Revista Nos Disparan desde el Campanario Año II Nro. 41 La ciudad de La Plata, Benoit y la masonería.. por Guillermo F. Sala

 

El origen de la masonería se remonta a la Edad Media europea, donde ya existían los franc-masones. Los masones en aquella época, dominaban el arte de construir catedrales y guardaban celosamente los secretos de la construcción, los que eran descubiertos en ámbitos denominados logias.  En idioma inglés “masonry” significa albañilería o mampostería.

La Logia era el taller donde iban a vivir durante años, guardar las herramientas, formar a sus aprendices, transmitir sus instrucciones y sus técnicas gremiales. La admisión debía producirse mediante una ceremonia de iniciación en la que debían jurar fidelidad para que esos conocimientos no salieran del círculo de la construcción. También esas logias eran escuelas profesionales y técnicas donde se enseñaba cálculo, geometría, física, a leer los planos, etc., cuando la mayoría de la gente era analfabeta. Los símbolos masones tienen relación con esos tópicos de enseñanza.

En los primeros años  del  Siglo XVIII se formaliza en Londres una Gran Logia donde se redacta las primeras normas masónicas y se establecen los ritos y símbolos. Tenía un carácter laico y racionalista propio de los tiempos de la Ilustración, por tal motivo sufrió la condena de la iglesia católica.

Sus miembros se destacaron en ese siglo por sus ideales ilustrados y su apoyo a las causas republicanas, tanto en Francia como en parte de los Estados Unidos, adhiriendo a los ideales de la revolución francesa: la libertad, la igualdad y la fraternidad. Asimismo, se encuentra su influencia en los próceres de la independencia americana. La propuesta no es seguir con el tema de la masonería sino emparentarla con el urbanismo y la arquitectura, y un ejemplo de ello es la capital de la Provincia de Buenos Aires. 

 

La ciudad de La Plata fue fundada oficialmente por el gobernador Dardo Rocha el 19 de noviembre de 1882, su construcción fue planificada y construida específicamente para ser destinada como capital de la provincia de Buenos Aires, después de que la ciudad de Buenos Aires – actual capital de la nación - fuera declarada como Distrito Federal hacia 1880. El entonces gobernador encargó el diseño de la nueva ciudad al ingeniero y urbanista Pedro Benoit (argentino de origen francés), quien trazó los planos de la futura capital de la provincia y volcó su conocimiento de las teorías urbanas más modernas, así como de las transformaciones de la ciudad de París a mediados del siglo XIX.

Erróneamente suele mencionarse que Pedro Benoit también fue el diseñador del trazado urbano, confusión generalizada a partir del plano firmado por él que se presentó en la Exposición Universal de París en 1889. Si bien es muy probable que haya tenido una fuerte injerencia en la idea, el proyecto surgió del equipo de trabajo del Departamento de Ingenieros encabezado por el Arq. Burgos.

El trazado urbano de la ciudad de La Plata representa a la perfección las ideas racionalistas e higienistas del momento, incluso se encuentra exhibido en uno de los museos de Washington, en EEUU. El arquitecto Burgos; había ingresado a la Gran Logia Confraternidad Argentina en octubre de 1875. El trazado es un documento doblemente valioso, por un lado plantea una visión urbana revolucionaria para la época (distribución, tránsito, geometría, diagonales). En otro sentido, es una prueba de la magnitud que pueden tomar los símbolos ocultos masónicos. Las diagonales de la ciudad forman el emblemático compás y escuadra de la masonería; entre otras iconografías. También se puede graficar un enorme rombo obtuso que unifica plazas que fueron bautizadas con los nombres de reconocidos masones.

 




 

Existen variadas referencias masónicas, que pueden revelarse en la ciudad desde el descubrimiento del número aúlico 1,618033…en la proporción de algunas diagonales, la aparición del número 13 en varias oportunidades, el reconocido 666 en otras tantas así como el 3,1416. En fin estas referencias pueden dar para otras ventanas de encuentros donde podamos vincular la naturaleza con las relaciones numéricas.

 



 

Sin duda Burgos fue la mano derecha de Benoit y el gran coordinador del megaplan fundacional. El diseño es una  coordinación perfecta que queda reflejada en las calles, los edificios, los parques y hasta en las esculturas. Por aquél entonces se pensó una ciudad para 150 mil personas, cifra que se alcanzaría recién en la década de 1920, y un diseño artístico que valorice las ideas aún vigentes cómo: república, democracia, libertad, industrialización, educación, agricultura y medio ambiente.

 

Fue pensada siguiendo la tradición grecolatina de ciudad amanzanada, que llega a toda América Latina por las llamadas “Leyes de Indias” directrices que fueron enriquecidas con el aporte afrancesado del urbanismo de mitad del siglo XIX, por los bulevares y diagonales. De esta manera, el trazado propuesto consistió “en un cuadrado básico, con dos diagonales mayores (uniendo los vértices del cuadrado) y cuatro diagonales menores que vinculan entre sí al bosque de La Plata -asiento de edificios universitarios y recreativos- y los tres parques proyectados” así como la determinación para construir una plaza en todos los cruces de avenidas con el fin de promover la multiplicación de espacios recreativos barriales destinados al uso de la familias.

 



 

Por otra parte, vale destacar que el centro geométrico de la ciudad (también conocido como eje histórico), marcado por la Plaza Moreno, ha sido conservado hasta hoy en forma intacta. Allí se encuentran el Palacio Municipal y la Catedral, distribución que enfatiza la importancia dada al ayuntamiento y a la religión.

 

Con rasgos provenientes de influencias diversas como la impronta de la conquista española,  los aportes del urbanismo francés y la simbología masónica, el diseño urbano de la ciudad de La Plata resulta un atractivo que no pasa desapercibido ante la mirada de ningún visitante. Un testimonio vivo de la diversidad cultural que forjó la historia de una buena parte de América latina.



Benoit era amigo de Eduardo Peralta Ramos, hijo del fundador de Mar del Plata, y llegó a esa ciudad por primera vez en 1874 y se enamoró del paisaje de la incipiente ciudad balnearia. Sin embargo, recién a fines de 1896, ya jubilado, se radicó en la zona de manera definitiva. Fue recibido entusiastamente por Peralta Ramos, quien durante los primeros días le dio cobijo a él y a su familia en su propia casa, hasta que se mudó a un inmueble que compró en la avenida Colón y que fue demolido tiempo después de su muerte. Por ese entonces, fue nombrado vicedecano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Facultad de La Plata, por lo que viajaba continuamente entre ambas ciudades.

 

Fue por esa época que, al ver que la población estable de Mar del Plata crecía exponencialmente, un grupo de mujeres provenientes de las familias de tradición católica más adineradas del pujante poblado planteó al intendente la necesidad de construir un templo más grande y Pedro Benoit volvió al centro de la escena: el proyecto de la obra de estilo neogótico, una de las más significativas que iban a construirse en la historia marplatense, quedó en sus manos. No iba a ser el primero de esas características: antes había trabajado en la construcción de la Basílica San Ponciano y la catedral de La Plata, además de otras iglesias en Merlo, San Justo, Moreno, Ensenada, San Vicente, Benito Juárez y Azul.

 

A Benoit le encantaba vivir en Mar del Plata y cuando surgió que a la ciudad le hacía falta una imponente catedral, él no dudó en tomar el proyecto por el que no cobró un centavo. Si bien la obra de la Catedral la inició él, fue finalizada por uno de sus diez hijos; el único en seguir sus pasos. Murió el 4 abril 1897 en aquella ciudad, a los 61 años, producto de una insuficiencia cardíaca.

Sus restos fueron sepultados en la Recoleta cuentan que hablando en el acto de sepelio el Dr. Dardo Rocha quien, como ya dijimos, fue el fundador de capital provincial, dijo entre otras cosas: “no podrá olvidarse el nombre del Ingeniero Pedro Benoit mientras subsista la Ciudad de La Plata a cuyas obras públicas las concurrió en tan gran parte, con inteligencia práctica, con esfuerzo superior a la resistencia ordinaria en el organismo humano, con desinterés ejemplar y con una honradez tan acrisolada que la calumnia, que nada respeta, jamás se atrevió a mancillarlo por el manejo de cuantiosas sumas que estuvieron a su cargo”.

 

 


*Guillemo F. Sala Arquitecto

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