Revista Nos Disparan Desde el Campanario Año II Nro. 34 Arquitectura: El arquitecto socialista... Por Guillermo F. Sala

 

De nuevo nos trasladamos a la ciudad, dejamos por un tiempo el patrimonio disperso en el ámbito de la Argentina federal y volvemos a la gran urbe y seguimos revelando hallazgos de nuestra arquitectura que merecen destacarse. 


Siempre, al pasar frente a Rivadavia al 5000, en el centro geográfico de la ciudad de Buenos Aires, nos sorprende un inmenso edificio, magnético y blanco. Una de las señales no advertidas de un arquitecto que sufrió marginación y olvido en su tiempo que fue el rosarino Fermín Bereterbide (1895-1979). 

Bereterbide entendió la arquitectura como misión social: construir viviendas colectivas, de cómodas condiciones de habitabilidad, excelentes servicios, iluminación y espacio, para que la vivienda, además de derecho social, fuera una forma de dignidad cotidiana destinada a clases medias y obreras. La estela brillante de logros de Bereterbide sería ignorada y despreciada en vida, y solo reconocida luego de su fallecimiento 

Estudió arquitectura en la Universidad de Buenos Aires y de joven se identificó con la filosofía socialista. Su criterio de construcción se orientaba a un ideal de justicia e igualdad social. Su temperamento se caracterizaba por el recogimiento interior y por el deseo de construir para la vida comunitaria.

Al ganar un concurso de la Unión Popular Católica Argentina, imaginó lo que hoy es la Mansión de Flores, en 1919. De forma simultánea a la obra novel de Bereterbide, se erigía la Casa Colectiva Valentín Alsina, frente al Parque de los Patricios, primer encargo de la Comisión Nacional de Casas Baratas (CNCB) surgida por iniciativa del diputado cordobés Juan F. Cafferata. 


La Mansión de Flores se emplaza en la calle Yerbal entre Gavilán y Caracas, con fondos sobre las vías del ferrocarril, extendiéndose en toda una manzana, en cuyo centro se acomoda un espacio de uso colectivo, lo que sustituye los típicos fondos fragmentados de las casas separadas. El edificio común alberga 86 departamentos de 3,4 y 5 ambientes que ocupan cinco cuerpos que, cada uno, se alzan hasta los 17 metros, organizados con una planta baja, tres pisos y un techo con tejado. Al ser transpuestas, unas rejas de hierro forjado dan acceso a los jardines en los que se entremezclan plátanos, gomeros, tipas y palmeras. 

Bereterbide se inspiró en las viviendas aparecidas en París hacia 1910, con bloques de amplios patios en su interior. Un diseño procedente de tipologías palaciegas que el Bereterbide visionario adaptó al perfil barrial de Flores. 

 

Un palacio comunal en Chacarita

 

Y la huella del arquitecto perdura intensa en Chacarita. En 1925, ganó otro concurso en la Municipalidad de Buenos Aires que lo llevó a diseñar varios conjuntos de vivienda obrera. De los varios proyectos solo se realizó El Barrio Parque Los Andes, inaugurado en 1928, junto al Parque Los Andes, entre las calles Leiva, Rodney, Concepción Arenal y Guzmán. Un micro barrio destinado a la clase media, con más de 13000 m2, 12 cuerpos de 10 metros de ancho, planta baja y 3 pisos altos que albergan 130 departamentos de 3, 4, y 5 ambientes, 23 locales comerciales, jardín de infantes, salón de espectáculos, lavaderos, baños públicos, biblioteca pública y espacios verdes de uso común, y con distintos accesos al conjunto. Para su época tenía el adelanto del agua caliente, teléfonos, eliminación de residuos, estufas a carbón con ventilación. 


El conjunto edilicio sobresale por su simetría de inspiración clásica, con fachadas de basamentos de ladrillos a la vista, y con un 63 % de superficie libre distribuida entre un gran patio interior con fuente, y paseos arbolados, sitios para juegos y descanso. Madera maciza de roble compone las puertas de los departamentos; pinotea y las baldosas configuran los pisos; y con pérgolas en las terrazas y herrajes llegados de Francia. 

Una voluntad arquitectónica para entregar confort, mejor calidad de vida a sus habitantes en claro distanciamiento de los conventillos como formas degradadas de hacinamiento e insalubridad. Bereterbide se sumó a un proceso de mejoras urbanas para superar las condiciones de epidemias, sufrimiento y pobreza de la clase obrera de la que se hizo eco Engels en La cuestión de la vivienda, o que se refleja también en las novelas de Charles Dickens. 

La utopía y la caída 

En algunos momentos, la vivienda social fue parte de una épica de un cooperativismo constructivo. El caso del Hogar Obrero, fundado en 1905 por los socialistas Nicolás Repetto y Juan B. Justo, con el expreso propósito de proveer de vivienda social digna para obreros y la clase media. En 1948, se aprobó la Ley de Propiedad Horizontal, durante el primer gobierno de J. D. Perón. Esto introdujo un cambio decisivo: antes, los edificios de vivienda tenían un solo dueño y estaban destinados a renta o locales. Ahora, cada departamento podía tener su dueño. La nueva ley dio la base jurídica al acceso a una vivienda propia en los nuevos edificios. 

Al caminar por avenida Rivadavia todavía nos asombra la más ambiciosa construcción del Hogar Obrero: el edificio Nicolás Repetto, el llamado “Elefante blanco”, por su fisonomía de geometría pura, blanca, radiante, en el barrio de Caballito, entre la Av. Rivadavia al 5100, y las calles Ángel M. Giménez y Rosario. Monumental edificación de tres cuerpos.

Bereterbide le dio punto final al gran edificio en 1955. Su diseño fue compartido con Vladimiro Acosta (1900-1967), otro gran arquitecto, de origen ucraniano, nacido en Odesa, y cuyo verdadero nombre era Vladimir Konstantinowski, fuertemente interesado en la interacción entre arquitectura y clima. Todo esto incidió en la preocupación por el asoleamiento y ventilación de todos los departamentos de El elefante blanco, que se orientan hacia el este, en una gran fachada curva, que da hacia la calle Ángel Giménez, lo que potencia la iluminación. 


Por el contrario, aunque en pequeña escala, en “El elefante blanco” se hizo realidad cierto espíritu de utopía urbana: 270 viviendas que, en su versión original, incluía una gran proveeduría, primer autoservicio en Argentina, con farmacia, sastrería, librería. Al final de cada año, a los socios les era devuelto el 1% de las compras anuales en la proveeduría. Con comedor comunitario, guardería, consultorios médicos, y con servicios como calefacción de piso radiante, lavadero mecánico, agua caliente, refrigeración central, siete ascensores, incineradores, comodidades importantes para la época. 

En 1948, Bereterbide también construyó para la Cooperativa Vaya un gran edificio de departamentos en la calle Güemes 4426 que, en su fachada sudoeste, es totalmente vidriada. Nuevo gesto de integración entre edificios e iluminación natural. 

 

La ciudad postergada 

 

Luego del famoso terremoto de San Juan en 1944, Bereterbide participó en los proyectos de reconstrucción de la capital sanjuanina. Una oportunidad para introducir reformas urbanas sustantivas. La idea de construir una nueva ciudad junto a la destruida, que quedaría como recuerdo histórico, no prosperó por las presiones de intereses políticos y económicos. 

La marginación de Bereterbide se explica ya que colisionó con la Sociedad Central de Arquitectos. Su lugar creativo no admitía ni lo “vanguardista”, como puro experimento formal, ni lo “tradicionalista nacionalista” renuente a la innovación moderna. Solo buscaba una urbe utópica y justa. 

Un perfil ampliado de la obra de este arquitecto rosarino lo encontraremos en “Fermín Bereterbide. La construcción de lo imposible”, Ediciones Colihue, 1997 de Juan Molina y Vedia y Rolando H. Schere, fundamental y excelente análisis recomendado para el interesado en el estudio a fondo de su obra, en la que se menciona que fue fiel a su voluntad de crear, dentro de las condiciones posibles y reales, una arquitectura colectiva.

El aislamiento persiguió al arquitecto socialista hasta su muerte, en 1979. Justo en ese momento el Posmodernismo asomaba con su impulso hacia la diversidad, y la integración de nuevos lenguajes para la construcción. 

Algunos arquitectos se contentan con la edificación estándar; otros sueñan utopías para habitar. Y las realizan, aunque sea parcialmente. Es el caso de Bereterbide, artista de la ciudad utópica, de la ciudad de la vivienda social, de ánimo socialista y progresista. Y como le ocurrió antes a Mario Palanti el arquitecto del Palacio Barolo o Alejandro Virasoro (1) luego  de muerto su figura fue rescatada. Y en sus últimos días, seguramente siguió pensando en los edificios dignos y luminosos, que mejoran la vida. 




(1) Una de sus casas de Palermo se acondiciona, con cuidada protección edilicia,  un bar de jazz donde regularmente canta mi hija Verónica. Parroquialmente los invito a escucharla, en las distintas plataformas virtuales.


 


*Guillermo F. Sala. Arquitecto

Comentarios

  1. Estimado Guillermo , muy buen artículo .El edificio de la calle Guemes 4426 , la cooperativa Vaya lo conozco perfectamente -como si lo hubiera construído yo , ja ja !!- En el segundo piso al fondo , que se ve en la foto ,vivía mi mejor amigo de la juventud, fines de la década del 50/ 60 y primeros años del 70. Yo vivía a la vuelta, cuando me mudé éste parecía un edifico futurista, Ahora veo que era de 1948,Increíble!! Yo pasaba allí mas tiempo que en mi propia casa. Un edificio de muchos pisos, el mas alto del barrio por muchísimos años. Una maravilla. Estaba ocupado preferentemente por marinos , todos los que conocí eran marinos. Mi edificio que sería de 1957/58 tenía seis pisos y desde allí se veía el rio , y gran parte del barrio de Palermo , botanico y zoologico incluidos, y se escuchaba todas las mañanas el rugido de los leones del zoológico. El de la cooperativa tendría como 20 pisos, imagináte, un rascacielos. Un genio el arquitecto y un avanzado para su época.

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  2. Sin embargo ahora vivo desde hace 30 en Mar del Plata y te puedo garantizar que el desempeño de los gobiernos socialistas con la vivienda social y la ley de propiedad horizontal hizo estragos, fue una fuente de negocios sin ninguna planificación ni criterio de ninguna clase, tirando abajo joyas de la arquitectura europea constrúidos por la oligarquía a principios del siglo y que en lugar de preservarlos cedieron al mercantilismo mas insensato haciendo viviendas - conejeras- para el turismo social , sin dignidad ni buen gusto ni confortabilidad en desmedro de esas joyas que de haberse preservado serían -con otros fines y otros dueños- serían nuestro patrimonio arquitectónico nacional. Espacio para todo el resto inmobiliario sobraban y sigue sobrando, mientras se sigue destuyendo lo poco queda para seguir construyendo torres para refugio de capitales especulativos sin ningun merito arquitectonico ni funcional, cerrados la mayor parte del año en las mejores ubicaciones de la ciudad, tapando la vista y la comunicación al resto de la ciudad.. Abrazo

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