Revista Nos Disparan desde el Campanario Año II Nro. 38 De juguetes, género y bicicletas.. por Favio Camargo

 

 

Desde los inicios de nuestra especie y tal vez también en algunas de las que nos antecedieron como la Neanderthal se ha demostrado que ha existido la capacidad de jugar. Las infancias de todos los tiempos han jugado en sus momentos libres, imitando muchas veces las conductas de sus mayores. Esas conductas y tareas, al igual que los juegos que iban a surgir imitándolas iban a depender del entorno en el que la vida de estos seres se desarrollara. Si bien durante mucho tiempo las infancias no pudieron desarrollar sus capacidades lúdicas por urgencias de primera necesidad como aprovisionarse del alimento y el combustible necesario para obtener calor y comida caliente siempre hubo pequeños momentos aunque sea donde la imaginación de un niño o niña podía volar un rato. Podríamos decir sin sonar demasiado arcaicos que la división de los sexos en los juegos nace ya en tiempos del Paleolítico, los niños imitando a sus padres o hermanos cazadores o pescadores y las niñas jugando a cocinar y a cuidar a los más pequeños del grupo.

Mi opinión es algo diferente. La escasez de medios y la pequeñez de los grupos llevaban a la totalidad de quienes los componían a empeñarse juntos en las tareas. Al menos en tiempos prehistóricos, la división de tareas por sexo no era algo que se cumpliera mucho. Ya cuando la especie inicia su proceso de  sedentarización  las tareas comienzan a dividirse más por sexos pero la escasez de componentes humanos y medios técnicos hacían que esa división no fuera muy efectiva y que cada tarea fuera cumplida por quien pudiera realizarla más allá de su sexo.  Las condiciones de la técnica antes mencionadas causaban que no hubiera mucho tiempo disponible para jugar, la vida hasta los tiempos modernos girará en torno a conseguir lo necesario para subsistir. Siempre se vive al límite del hambre. La división por sexos en los juegos entonces, según mi opinión, nace cuando comienzan a surgir los primeros estados Modernos y con ellos la necesidad de contar con soldados para formar sus ejércitos permanentes. Las niñas van a ser educadas con el objetivo de que se conviertan en madres reproductoras y cuidadoras de los futuros soldados. El niño en cambio va a ser educado con el objetivo de  convertirlo en soldado. Aquí nace la idea de que debe ser “duro” porque va a ser el que, previa limada de cerebro, mate llegado el momento para defender a su dios, su patria o cualquier argumento de moda. No podemos entender la masacre que fue la Primera Guerra Mundial sin entender el trabajo en las cabezas hecho por años de manera casi artesanal. Al día de hoy asombra el nivel de esa tragedia humana. Personas corriendo a caballo o a pie contra tanques y ametralladoras sin la más mínima posibilidad de sobrevivir. Toda la capacidad técnica que habíamos desarrollado como especie puesta al servicio de la muerte. Por lo tanto si a un niño, digamos, en lugar de un muñeco de “Rambo” con una ametralladora le gustaban los “Pinipons”, y en lugar de las historietas de robots le gustaran libros de ositos para pintar, ese niño, aunque tuviera 10 años, era muy raro y había que vigilarlo para no tener “sorpresas” más tarde. Luces de alarma podrían haberse prendido si alguien hubiese visto una habitación de un adolescente donde se mezclaban videojuegos, libros de arqueología e historia y dos posters de jugadoras de rugby. Con esto podemos enganchar otro tema que es esto de asignarle géneros a un deporte. No falta nunca el padre o madre asustada porque descubre que a su hija le gusta jugar al futbol o a su hijo le gusta patinar. Acá voy a contarles algo que una vez me pasó en una clase. Un alumno me preguntó si estaba “bien” que le gustara patinar. Mi respuesta creo que lo dejó contento. ¿Usa casco usted? Le pregunté. Sí. Me contesta. A lo que agrego ¿Entonces cuál es el problema?


Es increíble que estas discusiones todavía aparezcan en pleno siglo XXI, donde según las pelis de ciencia ficción soviética ya deberíamos haber llevado el marxismo a la luna hace 4 años atrás. Si ahora hemos avanzado un poco en relación a todos estos temas, imagínense los noventa en un pueblo pequeño perdido en la provincia de Buenos Ares, era difícil. Recuerdo una llamada a mis viejos de parte de una persona muy preocupada de que no me gustaran los deportes “de hombre” como el futbol, o el beisbol deporte cuasi oficial en épocas de pedo mental menemista. La reunión duró cinco minutos. Mi viejo expresó, ante la preocupadísima persona, que le gusta ver ciclismo, los deportes sobre la nieve, y que los otros lo aburren. El niño raro de la nota es quien escribe, hoy convertido en un adulto muy raro, rodeado de libros al que le siguen gustando las bicis, las jugadoras de rugby y puede quedarse por horas escuchando a alguien tocar el acordeón como si estuviera en otro mundo. Porque sepanlóN….nadie sale cuerdo de Humanidades.

 


*Favio Camargo. Docente, estudiante del Profesorado de Historia en la Universidad Nacional del Sur

 


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