Existe una especie de obsesión por la racionalidad
que no permite ver cualquier otra
posibilidad…..
Rodolfo Kusch
Estamos
transitando tiempos electorales y de la mano de ellos, para ser buenos
efectores, llegado el momento iremos a votar. Ahora bien, la presentación de
las listas, más allá de un espacio u otro, ha dejado un sinnúmero de aspectos a
los cuales poder referirse, desde la simple y legítima opinión de ciudadano. Obsérvese
que la denominación ESPACIO grafica una
postura, ya que su permanencia esté en jaque por la volatilidad, tanto de sus
protagonistas como de sus propuestas, muchos, no todos, están de paso. Si usted
quiere una comparación, un aeropuerto o un supermercado son espacios, nadie reside,
se pasa por ellos. Y aquí radica la gran pobreza que hoy caracteriza a la clase
política, obviamente hay honrosas excepciones. El Filósofo y Profesor Carlos
Cullen al referirse a este contexto nos habla de la INDIGENCIA. Dice “…existe una indigencia que va desde el
hambre hasta la divinidad…” Dentro de este arco o parábola se cobijan
cantidad de formas de indigencia. Indigencia cultural, de empatía, de
bienestar, de política, de confraternidad, de comunidad, etc., etc. Que no es el indigente sino el que
carece de lo más mínimo para su subsistencia, y esa carencia arrastra a otros
males. Si hablamos del indigente que pasa hambre junto a su familia, su
situación es caldo de cultivo del resentimiento, de la rebeldía, de la
exclusión, de la marginalidad. Pese a todo cualquier bien nacido hará lo
imposible para llevar la comida a su mesa. Cabe aclarar que nada tiene que ver
con la pobreza, que es la situación de aquel que no llega a satisfacer
necesidades alimentarias y no alimentarias.
Dicho esto es menester mirarnos como sociedad y desde la más profunda autocritica
reconocernos indigentes. Somos carentes de política. Y no solo de la política
partidaria, sino que dejamos al manejo y facultad de otros demás políticas que
hacen a la marcha de un país. Debemos
ser conscientes que todos, como sujetos hábiles legalmente vamos a las urnas
cada dos años, como es este turno, para elegir solamente legisladores, y cada
cuatro para demás cargos ejecutivos y legislativos en las tres jurisdicciones. Pasados
estos momentos nos despreocupamos de toda la cosa pública y transferimos
nuestra responsabilidad en los representantes. Estos una vez en sus cargos
tienen para sí las riendas del Estado ya que la Constitución habilita para
ello. La desproporción comienza a crecer traducida en la mencionada indigencia.
Nuestros representantes tienen diariamente la abundancia de posibilidades para
legislar y acordar entre ellos (oficialistas y opositores), y muchas veces sin
registrar su calidad de mandatarios. Por nuestra parte las carencias de
participación y posibilidad de llegada a observar, criticar o no autorizar tal
o cual medida, se transforma en una realidad palpable, y es aquí donde se cae
en cuenta que nada hemos elegido. Solo hemos optado. Eligieron mucho antes
otros por nosotros y cual vidriera de bazar nos pusieron las diferentes
figuritas políticas para que realicemos la parodia de votar. La indigencia política
es una realidad concreta. Y como en la indigencia del hambre crecen otros males
como contubernios, traiciones, acuerdos espurios. Ya es tarde para la queja y
como dice Larralde “…va tener buena
cosecha quien clasifique finao...”
¿Dónde
está la causa? La misma radica en la falta de decisión de los gobiernos
progresistas latinoamericanos, que con todo el capital político de los primeros
15 años del Siglo XXI, no encararon la reforma cultural. Aquí también se le
debe hacer el cargo a Cuba, que desde los años 60 tampoco intento la
transformación.
En
estos tiempos y queriendo terminar con la soledad de nuestra América por las
manos neoliberales, México está trabajando en una legislación que dé poder vinculante
a decisiones tomadas por entidades de base, como juntas vecinales, sociedades
de fomento, cooperadoras, clubes de barrio, ONG populares, movimientos
sociales, etc., Estas deben tener una muy buena organización interna, muy
claros los objetivos, y simbólicamente, un antivirus que bloquee cualquier
proyecto personal, como así también cualquier vestigio de corrupción para
consolidar solamente el proyecto colectivo. Se trata de pasar del sujeto
individual liberal al sujeto político comunitario. Pero para esto se precisan líderes.
No el líder como lo conocimos tradicionalmente, que es aquel que interpreta al
pueblo, pero que luego por la indiferencia de este, que como decíamos ut supra, transfiere su responsabilidad
dejando en manos de él y a su libre albedrío la toma de decisiones. Este nuevo
líder debe ser el modelo del que ejerce el poder obediencial, tal cual la
definición dada por Evo Morales. Este concepto redelineó la filosofía de la
liberación para este siglo XXI de la mano del Prof. Enrique Dussell. Estos
líderes hay que formarlos. Solo podrá hacerlo un modelo educativo que ayude a
pensar y no a obedecer como es el que nos caracteriza hace siglos. Me permito
una digresión. Jamás la educación tal cual está planteada tendrá como objetivo
el pensamiento crítico. No es posible que un mismo diseño curricular sea
utilizado para un grupo de 25 o 30 alumnos. Es lo mismo que una cantidad
similar de llaves funcionen en una sola cerradura. Debemos reconocer al sujeto
desde el mismo momento que articula sus primeras palabras en la vida. Ahí
define su singularidad. La reafirma desde lo lúdico o desde sus primeros
trazos. Ser acompañado desde estos momentos es la responsabilidad de la
educación. Cultivada la cualidad de analizar, criticar, reformar, adaptar,
tendrá el camino allanado para comprender en un futuro que lo dinámico en la
vida es lo principal, por contrapartida al sujeto estático, rígido, que asume y
se adapta sin análisis.-
*Horacio Pili Instructor de Formación Profesional, Sub jefe de área Centro de Formación Laboral N° 401 Tres Arroyos.
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