Revista Nos Disparan desde el Campanario Año II Nro. 36 LA LEYENDA DEL DÉFICIT por Alejandro Marcó del Pont
Fuente:
Sitio El Tábano Economista
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/
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de Origen: AQUÍ
Lo que da problemas no es lo que
sabemos,
sino lo que creemos saber con
certeza y no es verdad
(Mark Twain)
Las
falsificaciones históricas son un instrumento indispensable para mantener el
poder, sobre todo en economía. Más aún cuando una parte importante de la
población piensa que el orden económico es resultado de una evolución natural,
aunque, en general, resulta desarrollada, explicada y difundida por sus dueños.
De más está decir que a nadie le importa que el tan mentado orden sea a todas
luces injusto y, menos aún, sus consecuencias.
Eso
sí, ante la privación de alternativas explicativas (nostra culpa est), los
hechos son tal cual como lo describen los poderes establecidos. Estos mitos
insistentemente reitedados, de fácil comprensión sin la más mínima oposición,
pasan a ser verdades irrefutables que se incorporan al relato. El adoptarlo
como cierto abroquela a las sociedades en su defensa, sin revisar sin son
realmente incuestionables. Por lo tanto, es muy posible que la falsificaciones
historicas sean las mejores aliadas de las clases dominantes, que las aplican
metódicamente.
Los
fraudes históricos adoptan muchas formas. Una de ellas se encuentra en la
evolución de la teoría económica, y como sostenía J. K. Galbraith en La
economía del fraude inocente, siempre favorecen a las clases dominantes. Están
basados en supuestos errores de teoría macroeconómica, cubren un territorio muy
amplio, que va desde una visión equivocada sobre la naturaleza, estructura y
dinámica de las finanzas públicas, hasta las distorsiones provocadas por la
desatinada visión que se tiene del funcionamiento del sistema bancario y la
política monetaria. En nuestro caso serán las abrumadoras consecuencias del
déficit fiscal.
En
principio, antes de profundizar en el tema, debe tenerse en cuenta un detalle
básico. Siempre que exista un déficit alguien tendrá un superávit, uno no
existe sin el otro. Por ejemplo, cuando dicen que China tiene un gran superávit
comercial, es porque otros países, principalmente Estados Unidos, tienen déficit,
de manera que el comercio mundial queda balanceado entre superavitarios y
deficitarios. Por lo tanto, es llamativo que se señale puntillosamente el
déficit público y no se diga que, si el Estado tiene déficit, los privados
tiene superávit.
Salvado
este detalle, tendríamos que abordar el tema de déficit y qué entendemos por
él. Debemos tener en cuenta que la teoría ortodoxa, la que todos leemos en los
medios hegemónicos de difusión, tiene una histórica obsesión por el mismo y,
como veremos, interesada. Entonces, según la conocida teoría neoclásica del
déficit, el Estado, un gastador compulsivo, para mantener el equilibrio de sus
cuentas debe financiarse cobrando impuestos, emitiendo dinero o endeudándose.
Es decir, el gasto del gobierno está limitado a estas tres opciones.
La
primera opción, la de cobrar impuestos, implica necesariamente una
redistribución de un sector de la economía a otro. No estamos discutiendo de
qué sector a cuál. Pero sí tratamos de entender que, con esta visión, si los
ricos no pagan impuestos, entonces los no ricos tendrán que afrontar el gasto,
en el caso que creyéramos que, para gastar, tenemos que tener financiamiento.
Por cierto, elusión, evasión, perdón, blanqueo, o incentivos van en un sentido;
subsidios, impuesto indirectos, en otro.
La
segunda propuesta, emisión monetaria, teoría cuantitativa mediante, dice que,
si generamos un exceso de dinero en relación con la cantidad de bienes de la
economía, con pleno empleo y velocidad de circulación del dinero constante,
generaremos inflación. Seguramente algunos supuestos nunca fueron mencionados,
pero la idea es la que se escucha en cualquier programa de divulgación
económica. Si hay en circulación 10 pesos y dos pollos, cada pollo cuesta 5
pesos, si subo la cantidad de dinero (emisión) a 20 pesos, los precios
aumentarán a 10 pesos cada pollo.
En
el tercero de estos mecanismos, el endeudamiento debe ser repagado a futuro, lo
que nos lleva a generar expectativas de financiamiento a través de alguna de
las fuentes antes descritas, o bien incurrir en default, otra mentira. De esta
manera, la economía neoclásica considera que las tres alternativas de
financiamiento del gasto público, de hecho, el gasto público mismo, redundan en
una distorsión del equilibrio cuyo resultado es negativo para la economía.
Ahora
bien, esta idea es la que nos han impuesto, pero no tiene necesariamente que
ser así. Hay otra mirada de la economía y del déficit en sí. Gracias a que el
Partido Demócrata norteamericano se encuentra en la misma senda de
financiamiento del déficit, aunque con la máquina de hacer dólares, la
discusión de los desequilibrios provocados son motivo de debate. Una parte de
los teóricos que enarbolan la bandera de la Teoría Monetaria Moderna (TMM),
sobre todo Stephanie Kelton, quien asesora al ala izquierda de dicho
partido, activó la discusión, abriendo la puerta al debate del déficit entre
los países en vías de desarrollo.
Si
para poder gastar el Estado necesita recaudar, ¿cómo hicieron los estados
durante la pandemia? Según estudios preliminares del Banco Mundial, Argentina
alcanzó niveles similares de ayuda a los países desarrollados, ya que las
empresas accedieron en un 40 a 45% de algún tipo de asistencia estatal. De
acuerdo con el estudio, que
se lleva a cabo en unos 50 países, en las naciones más pobres el nivel
de ayuda llegó a apenas el 10% de las empresas, mientras que en las desarrolladas
llegó a entre el 50% y el 60% de las compañías.
La
magnitud de la ayuda por la pandemia es considerable. Con posterioridad al
decreto N° 297/20, que estableció el aislamiento social, preventivo y
obligatorio, sin mediar ninguna previsión financiera, y con solo dos
políticas, Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y el Programa de Asistencia de
Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), se gastaron casi U$S 7.000
millones, que incluían a casi 9 millones de personas y más de 270 mil empresas.
En política alimentaria estaban presupuestados U$S 366 millones y en cuatro
meses se gastaron U$S 1.872 millones, más de cinco
veces lo programado.
Entre
decreto y decreto, solamente en el trimestre abril-junio, se incrementó el
déficit primario en U$S 14.400 millones, según la ejecución presupuestaria
2020, con una proyección de U$S 17.000 millones, con un dólar promedio de
70.30. Lo que presentan los números es que los ingresos totales alcanzaban a
duras penas a cubrir entre el 54% y 61% del gasto en esos meses, el resto, más
del 40%, fue afrontado con emisión. La inflación acumulada en ese periodo,
enero a junio del 2020, llegó a 12.8%, mientras que en 2019, con emisión cero,
en el mismo periodo (enero a junio), la inflación alcanzó el 20.6%.
Dos
temas salen a la luz entonces, el primero es que el financiamiento del gasto
parecería formar parte del fraude inocente; al menos aquí queda claro que no es
necesario, es solo un mito. Por lo tanto, los desmanes que produce, según la
visión ortodoxa, que considera la emisión monetaria como equivalente a “tirar
dinero desde un helicóptero”, es un disparate, como sus polémicas
consecuencias.
Primero,
dejemos establecido por el ex-presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke,
la irrealidad de tener que ingresar impuestos para gastar, como lo sostiene en
una entrevista en 60 minutos:
Scott
Pelley: ¿Es dinero de los impuestos lo que la Fed está gastando?
Bernanke: No
es dinero de impuestos. Los bancos tienen cuentas con la Fed, de la misma
manera que usted tiene una cuenta en un banco comercial. Por lo tanto, al
prestarle a un banco, simplemente usamos la computadora para marcar el saldo
disponible que tienen en la Reserva Federal.
El
primer punto saldado: no gastamos lo que recaudamos, solo hacemos asientos
contables. Y aquí hay una interesante idea de la Teoría Monetaria Moderna, que
para que se puedan ingresar impuestos, primero hay que gastar, por lo que el
déficit fiscal no le debería interesar a nadie. Veamos.
La
idea es la siguiente: creamos una moneda familiar, “El clan”, de manera que le
pagamos con ella a los hijos para que realicen alguna tarea del hogar. Para
poder salir los fines de semana tendrán que pagar un impuesto familiar de 5
clanes. Ahora, si no los contratamos con anterioridad, no podrán pagar el
impuesto porque nadie tiene “clanes”, solo los padres, que son sus creadores,
así que emitimos “clanes” para pactar sus servicios. Sacar la basura 5 clanes,
cortar el césped 10 clanes, etc. y los contratamos para algún servicio.
La
lógica de este juego es que nadie puede realizar pagos si no emitimos la moneda
con anterioridad. De hecho, la moneda lo único que fija es el valor de la deuda
(el tributo de 5 clanes), no hay que imprimir monedas porque se sabe el crédito
que tiene, se procede igual que el banco, acreditando o debitando de una
planilla los clanes que tengan. La moneda siempre será aceptada, como las
moneda de los estados, que son admitidas para saldar deudas, no existe la
insolvencia, menos el default. Se complica un poco cuando tengamos que
canjearles clanes x pesos, dólares o le que sea que gasten en la calle.
En
su documento
Nº 104, el Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas
(CIEPP) realiza un juego interesante de emisión que nos servirá para nuestros
fines. Se describe el funcionamiento de la Reserva Federal, aceptable como
concepto. Supongamos que el Estado contrata un nuevo agente, por lo que el
Banco Central debita de la cuenta del Tesoro 100 dólares para afrontar su
sueldo. Con el incremento de Reserva del Banco Central de +100, se lo deposita
al Banco Comercial que pagará al agente, así queda saldado el Banco Central y
el Banco Comercial con este nuevo gasto (véase esquema).
La
idea es que el gobierno está haciendo política fiscal y, con ella, aumenta las
reservas emitiendo. Cuando cobra un impuesto, por ejemplo, destruye las
reservas, o sea, el cobro de impuestos es una destrucción de reservas. Si hay
emisión monetaria aumentan las reservas, los bancos comerciales tienen más
reservas de las que necesitan, quieren prestarlas para ganar interés, como
sobreoferta de reservas el interés se mantiene bajo, así la FED mantiene la
tasa de interés cerca de cero. En Argentina, el excedente no se presta, queda
en letras que pagan interés a los bancos. No se amplía el crédito, por lo que
una parte del déficit cuasifiscal del Banco Central es el superávit de U$S 15.000
millones del sistema financiero.
La
idea de la TMM y su mirada es realmente interesante, sobre todo, porque no le
da importancia al déficit, sino a tratar de reanimar la economía, que, como
vimos en otros escritos, ante cada crisis, su reanimación es cada vez más lenta
y compleja. Los americanos quieren poner más dinero en el bolsillo de la gente
para activar la demanda efectiva, mientras que en Argentina los tomadores de
decisiones imaginan que ponerle dinero a la gente en sus bolsillos implica que
se vaya al dólar, dos visiones conceptualmente opuestas. Ahora, cuidar los
niveles del déficit con los niveles de pobreza e indigencia existentes es una
misteriosa mirada económica.
Así
son las deformaciones de relatos económicos. Queremos cuidar que el déficit no
aumente, ¿podríamos saber para qué? Formaremos parte del fraude inocente.
*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista.
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