Revista Nos Disparan desde el Campanario Año II Nro. 40 Negro como el Carbón por Alejandro Marcó del Pont
Fuente:
Sitio El Tábano Economista
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/
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de origen: AQUÍ
Algunas personas caminan bajo la
lluvia,
otros simplemente se mojan.
( Roger Miller)
Las
contradicciones son incompatibilidad entre dos o más proposiciones. Los
economistas veneramos esta paradoja, sin darnos cuenta, supongo. Estamos todo
el tiempo tratando de honrar el crecimiento del producto, buscando las
herramientas del incremento perpetuo. Si bien todos sabemos que como indicador
el PBI es inexacto, transgredimos los límites del planeta imaginando un
crecimiento constante. ¿Sería una contradicción preguntarnos si el sistema
capitalista puede resolver el problema de calentamiento global, que él mismo ha
creado?
El
sexto informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), en su
resumen, nos ofrece la “última oportunidad” ante el calentamiento global,
aunque sus conclusiones no distan mucho desde su publicación anterior en el
2013, si bien son más alarmantes. Que el cambio climático y el calentamiento
global son “inequívocamente causados por las actividades
humanas”, como dice el resumen para responsables políticos, es
lógico. Pero, ¿se puede responsabilizar del cambio climático a toda la
humanidad o solo a esa parte de ella que posee, controla y decide nuestro
futuro?
Como
dice Michael
Roberts, ¿alguna sociedad habría continuado
expandiendo la exploración y producción de combustibles fósiles sin
controles para proteger el medio ambiente, y sin buscar fuentes alternativas de
energía que no dañaran el planeta, una vez que fue evidente que las emisiones
de carbono estaban haciendo precisamente un daño enorme? Nuestras industrias,
sí. Y quizás esto ponga al hombre en uno de sus mayores desafíos económicos por
resolver. Evitar, y distinguir que no es el comportamiento humano con un
desinterés sin precedente, como se presenta, el que puede modificar la
trayectoria este vector, sino el comportamiento del capitalismo industrial, su
adicción a los combustibles fósiles y a los beneficios. Nuevamente, la lucha
por la regulación está entre la planificación y el mercado.
Desde
2017 hasta 2019, los desastres climáticos asociados con el calentamiento global
le han costado al mundo 650.000 millones de dólares. Desde 2015, cuando se
firmó el Acuerdo de París sobre el clima, los 33 mayores bancos del mundo han
destinado 1,9 billones de dólares a explotar combustibles fósiles, según BankTrack. El peor banco del desastre
climático es el estadounidense , que entre 2016 y 2018 aportó 196.000 millones
de dólares a estas energías. Mientras que HSBC respalda plantas de carbón en
Vietnam, Bangladesh e Indonesia. La pregunta es entonces, ¿por qué se detendría
ahora? No se intentó un crecimiento armónico en 2007 ante la crisis económica;
hoy les resulta indiferente a los países centrales la distribución homogénea de
vacunas en el mundo ante una pandemia, ¿por qué se preocuparían por el
calentamiento global?
La
Unión Europea cree que serán necesarios al menos
180.000 millones de euros anuales hasta 2030 para descarbonizar la energía y
mantener la temperatura en los márgenes, dentro de un incremento medio que no
supere los dos grados y el freno a los 1,5º C respecto a los niveles
preindustriales. Por lo que mantener estos límites hace que semejante suma de
dinero tenga que ir a parar a los bolsillos de alguien. Nuestro apocalíptico
porvenir se puede convertir en atractivo beneficio a corto plazo.
En
América Latina, han desaparecido 42 millones de hectáreas de
bosques tropicales entre 1980 y el 2000, según ha reportado el portal
Mongabay Latam. En el último informe del 2021 de Amazon
Watch, titulado “Operaciones bancarias en la
destrucción de la Amazonía”, producido inmediatamente después de una investigación de agosto de 2020 que revela
que los bancos financian el comercio de petróleo de la Amazonía en la región de
las cabeceras de Ecuador y Perú, incumpliendo sus propios compromisos
ambientales y sociales (ESR), incluyendo a bancos como J. P. Morgan Chase,
Credit Suisse, BNP Paribas, Goldman Sachs, entre otros.
La
firma Carbon Disclosure Project demuestra
en su encuesta que se puede sacar partido, como siempre lo han hecho, de un
distópico futuro. La firma le preguntó a 7.000 compañías del mundo cuáles son
los riesgos y oportunidades del calentamiento global, esto antes de la
pandemia, veamos algunas respuestas:
La
farmacéutica Eli Llily asoció a los desastres medioambientales a un mayor
riesgo de diabetes, que se afirmaría con el Covid-19, debido a una menor
actividad física y mala alimentación. Esta desgracia con suerte incrementaría
la necesidad de medicamentos que tratan esta enfermedad. El laboratorio Merck y
IPhone imaginan una expansión del mercado para los artículos relacionados con
enfermedades tropicales, incluidas aquellas que se transmiten por el agua, y a
medida que la gente empiece a experimentar con mayor frecuencia sucesos
climáticos severos estarán más unidos a sus móviles. Walt Disney teme que haga
demasiado calor para visitar sus parques, AT&T tiene miedo de que los
incendios forestales y los huracanes inutilicen las antenas de telefonía.
Las
soluciones planteadas al problema son una planificación de sustitución de
energías o una respuesta fiscal de mercado, lo que muchos llaman “un club
climático”. Esta sería la solución impositiva o de fijación de precios, es
decir, la solución de mercado, al cambio climático. Se basan en tratar de
corregir la “falla del mercado” incorporando los efectos nefastos de las
emisiones de carbono a través de un sistema de impuestos. El argumento es que,
dado que la teoría económica dominante no incorpora los costos sociales del
carbono en los precios, el mecanismo de precios debe “corregirse” mediante un
impuesto. La idea es la del tabaco, la solución impositiva y la fijación de
precios desalientas su consumo. El fundamento de la fijación de precios del
carbono es atractivo por su simplicidad.
Los
neoclásicos siempre anteponen el mercado para las soluciones de problemas, aun
y cuando no sea real. Las instituciones internacionales y la economía dominante
son quienes proponen esta modalidad de precio del carbono o impuestos al
carbono como las principales soluciones para acabar con el calentamiento global
y el destructivo cambio climático. Durante algún tiempo, el FMI ha estado
presionando para que el precio del carbono sea una parte “necesaria, si no
suficiente”, de un paquete de política climática que también incluye la
inversión en ‘tecnología verde’ y la redistribución de ingresos para ayudar a
los más desfavorecidos a hacer frente a la carga financiera.
En
la reciente reunión de los ministros de finanzas del G20, la fijación de
precios del carbono fue aprobada como una de “un amplio conjunto de
herramientas” para abordar el cambio climático. En la Conferencia
Internacional sobre el Clima de Venecia, Christine Lagarde,
presidenta del Banco Central Europeo, subrayó la necesidad de fijar el precio
del carbono, enfatizando la importancia de un “precio efectivo del carbono
que refleje su verdadero costo”. Un precio del carbono acordado sería entonces
un precursor del establecimiento de un impuesto fronterizo al carbono, que
serviría como un arancel sobre las importaciones de países sin precios para
este.
Los
economistas que han intentado calcular cuál debería ser el “precio social” del
carbono han encontrado que hay tantos factores involucrados que el precio debe
proyectarse en un horizonte de tiempo tan largo que es realmente imposible
asignar un valor monetario al precio o al “daño social”. Las estimaciones del
precio del carbono oscilan entre 14 dólares por tonelada de CO2 y U$S 386,
lo que lo vuelve absurdo.
Aunque
se habla mucho sobre el aumento de los precios de las emisiones de carbono,
poco o nada se dice sobre los enormes subsidios que los gobiernos siguen
otorgando a las industrias de combustibles fósiles. Los países del G20 han
proporcionado más de U$S 3,3 billones en subsidios para combustibles fósiles
desde que se selló el acuerdo climático de París en
2015. Australia aumentó los subsidios un 48%, Canadá un 40%, Estados Unidos un
38%. Los mayores subsidios provinieron de China, Arabia Saudita, Rusia e India,
que, juntos representaron aproximadamente la mitad de todos los subsidios.
Las
100 mayores empresas de gas, petróleo y carbón son las mayores empresas
contaminantes del mundo. Le siguen las personas más ricas en ingresos y riqueza
del Norte global, las que tienen un consumo excesivo y vuelan a todas partes.
El desperdicio de la producción y el consumo capitalistas en automóviles,
aviones y aerolíneas, transporte, productos químicos, agua embotellada,
alimentos procesados, productos farmacéuticos innecesarios, etc., está
directamente relacionado con las emisiones de carbono. Los procesos
industriales dañinos, como la agricultura y la pesca industriales, la
deforestación, la minería, etc., también son importantes calentadores globales,
mientras que la industria bancaria opera para suscribir y promover todas estas
emisiones de carbono.
Por
lo tanto, la solución de fijación de precios e impuestos al carbono, incluso si
funcionó para reducir las emisiones, es un sueño imposible, ya que nunca podrá
implementarse a nivel mundial antes de que el calentamiento global alcance
niveles peligrosos. Pocos
gobiernos tienen la intención de detener la exploración
de combustibles fósiles. El Reino Unido está otorgando licencias para
nuevos campos de petróleo y gas en el Mar del Norte, China
está construyendo centrales eléctricas de carbón y
las compañías petroleras aún están invirtiendo en nueva producción.
Los
expertos sobre el cambio climático estiman que para prevenir la elevación de
las temperaturas por encima de 1,5º C, el empleo de gas y petróleo debe caer un
20% en 2030 y el 55% durante 2050. Y hay que dejarlos enterrados en la tierra,
donde pertenecen. Es decir si fuésemos fieles a los compromisos tendríamos que
dejar de usar el 35% de las reservas conocidas de crudo, el 52% de las de gas y
un 88% de las de carbón. El petróleo, el carbón y el gas natural representan el
31%, 27% y 25% del total, respectivamente. El carbón, específicamente, crecerá
un 5% en 2021 y un 3% en 2022.
La
reactivación de la demanda mundial de energía significa que la economía mundial
se está recuperando de la pandemia, pero el aumento de los precios del carbón
también son un recordatorio de cómo la energía depende de los combustibles
fósiles. El espectacular crecimiento económico de China y la electrificación de
la economía india se basa en el carbón. Este tiene dos usos principales,
generación de electricidad y fabricación de acero, componentes que hicieron que
el mundo
duplicara su consumo.
En
el 2020, con la pandemia, el carbón generó el 63% de la electricidad de China y
el 72% de la India. China es el mayor productor, seguido por la India, y entre
los dos consumieron el 66% del consumo mundial. El carbón es barato y
predecible, es decir, es seguro en su suministro, accesible y sostenible en el
tiempo. Occidente ha trasladado el problema del carbón a Oriente, como si no
fuera un problema mundial. Estados Unidos, el segundo mayor consumidor de
electricidad después de China, sustituyó el carbón, que representaba el 43% de
la generación a un 20% al intercambiarlo por gas natural. Algo similar sucede
con Corea, Japón, Reino Unido y Alemania.
El
precio del carbón (US $ / tonelada métrica)
Con
esta lógica, ¿realmente alguien cree que los beneficios actuales, incluso
aumentando el costo con impuestos, aplacarán la sed de energía y acero para los
dos países más poblado de la tierra? Mientras tanto, la idea es seguir
creciendo y consumiendo, aunque nos quedemos sin planeta.
*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista.
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