Revista Nos Disparan Desde el Campanario Año II Nro. 32 Arquitectura: El edificio de la Casa Central del Banco de la Nación Argentina por Guillermo F. Sala

 

No es necesario seguir un ordenamiento histórico, territorial o artístico para ir descubriendo el patrimonio arquitectónico nacional.

Es más, me impongo y me permito desapoderarme de esos cánones y ser rigurosamente ecléctico. Saltarse órdenes prefijados, es una propuesta para no saber lo que aparecerá en el próximo escrito. Ese encuentro puede ser del agrado o rechazo del lector. Casi una cita patrimonial a ciegas. 

En esta ocasión vamos a caminar 200 metros hacia el Río de la Plata desde la ubicación de la Catedral Metropolitana y nos plantaremos frente al Edificio del Banco de la Nación Argentina. 

Comenzamos contando sobre el terreno que se asienta el Banco y su particular historia.

Mucho antes de ser construido, el predio ya tenía gran importancia porque el segundo fundador de la ciudad Juan de Garay lo adquirió en 1580 y lo dividió en dos: una mitad para él y la otra para su hijo, quien se llamaba igual.

La Aduana de Buenos Aires funcionó en el lugar hacia el siglo XVII. Sin embargo, su paso fue corto porque al poco tiempo volvió a mudarse.

La ciudad creció rápidamente y la Plaza de Mayo cada vez tenía mayor importancia, pero en esta manzana no se construía nada. Tras muchas décadas, el terreno vacío se ganó un apodo: Hueco de las Ánimas. Como estaba adyacente al cementerio de la Catedral se afirmaba que por allí vagaban “almas en pena”.

En 1805 el Cabildo toma posesión de parte de ese espacio para construir allí el "Coliseo Estable de Comedias", pero las edificaciones quedaron muchos años a medio terminar y en 1832 el edificio sufrió un devastador incendio.

También funcionó un prostíbulo en alguna de esas parcelas. En otra funcionó el Gran Hotel Argentino, donde José Hernández terminó de redactar su "Martín Fierro". Entre 1857 y 1888 funcionó el primer Teatro Colón.

Las distintas parcelas tuvieron, así, distintos propietarios hasta que ese solar se utilizó para construir, entre 1940 y 1955, la sede del actual Banco Nación.

En una de sus parcelas como mencionamos anteriormente se construyó el primer Teatro Colón.

Desde ya no hay dudas que el Teatro Colón es el más famoso de Argentina por sus instalaciones y su ubicación, frente a la famosa Avenida 9 de Julio. Pero anteriormente estuvo en este predio en cuestión.

El 25 de abril de 1857 se inauguró el primer Teatro Colón, con una premiere de gala de la ópera La Traviata, de Giuseppe Verdi. Su capacidad estaba calculada para 2.500 personas, con 64 palcos, 441 plateas, 114 tertulias, 240 cazuelas, y 250 lunetas paraíso.

Para la construcción del edificio, cuyos planos fueron confeccionados por Carlos E. Pellegrini –padre del futuro presidente-, se utilizaron los más modernos avances en materia edilicia. Fue la primera sala en la que se utilizó iluminación a gas y contó con el escenario más grande que se construyera hasta esa fecha. Los adornos de bronce cincelados le daban un aire majestuoso que fascinó a los espectadores.

Había quedado hermoso. No hay dudas sobre eso. Sin embargo, en 1888 se concretó la mudanza a su edificio actual y este, que recién tenía 30 años de antigüedad, quedó para el Banco Nacional.

Sí, mencionamos Banco Nacional y no Banco Nación. ¿Por qué? La entidad se llamó de esa manera durante sus primeros años, pero una crisis económica muy grande llevó a que cambiara su nombre en 1891. Desde entonces, oficialmente se lo conoce por Banco de la Nación Argentina.

Pasar de un teatro a un banco no es cosa de todos los días. Las primeras oficinas se ubicaron en la sala donde había estado el antiguo escenario, entonces el Banco Nación empezó a expandirse, comprando los edificios de toda la manzana. Una vez que dicha etapa finalizó, en 1910 se contactó al arquitecto Adolf Büttner para renovar la fachada completa.



 

El siglo XX se siguió avanzando y los cambios hechos habían quedado bien. Sin embargo, el antiguo teatro tenía los días contados porque fue demolido casi en su totalidad para elevar la actual Casa Central del Banco Nación.

Tras colocar la piedra fundamental el 17 de septiembre de 1940, llegó el momento de seleccionar a algún arquitecto para que se encargue de las obras y no hubo mejor opción que contratar a Alejandro Bustillo, el arquitecto de ese momento.

Quizás no sea necesario que haya monumento que recuerde a Bustillo, porque dejó varios que podrían decirse que son tales. Como el hotel Llao Llao de Bariloche; toda la rambla marplatense, incluido el Casino y el Gran Hotel Provincial; el Museo Nacional de Bellas Artes; los edificios Tornquist o Volta; la residencia "El Messidor"; el monumento a la Bandera; y, claro, la casa central del Banco de la Nación Argentina, que Bustillo construyó con el encargo de hacer un "monumento eterno". Adentrarse en esta mole de 40 metros de alto y 100 mil metros cuadrados -la sede bancaria más grande del país- permite comprobar que cumplió el pedido y que, sin duda, es uno de los hitos en la vasta obra de Bustillo, en la que el sello personal aún perdura.

Al momento de ser inaugurado, el edificio tuvo novedades como una central de telefonía para 20 internos; dos correos neumáticos de caños de cobre ultrasilenciosos de casi nueve centímetros; llaves maestras por piso para la apertura mecánica de las puertas; un circuito de agua helada para los bebederos y otro de relojería general para comandar los relojes de todo el edificio.

La historia que se repite afirma que Bustillo -arquitecto favorito de la clase alta y de vínculos políticos intensos- recibió aquella consigna de "monumento eterno" en las postrimerías de la década infame y lo concibió con detalles de un club inglés que la llegada del peronismo le impidieron materializar como incluir pileta, gimnasia, cancha de básquet, handball y tenis y dos polígonos, sólo quedó uno.

 



 

La entrada principal tiene un importante pórtico tetrástilo cuyas columnas adosadas al muro se definen por sus capiteles corintios, con hojas de acanto y volutas de diseño excepcional, y están rematadas en un frontis que naturaliza el lenguaje clásico y cierra en una mansarda sintética, Las caras laterales muestran un predominio de aventanamientos verticales ordenados rítmicamente. Todos estos factores, la composición Beaux Arts y el control riguroso del vocabulario estilístico ponen en evidencia la capacidad de recreación histórica que poseía Bustillo.

Para gran parte de la estructura e interior se utilizaron materiales de carácter imperecedero, casi inmutables, como mármol (travertino, granito rojo y estuco), piedra y bronce, fundamentales para acompañar la expresión formal y la imagen de perpetuidad que se pretendía alcanzar. Las fachadas son de piedra cuarcita traída de Chapadmalal y Balcarce.

En los subsuelos se distribuyen las actividades de servicio bancario (cajas de seguridad personales y el tesoro, en una superficie de 2500 m²); el estacionamiento para funcionarios, personal jerárquico y camiones de caudales; talleres de electricidad, herrería, carpintería, plomería y pintura y sala de máquinas. También existe un polígono que hoy utiliza personal de Policía Federal pero que fue concebido para los empleados en una época en la que debían transportar valores.

 



 

La planta principal es de doble altura, tiene el salón operativo central y los mostradores de atención al público (en mármol y bronce), distribuidos alrededor de un círculo coronado por su gigantesca cúpula de 50 metros de diámetro, juzgada por Bustillo como probablemente la más grande de Sudamérica. Realizada con nervios de hormigón armado y completamente vidriada para proveer de luz al gran espacio central de cuádruple altura que domina el edificio, posee un original sistema de apoyo que no descarga directamente sobre los muros laterales, sino que posee una serie de rieles con ruedas que le permite deslizarse libremente cuando dilata y comprime, cargando sobre cuatro columnas su peso de 50.000 toneladas.

La cúpula posee 38 metros de altura, y al momento de su construcción fue la tercera del mundo, luego de la de San Pedro en El Vaticano y del Capitolio de Washington.

Apenas se traspasa uno de los ingresos se encuentra el Museo Histórico Numismático La dependencia cuenta con más de mil piezas desde la llegada de Pedro de Mendoza hasta la actualidad, como una prensa de 1778 o un libro de plazos fijos firmados por Carolina Lagos García, esposa de Carlos Pellegrini, fundador de la entidad.

Una particularidad de los pisos 1, 2 y 3 es que oficinas y despachos están dispuestos e intercomunicados a lo largo del perímetro en forma de U y tiene además dos pasillos paralelos: uno en mármol y otro hacia el interior recubierto en madera caoba y cedro, al igual que sus pisos. También hay un sistema de entretechos por el que corren cañerías y cables y puede caminar parado el personal de mantenimiento.

Sobre la ochava de 25 de Mayo y Rivadavia se levanta el llamado salón de Mármol (de 120 metros cuadrados), con paredes, pisos y techo (trabajado por obreros italianos que Bustillo contrató en La Boca) revestidos en piedra de distintos colores y procedencias (Balcarce, Córdoba, San Luis, Córdoba y San Juan). El sello del arquitecto también está en el diseño de mesas, sillas y sillones; en la alfombra enorme de una sola pieza que cubre una parte del piso de madera; en el motor que levanta y baja las persianas (que data de la inauguración); en los escudos nacional y del banco en las puertas y hasta en un reloj estilo rococó que había estado en un palacio de Napoleón III y Bustillo donó para el acervo del banco.

En otro sector se encuentra el salón de actos para 400 personas y ya en el pasillo del directorio (paredes forradas en madera y con retratos pintados de cada ex presidente del banco) se acceden a las oficinas de los miembros de la conducción que tienen de 70 a 120 metros cuadrados y poseen baño con ducha y bidet (algo frecuente hoy pero que fue otra d las novedades para la época).

En el techo de la sala de reuniones del directorio asombra una guarda en madera tallada y en una de las paredes un tablero con el nombre de cada miembro, excepto del presidente y el vice. Se trata de otra invención de Bustillo que se repite en cada despacho hasta los subgerentes y que marca, con una luz encendida, la presencia o no del funcionario en cuestión.

Hay más detalles como pinturas originales de Fernando Fader, Guillermo Butler, Luis Seoane o Antonio Berni o esculturas de artistas varios que complementan la decoración de un edificio donde las palabras parecen quedarse cortas. La firma de Bustillo aparece en la piedra exterior sobre el frente del acceso principal y en cada una de las esquinas.

 

Imponente ochava de aproximadamente 60 metros en eje diagonal con Casa Rosada

1500 puertas de madera maciza

2000 relojes (500 antiguos) de pared

Pasillos que unidos tendrían unos cinco kilómetros de longitud;

3 comedores y un salón de té

1 polígono de tiro

28 ascensores distribuidos en once núcleos

5 núcleos de escaleras de mármol

13 puertas de acceso en bronce y cobre de entre 8 y 15 toneladas de peso -algunas de las cuales abren y cierran con un mecanismo que dura cinco minutos.

Se construyó en dos etapas (1940-1944 y 1950-1955)

Algunos datos que demuestran lo que se entendió en un momento histórico que continúa a la década infame de sello conservador en la Argentina como un monumento eterno a un banco nacional. Todo un símbolo de época, más allá de las virtudes estilísticas referidas.

 


*Guillermo F. Sala. Arquitecto


 

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