Gráfica: Bosquejo fuente de origen:
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I
La
Maldita Bolsa
Hasta no hace muchos
años las personas que por desgracia morían en la calle, a mi juicio de los
peores sitios para morir, se les tapaba el rostro con diarios, y si alcanzaban,
se hacía lo mismo con el resto del cuerpo. Este hábito lo realizaba la policía
luego de ser advertida por los transeúntes que circulaban por el lugar. Precario
elemento, que al paso de cualquier brisa, ponía al desgraciado a la vista de
todos, curiosos que se detenían para ver la muerte de cerca. Una mixtura de
curiosidad y morbo. El último que vi fue en la plaza Devoto. Se trataba de un
anciano que la caída no había logrado que perdiera su gorra de lana gris, llevaba además un frasco de alcohol de medio
litro acabado. Era hombre higiénico y de lavarse convenientemente, a tal punto
que es dicho recipiente orinaba para transportarlo. Costumbres mal informadas y
urgencias en conocer su diagnóstico, sin mencionar, aquella perimida intención
ya en desuso, de hacer bien las cosas. No existía aún el frasco plástico de boca
ancha con buena rosca, estéril y fácil de ocultar. Las botellas de alcohol,
además de derramarse, ofrecían pocas garantías contra las contaminaciones. Los
ancianos en general, previsores, las envolvían prolijamente en papel de diario.
Volviendo a los
periódicos mencionados como elementos de suma importancia en el relato, quiero
decir que aplaudo el reemplazo, y poner los cadáveres dentro de una bolsa
plástica con cierre relámpago. Tardías por supuesto, pero a éstas no las vuelan
las brisas y los ocasionales curiosos solo logran escuchar el recorrido del
cierre. Los detectives, y distintos personajes de la series, que en ocasiones
me pongo a ver, con frecuencia pronuncian frases como "Di la verdad, muchacho, no querrás salir de aquí,
dentro de una maldita bolsa -"
El latino neutro, parece
aportar un poco de buen castellano al nuestro hermosamente adulterado…
II
Felicitas
Observamos
con atención los ojos muy abiertos de Felicitas, la cual tiene hoy todos los
síntomas, para colmo sin poder ir a su prepaga porque estaba a tope. Allí está,
esperando sentada por su turno en un pasillo del Tornú. Un Mundo que desconocía
y le enseñaron a odiar. Después de tres horas de aguardar en un duro banco que
compartía con un hombre que tosía continuamente y una señora boliviana vestida
pobremente, con ropas típicas y dos niños, uno de ellos atado a la espalda, se
escuchó la voz convocante de la enfermera:
-
Errechea
- quien además la tuteó cuando le flanqueó la puerta –, adelante.
-
¡Dios mío! - murmuró Felicitas, detrás de su barbijo con arabescos
dorados-
III
Pascual
Tengo
un vecino del que me entero fue un gran jugador de fútbol. Un día, tomando una
birra le pregunté…
-
Pascual, dicen que usted jugaba
extraordinario al fútbol, en toda la cancha, hasta de arquero, si hacía falta.
-
Es verdad me respondió - De pibe yo hacía cualquier
cosa con la pelota, y hoy, la pelota hace lo que quiere conmigo.
Carcajada
mediante se tomó el resto de su pinta, bajó del taburete y me dio la mano. Si
no hubiese sabido que había jugado al fútbol cuando caminando cruzó la calle, igual
le hubiera sacado la ficha. Chueco, bajo y delgado, caminaba lento, ligeramente
inclinado hacia la izquierda, con el pie del mismo lado torcido apenas hacia
adentro, y la cabeza gacha mirando al piso, como si el asfalto fuera césped…
IV
Bolivianos
Tengo un amigo,
terrible facho ¿quién no lo tiene ?. Íbamos a cruzar la calle y con nosotros,
una Xilux flamante.
-
Viste que mal le queda la chata al
boliviano ése – comentó con desprecio. A cualquiera de éstos grones, si no los
tenés paleando cascotes no les queda bien ningún otro paisaje. Eso sí, son
artesanos en lo que saben hacer, pero si los sacás de la pala y los ladrillos,
te arruinan cualquier belleza, son sucios además. Sino fíjate como el
"bolita" ése de la XILUX nueva….¡Indios de mierda!
Venía el bondi, el
que teníamos que tomar… y le estiré la
mano
*Original Eduardo De Vincenzi
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