Revista Nos Disparan desde el Campanario Año II Nro. 38 Arquitectura: Amancio Williams - Una casa de película a la carta por Guillermo F. Sala
Pocos
arquitectos de nuestro país han alcanzado el renombre de Amancio Williams, (1913
-1989). Renombre que se debe en gran medida a la vivienda que diseñó para su
padre, el músico Alberto Williams, y por haber llevado adelante la única
vivienda diseñada por Le Corbusier en América. La Casa del Puente, en Mar del
Plata, y la Casa Curutchet en La Plata, respectivamente, son los trabajos que
en parte sostienen su prestigio, al menos a la hora de mostrar obras
ejecutadas.
Vamos
a iniciar el recorrido de sus trabajos, describiendo su especial atención sobre
una solución teórica, defendida con entusiasmo, a través de muchos años y que
no pudo lograr afianzar constructivamente. Sin embargo mantiene un ideario en
su trayectoria que merece ser relatado.
Los
paraguas invertidos
En
este desarrollo teórico realizado por Williams hay uno que lo identifica de
manera definitiva: las cubiertas de cáscaras de hormigón, los “paraguas
invertidos” que por su audacia constructiva y estética entusiasmaron a los
profesionales de la arquitectura y la ingeniería en las décadas de 1950 y 1960.
Williams los imaginó en lo alto, como una cubierta semicontinua aislada del
edificio, láminas pegadas unas a otras.
Como
visionario y creativo esos primeros paraguas invertidos nacen en 1939. Su idea
era poder generar una continuidad superficial a partir de varias de estas
membranas de doble curvatura –paraboloides hiperbólicos— para que conformaran
una cubierta. Una suerte de “sobretecho”, independiente del edificio al cual
cubrían y al que, de alguna forma, protegían.
Esta
singular idea apareció en escena con el encargo que Williams recibió a mediados
de la década de 1940 para construir hospitales en Corrientes, por encargo del
Ministerio de Salud de la Nación.
Williams
visitó esa provincia en 1948, un lugar de clima subtropical, caluroso y húmedo,
con fuerte incidencia del sol. Un paisaje donde se imponían las construcciones
con galerías para controlar el impacto del sol, tanto en patios interiores como
en las veredas. De esa visión surgió la idea de proteger al hospital mediante
un techo alto, independiente, conformado por una sucesión de bóvedas.
El
componente individual de esa cobertura es un cuadrado de hormigón, de doble
curvatura y apenas 5 centímetros de espesor, sostenido por una única columna de
fuste circular. Este “cielo protector” sobrevolaba los hospitales, como una
gran sombra que mejoraba las condiciones ambientales y el confort. Cada diseño
se analizó mediante los estudios de asoleamiento, de los cuales surgía la
relación del perímetro y las alturas, creando una suerte de “bosque
artificial”. Se plateaba así una obra con dos techos: el alto, formado por las
bóvedas, y el bajo, del edificio, también de hormigón armado que, al estar
protegido por los paraboloides, permitía el ingreso cenital de luz natural.
Entre ambas cubiertas se generaba un microclima.
Ninguno
de estos hospitales fue construido, pero los dibujos y planos manifiestan de
manera clara la original idea que luego Williams ensayaría en varios de sus
trabajos, ninguno de ellos llevados a la realidad, a excepción de un par de
paraguas construidos para un pabellón de vida efímera.
La
propuesta volvió a repetirla en el proyecto para una estación de servicio en
Avellaneda, diseñado en 1955, repitió esa resolución en el proyecto para una
Escuela Industrial en Olavarría, en 1960, la cual sería parte de un importante
centro tecnológico. Por último, realizó un proyecto similar para una casa en
Punta del Este, en Uruguay, para la familia Di Tella. De nuevo la idea quedaba
en los papeles y, una vez más, no pasaría de ese estadio.
En
el Pabellón de Exposición encargado a Williams por la cerealera Bunge y Born
para emplazar en la Sociedad Rural de Palermo, en 1966, Williams pudo
finalmente construir sus bóvedas, aisladas y con otro pensamiento, pero capaces
de generar un espacio virtual y un impacto en todos los visitantes. Debajo se
realizó una estructura de gran unidad, sin columnas ni vigas, donde todo es
forma y a la vez estructura. Pese a su esfuerzo para que no fueran demolidas,
al término de la exposición marcó el final de la obra. Fue una obra efímera.
(Foto)
En
1963, Amancio diseñó un monumento en memoria de su padre Alberto (1862-1952),
en ocasión de cumplirse cien años de su nacimiento y diez de su muerte. Tampoco
sería construido, pero sirvió de base al que efectivamente se realizó en 1999, llevado a cabo por su discípulo Claudio
Vekstein, en el Paseo de la Costa de la Municipalidad de Vicente López, frente
al Río de la Plata, “en homenaje -se explicó- a una de las figuras
sobresalientes de las artes y la cultura argentina del último siglo”.
Se
trata de una suerte de fusión del pabellón de Bunge & Born y el Monumento a
Alberto Williams, en el cual entrelazan escalas, equipamiento, distancias y
juego de alturas. Frente al río, como dos faros cubiertos, los paraboloides
rinden finalmente justicia y honor a su creador.
En
otro de los esfuerzos por imponer esta solución creativa, empezó a construir un
complejo de piscinas en Epecuén. La
ciudad es una localidad bonaerense que ya no existe, hoy reducida a ruinas y
escombros luego de que en 1985 la laguna que le da nombre lo sepultara bajo sus
aguas. Cuando años más tarde el agua se comenzó a retirar, las ruinas de la
Villa reaparecieron con un aspecto fantasmal. Cuando el agua arrasó con la
villa, también arrastró esta construcción. Los paraboloides pueden verse hoy
dispersos, apoyados en el suelo, a la vista en tiempos de sequía, otra vez bajo
el agua cuando la laguna vuelve a ganar las calles del lugar.
En
2008, el gobierno de Santa Fe decidió recuperar un viejo molino harinero para
reconvertirlo en una “fábrica cultural”.
El
Molino Franchino se intervino con un fuerte espíritu de preservación, por el
significado histórico de sus edificios y su valor constructivo y espacial.
El
galpón ladrillero casi ni se tocó: se respetó su esencia, lugares y materiales.
Un segundo edificio de hormigón también se recuperó. Entre ellos quedó una
calle, y en ese lugar los autores del trabajo, que le pidieron autorización a
la familia Williams para el uso de esta solución constructiva, ya que el
arquitecto había fallecido hacía casi dos décadas, decidieron generar la mítica cubierta de
paraguas en lo alto, la esencia misma de la creatividad de Williams. El
conjunto molinero-cultural es una maravilla del diseño, la construcción y la
memoria.
La
Casa Curutchet
Con
un océano de por medio, a más de 10.000 km de distancia, a la manera de dos
ajedrecistas que miden con extrema precisión sus movimientos y con el correo
postal como único medio de comunicación, Williams y el suizo francés Le Corbusier se concentraban,
en 1947, en un objetivo común: la construcción de una casa, una vivienda
particular, destinada a convertirse en un virtual manifiesto del modernismo: la
Casa Curutchet.
Considerada
la construcción más famosa de La Plata, ubicada en Boulevard 53 Nº 320, entre 1
y 2, visitada anualmente por miles de personas de todo el mundo, se trata de la
única obra diseñada por Le Corbusier en América Latina. Declarada monumento
histórico nacional y considerada una obra maestra de la arquitectura moderna,
la casa es dueña de una rica historia, y la participación activa de Amancio
Williams, fue decisiva ya que estuvo a su cargo de la primera etapa de la
construcción.
La
rigurosa interpretación de Amancio Williams en la Casa Curutchet resultó
fundamental, no solamente para la realización de esta obra, sino como
testimonio de un preciso método de trabajo como intérprete del movimiento
moderno.
Como
dato anecdótico y en caso que el lector le interese visitarla visualmente,
además de disfrutar de una muy buena película, el film argentino “El Hombre de
al Lado” de Gastón Duprat y Mariano Cohn e interpretada por Daniel Aráoz y
Rafael Spregelburd, la muestra
magníficamente. Está filmada íntegramente en la famosa Casa.
La
Casa del Puente
En
1942, Amancio Williams formuló una de las propuestas más originales y rigurosas
de la arquitectura moderna argentina. Se trató de la llamada Casa del Puente también
conocida como Casa del Arroyo o Casa Williams, una obra concebida para su
padre, el músico y compositor Alberto Williams. El predio de dos hectáreas, de
parque ubicado entre las calles Matheu, Funes, Saavedra y las vías del
ferrocarril General Roca, ubicado en las afueras de la ciudad de Mar del Plata
en el Barrio Pinos de Anchorena, se encontraba en esa época surcada por el
arroyo Las Chacras.
La
casa fue construida entre 1943 y 1946, y actuó como socia en los trabajos su
mujer Delfina Gálvez, muy olvidada en ocasión de los créditos de este trabajo.
Emplazada sobre un puente que reunía las dos orillas del arroyo, conjugó en una
misma obra la racionalidad tecnológica moderna con la topografía. La maestría
del diseño alcanzó la fusión entre elementos abstractos, como el puente y la
terraza, con elementos de tradición criolla, como la galería de entrada
(ubicada al pie del ingreso, en uno de los pilares del puente). El predio
contaba también con una construcción separada que incluía el garage y el pabellón
de servicio. Si bien las dimensiones de la casa no son demasiado grandes (nueve
metros de ancho por unos 27 metros de largo, con una altura de seis metros), la
perspectiva sobreelevada de la obra, generan una sensación de mayor tamaño.
La
planta baja consta de dos entradas ubicadas en los puntos de apoyo del puente.
La transparencia de este acceso contribuye al movimiento de la obra, gracias a
los ventanales que dejan al descubierto las escaleras apoyadas sobre el arco
del puente.
El
living cubre todo el largo de la casa y se vincula con el exterior a través de
un ventanal continuo de 27 metros de largo. El diseño de la obra fue pensado
como una forma no intrusiva de incorporar arquitectura dentro de la naturaleza.
Según sus propios escritos y declaraciones, el objetivo principal de Amancio
Williams consistió en realizar una estructura totalmente liviana, aérea y
transparente, que al mismo tiempo fuera honesta en el uso de los materiales.
El
hormigón armado utilizado en la obra fue ensayado en laboratorio para que
lograra resistir el deterioro climático sin mantenimiento. En su faz externa se
lo trató químicamente para dejarlo a la intemperie sin recubrirlo. Williams no
quería tapar con artificios la honestidad de los materiales. Por su parte, el
interior de la casa fue construido en placas de madera, en un taller de
carpintería que realizó puertas, ventanas, escaleras y mobiliario. La casa se
montó primero en el taller, luego se desmontó y se volvió a armar in situ.
Luego
de la muerte de Amancio Williams, en 1989, la Casa del Puente fue declarada
Monumento Histórico Nacional. Durante muchos años fue sede de la emisora local
LU9 que se presentaba radiofónicamente con el slogan “desde la Casa del
Puente…un puente hasta tu casa”
La
casa, construida en los mediados de la década del ’40 del siglo XX, sufrió un
prolongado período de deterioro. La destrucción de casi todo el mobiliario y
buena parte de la mampostería, en muchos casos como producto de sucesivos
incendios, que hoy dejan huellas en las paredes tiznadas y algunos tramos de
piso todavía tan negros como carbón. El abandono y descuido fue originado a
raíz de un juicio de sucesión desde la década del ‘90.
El
primer paso para su recuperación edilicia, se dio hace algunos años, cuando un
acuerdo con el nuevo dueño y la Municipalidad de Mar del Plata, permitió tomar
medidas imprescindibles para salvaguardar la propiedad. Cerco perimetral,
personal de seguridad las 24 horas, tareas de limpieza y colocación de
cerramientos, fueron prioridad para mantener a salvo de intrusos y daños.
A
principios de este año se estaba en vías de anunciar el inicio de los trabajos
para encarar la recuperación de este ícono arquitectónico universal, en la que
participaban la Municipalidad de MdP, la Secretaría de Cultura y el Ministerio
de Turismo de la Nación, con una
inversión de más de 40 millones de pesos.
*Guillermo F. Sala, Arquitecto
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