasta alguno sostuvo que el perverso, por temor, abandonaría
dichas prácticas pederastas. La situación de Mc Oldry y Gorriti Pellerano era distinta
ya que los afectaría directamente en sus núcleos familiares de manera que daban
por sentado que los tres casos reconsiderarían favorablemente la solicitud, no
por convicción sino por conveniencia.
Tanto la Pastora León como el cura
Umpierrez tenían sus espaldas bien protegidas por el poder que emanaba de la fe
y del poderoso fanatismo religioso, de manera que más allá del esfuerzo
compañero no tenían demasiadas esperanzas en poder armar legajos correctivos y
coercitivos, se trataba de un supra-poder internacional. El inciso Beatriz
Cansino de Olmos pasaba a tener un protagonismo cardinal para lograr ese cuarto
voto que liberara al Profesor. Ricardi entendió de inmediato que la suerte del
operativo descansaba sobre sus espaldas.
En el siguiente encuentro programado
y ante la demora sin aviso de Ricardi, ausencia la cual por el caso a cargo no
modificaba en absoluto el panorama, y cumplidos los términos de tolerancia, los
discípulos decidieron comenzar el cónclave con los informes correspondientes al
Padre Umpierrez y a la Pastora León. En ambos casos los gestores al frente de
las investigaciones y sus colaboradores le agregaron más datos al legajo para
confirmar las tesis elaboradas pero aún adolecían de pruebas contundentes,
sobre todo en el caso del clérigo. Sin bien tanto Rosario Ordoñez, actuante
sobre este último, como Juan Ignacio Zuberlichea, en el caso de la Pastora, habían
despejado todas las dudas, incluso cruzando información bancaria y de la propia
agencia de investigación fiscal, nada hacía suponer que esos movimientos los
tuvieran como responsables, si a las entidades que representaban en la AIT. Con
fatiga y resignación ordenaron la información recabada sabiendo que contaban
con tres legajos muy fuertes, dos carpetas con relativas certezas y una sexta hoja
en blanco. De inmediato se dispusieron a diagramar los pasos a seguir para
hacerle llegar a los afectados sus inquietudes y advertencias con respecto al
Profesor Juan Martín Lobos. No terminaron de ordenar el ámbito para proceder a
bocetar la siguiente etapa cuando el timbre del inmueble sonó con la precisa
clave identitaria que el grupo había escogido a modo de contraseña. Era José
Manuel Ricardi, el cual venía acompañado por la Licenciada Beatriz Cansino,
viuda de Olmos.
-
Para
los que no la conocen les presento a la Licenciada Beatriz Cansino de Olmos,
Vicedirectora de la Academia de Artes y
Ciencias Buenos Aires – se dirigió al auditorio Ricardi -, algunos la tienen como
autoridad en su institución. Nuestra invitada tiene cuestiones muy importantes
que plantear y enriquecernos, tal vez desconocidas por nosotros. La señora Cansino
forma parte activa de la Comisión AIT que sancionó al Profesor Juan Martín Lobos,
por eso les propongo escucharla con atención, además si bien se asume como
corresponsable de los abusos cometidos por las fuerzas del orden en nuestros
emplazamientos formativos desea hacer algunas aclaraciones de fondo.
-
Gracias
Juan Manuel. En primera instancia les diré que es un gusto estar entre ustedes,
me siento muy cómoda dentro de ambientes juveniles, detesto el conservadurismo
burgués sobre todo cuando se manifiesta luego de los cuarenta años de edad. Y
quiero hacer notar que no me refiero a extender la adolescencia, muy por el
contrario, sino a madurarla extrayendo de ella sus mejores acopios. Les diré
que mi historia con el Profesor Lobos y su esposa María Susana supera
largamente la edad de algunos de ustedes. De hecho fuimos muy amigos, además de
compañeros en la universidad dentro de las duras y solitarias luchas políticas
de principios de la década de los noventa. La militancia contra los indultos y
un neoliberalismo que se imponía a los codazos, plazas mediáticas del SI a favor
del libre mercado y la minimización del Estado privatizando o eliminando todo
lo posible so pretexto de la eficiencia y reducir el gasto público. Éramos un
grupo de estudiantes de clase media baja identificados con la izquierda
nacional y popular, casi todos provenientes de sangre peronista, algunos de
ellos con la tragedia de los setenta marcada a fuego en sus familias. Juan
Martín era el conductor de aquel grupo que cursaba las distintas carreras
dentro de Filosofía y Letras, tropa que no llegaba a las veinte voluntades. Era
amable, seductor, con conocimientos superiores a la media, el mejor de nosotros
sin dudas, ejercía pensamiento crítico sin hacer propaganda, docente prematuro,
con una dialéctica tierna y un lenguaje literario. Además era hermosísimo sin
proponérselo, lo era de manera natural. Me enamoré con el corazón y con la
razón. Fuimos novios hasta que apareció María Susana, algo menor que nosotros,
La Ñata, así la apodábamos porque tenía una nariz perfecta, lo encandiló de
inmediato y con ese suceso inevitable que no todos tiene la fortuna de vivir y
luego concretar nuestros planes de cara al futuro se fueron diluyendo
rápidamente hasta que lo inexorable se impuso por el peso propio que posee un
amor no correspondido. Por este motivo abandoné Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires una semana después que rompimos, divorciándome
definitivamente de aquella historia la cual el odio hacia Juan Martín me ayudó a
digerir, terminando mis estudios dentro del ámbito privado, conociendo allí a
Olmos, un por entonces docente bastante mayor que luego sería mi esposo. Admito
mis vilezas durante este tiempo para con el Profesor Lobos, miserias que en
nada se relacionan con el amor, por lo menos con el buen amor. Y esta enseñanza
se la debo agradecer a vuestro compañero Juan Manuel Ricardi, joven que suda
las erudiciones de mi querido Juan Martín, muchacho que posee todas y cada una
de sus herencias, sus modos, sus ternuras, tristemente para mi suerte,
epocalmente discontinuo. No dudé un momento, a poco de que comenzara a disertar
sobre la problemática que lo aquejaba, que me estaba equivocando desde hacía
muchos años, no solo en perjuicio de Lobos y la Ñata sino en perjuicio propio.
Comencé a sentir a Ricardi como aquel hijo que nunca tuve con Juan Martín,
acaso como aquel hijo que Juan Martín tampoco pudo tener, cuestión que disfruté
de manera torpe, injusta e inhumanamente.
Por estas razones quiero colaborar
con vuestra cruzada reivindicativa de Lobos, descuenten mi voto favorable en la
próxima asamblea, y a la vez les conseguiré algunos datos muy específicos para
cerrar los legajos del misterioso Padre Umpierrez y la Pastora León. Les aclaro
que no serán pruebas incriminatorias porque ellos solo representan sendos
emprendimientos educativos religiosos que se utilizan como pantalla, pero se trata
de incisos en donde ambos sabrán perfectamente el riesgo que corren si se
revelan, sobre todo por la actitud correctivamente enérgica que pueden llegar a
tomar sus superiores. En mi caso tendrán que hacer un legajo para que la
comisión no sospeche de mí. No veo problema alguno en que redacten mi historia
personal y los motivos de mi enfermizo encono hacia el Profesor. Última
cuestión. Jamás deberá enterarse Juan Marín de la metodología y las
herramientas utilizadas para su rehabilitación profesional, no admitiría bajo
ningún concepto presionar sobre las miserias de las personas, tampoco deseo que
sepa de mi participación, creo que es hora de que nos soltemos. Nada más, muchas
gracias a todas y todos, y espero no haberles aburrido…
Un recreo emotivo se vivió al
finalizar el alegato cuando Beatriz, entre lágrimas ininterrumpidas, se abrazó
a Juan Manuel, el cual no pudo contener la desnudez de esa hermosa señora que
les estaba confiando sus más siniestras debilidades, sus secretos dolores, sus
eternas frustraciones. Una mujer que sufrió más de lo que merecía, y en
consecuencia, que nunca supo medir el dolor que causaba.
Cinco semanas después las tres
academias estaban funcionando con total normalidad y plena libertad de acción,
sin necesidad de esconder sus actividades, incluso la AIT se encargó de las
reparaciones no solo edilicias sino además las proveyó de material tecnológico
en reemplazo del que fuera destruido por el grupo de tareas represor. Algunos
de los integrantes de la cámara le ofrecieron al Profesor Lobos horas cátedra,
halago que rechazó con enorme gratitud, cuestión que compensaron a través de su
compañera María Susana.
Nada más se supo de la Licenciada
Beatríz Cansino de Olmos. No dejó carta de despedida ni grabación ni video, de
hecho borró todos los archivos tanto de su ordenador personal como los de su
celular. Abandonó la AIT, renunció como vicedirectora de la Academia de Artes y
Ciencias Buenos Aires, vendió el completo de sus haciendas, bienes muebles e
inmuebles, financieros y activos no financieros, dejando expresas indicaciones
a sus abogados, luego de separados sus honorarios, que el destino de una parte
de dicho monto debía ser direccionado al proyecto académico y humanista que el
Profesor Juan Martín Lobos estaba desarrollando en la ciudad de Buenos Aires,
en tanto la porción más significativa debía ser depositada en los activos
bancarios de Juan Manuel Ricardi, los cuales le garantizarían al muchacho una
vida sin mayores sobresaltos.
G.M.S
Dedicado a cada
uno de los Profesores que me han enriquecido, los cercanos y los lejanos,
los de siempre, y perdón por haber sido una resultante no acorde a vuestros esfuerzos y talentos….
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