Revista Nos Disparan Desde el Campanario Año II Nro. 36 La Ley de Dios por Carlos Baffoni

 

“Ha escogido Dios más bien a  los locos del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios a los débiles del mundo para confundir a los fuertes. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a nada lo que no es. “(1 Co).

                  Aquí hay que elegir: Los escogidos de Dios son los despreciados y lo plebeyos. Para Pablo, ninguneado por todas las iglesias cristianas, quién expresa su orgullo de ser judío, los escogidos de Dios ya no son los judíos, pero tampoco los cristianos. No hay elección según “la carne”, lo que significa que no hay elección según la pertenencia a algún grupo institucionalizado. No es la “carne “el sexo”, como entiende “mal”  la iglesia institucionalizada. Una interpretación loca, de la que la Iglesia católica intenta tomar distancia. Y las evangélicas, que se dedican a husmear en la intimidad de sus prosélitos, de una manera voyerista, mediante la confesión y prácticas evangélicas persecutorias, leyendo sesgadamente las escrituras. También Freud cayó  en la trampa, un serio obstáculo epistemológico que aún hace estrago en las iglesias psicoanalíticas al suponer firmemente que la pulsiones sexuales indomables  son las que rigen el Inconsciente. Si fuera así, ¿a qué se dedican los psicoanalistas?  ¿Cuál sería su diferencia con las prácticas religiosas?

Es mucho más complejo todo.  Lacán contradiciendo a su maestro, a partir de una lectura a la letra de éste, estableció que el inconsciente es sede de la ética del sujeto, y puso como operador central de éste El Nombre del Padre. Cuando opera es la guía del sujeto en sus actos, la llamó también la ley del lenguaje. No la ley del Otro, el Superyó, la ley de los mandamientos de la palabra. Por eso dijo “Dios es inconsciente”. La sexualidad perdió su estatuto de Pulsión, y fue reducida a las demandas narcisistas del Yo, sus veleidades, a su necesidad de ser amado por el Superyó. El amor narcisista. El amor verdadero lo ubicó en otro territorio, que llamó Otro goce, el femenino: la capacidad del sujeto de recibir y aceptar su propio Amo, el Inconsciente, y no ningún Amo externo. No mandar ni ser mandado. Desear la completa independencia del otro, que al fin y  al cabo, es la suya propia. Por eso el inca Yupanqui, cuando fue al reino de castilla en 1810 les escupió en la cara a los reyes católicos: “Un pueblo que domina a otro no puede ser libre”. Si se llamara a los cristianos  los escogidos de Dios, eso sería  sería también una elección por “La carne”.

                      Quién se bautiza no es por eso un escogido de Dios. “No me envió Dios a bautizar”. Pablo, 1  Co 1:17.

Los escogidos de Dios son los judíos, cristianos, budistas, ateos y quién sea. Los plebeyos y los despreciados son los elegidos de Dios. La coincidencia de Pablo con Marx es total aquí, cuando hace su crítica a la religión en 1844. La fe  es eso ahora: si se acepta que los plebeyos y los despreciados son los escogidos por Dios, para actuar en consecuencia. No andar metidos en los templos rezando y orando para sentirse “Hijos de Dios”, los “separados por Dios”, los santos, los purificados, los buenos. Y esa fe salva. Es la salvación del sujeto. El problema es que todo conlleva un costo: si uno  se confiesa según esta fe, será también un despreciado, aunque antes no lo fuera. Entonces de lo que se trata no es de la fe en Jesús, sino de la fe de Jesús, por la que fue despreciado y asesinado. ¿Cómo es posible que se ande rezando y orando a un Jesús despreciado y asesinado de la peor manera sin creer en lo que él creía? Hay un prejuicio corrosivo en los políticos, intelectuales de toda laya, de que la teología es una basura, una metafísica pre-científica. Pensemos nomas en los que somos peronistas, los que defendemos a los humildes, despreciados, los laburantes, las persecuciones y muertes, desapariciones que sufrimos. Y  que seguimos sufriendo por parte de los poderes económicos. Si nos pudieran matar, no lo dudarían un segundo. Somos también despreciados, hasta por nuestras propias familias, como en la época de Jesús. A esta altura, el lector ya se habrá dado cuenta de que estoy aludiendo a la Teología de la Liberación. La opción por los pobres, sin ella no hay para Pablo ninguna justicia, porque la justicia por el cumplimiento de la ley mata. La ley romana mató a Jesús, no Dios, como una teología  malsana sugiere, esgrimiendo el fantoche de un Dios sacrificador, asesino de su propio hijo. La ley mata. Pensemos nada más, en las deudas a que someten los países ricos a los países pobres, impagables, de las que deben dar cumplimiento éstos según las leyes capitalistas. No importa a qué costo: “Sangre, sudor y lágrimas”, según decía el canalla de Avellaneda, encarnado hoy en Macri.

“Perdónanos nuestras deudas”, dice la única oración sugerida por Jesús a sus discípulos. Hoy el “Estado de derecho”, sus leyes, matan a discreción a los despreciados y oprimidos del planeta. Por algo Marx denominó “Ley del Valor” a la ley capitalista por esencia, cuyo cumplimiento amenaza de muerte a millones de humanos y la naturaleza.

“Llegará el día en que todo lo que os mate pensará que le está haciendo un servicio a Dios”. (Evangelio según San Juan).         

 “La Ley no  es para la vida, sino la vida para la ley”. (Pablo de Tarso)

                         

Referencias

Franz Hinkelammert. “La maldición que pesa sobre la ley”.

 

 


*Carlos Baffoni, Psicoanalista

 

 


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