Revista Nos Disparan Desde el Campanario Año II Nro. 32 Marcos, el hermano de Belcha - Relato - por Eduardo De Vincenzi
-¿Quién
es?…
-Soy
yo negra, abrime…
Belcha
una vez más, escuchó la voz pastosa y balbuceante de su hermano por el portero
eléctrico…
Cuando
sintió que el ascensor llegaba, abrió la puerta. Marcos se acercaba apoyándose
en la pared del pasillo, pintada bermellón. Su hermana lo ayudó a subir el
escaloncito lo hizo pasar y cerró la puerta echando antes una mirada al
pasillo. Le tomó la cabeza llena de transpiración y lo miró de frente, muy
cerca. El chico no podía fijar la mirada... un hilo de baba incontrolable le mojaba
ahora, la solapa del saco.
-¡No
podes venir cada vez que te pasa boludo!...
Belcha
sonaba imperiosa aún en voz baja...
...Hoy
además es muy tarde, estaba durmiendo a las nenas...
¡Jorge
recién llegó! ... Decime...¿¡cómo salgo de esta, Marcos!?...
¿Qué
querés, que nos pase, a todos?...
Jorge
está queriendo enterarse ... pregunta seguido y lo voy llevando ... pero no
quiero ... ¿entendés?...no quiero que esto siga pasando Marcos.
Belcha
seguía con la insostenible cabeza de su hermano entre las manos. Marcos había
insinuado abrazarla sin lograrlo. No conseguía levantar los brazos. Sintió un
puntazo en las rodillas y cayó delante de su hermana, que lo sostuvo por las
axilas con gran esfuerzo, mientras miraba hacia la cocina donde su esposo
cenaba...
-!
Decí algo, contestame, boludo!
Sacada
pero en voz muy baja, agregó...
-Nos
va a escuchar…
Todavía
de rodillas frente a su hermana con un hilo de voz llorando, Marcos alcanzó a
decir...
-¡
Es que no puedo salir negrita, la vida se me cierra encima, me va a aplastar,
no puedo esquivarla, es como un gran techo negro que se me pone encima , entonces
corro, corro ...y siempre para acá ... así pasa ... me voy a morir Belcha ...
¡ayudáme por favor!
Había
logrado pararse, y abrazó a su hermana.
-¿Qué
pasa Marcos ? La voz grave de Jorge que venía de la cocina con una servilleta
de papel en la mano, mejoró notablemente al chico, que soltó a su hermana y se
volvió...
-No...
pasé y ... - Ensayó torpemente -
-Tomá
Marcos...
Jorge,
le alargó unos billetes a su cuñado...
-Ahora
dejános, es muy tarde y todos en esta casa madrugamos, mañana tu hermana se
comunica ¿ sí?
Jorge
tomó del hombro al joven, y lo llevó hacia la puerta...
-¡Cuidáte!
–propuso- nos estamos viendo. Acompañá, a tu hermano Belcha . Chau pibe.
Una
atribulada hermana y esposa, lo puso en el ascensor y le apartó el sudor de la
frente.
-Mañana,
paso un ratito a verte, cuando vuelvo del centro, dame un beso.
Marcos
besó a su hermana mirándola a los ojos.
-Gracias
negra - alcanzó a decir-
Bajó
a los tropezones hacia el quiosco, al otro lado, de la calle...
¡Una
llamada... quiero hacer una llamada,... ¿qué cabina, qué cabina?
Marcos
ahora levantaba la voz, la mujer del quiosco que lo conocía, le señaló una de
las dos que había...
-Entrá
en la uno, en la uno - maldito drogón pobre hermana, pensó para sí-
Tardó
un rato en comunicarse, le costaba ver los números.
-¿Sandy,
Sandy?
Marcos
aullaba dentro de la pequeña cabina.
-Soy
Marcos, soy Marcos , estoy en la casa de mi hermana, traéme caramusa, estoy en
el quiosco, metéle, si tengo, carajo, vení tranquilo.
Salió
de la cabina, alterado.
-¿A
vos qué te pasa, gorda ? Andáte con cuidado, solamente, quería llamar.
-No
pasa nada, Marcos, andá
-¡
Hacete coger, gorda petera !
Alcanzó
a llegar a la vereda y se sentó en el cordón hablando, y haciendo ademanes,
señalando a la lluvia y gritando improperios a los autos que le pasaban cerca y
lo salpicaban ... llovía parejo desde hacía un rato.
Marcos
se había dormido sentado al borde de la calle, empapado, cuando llegó la moto,
y paró a su lado. Un pibe de casco negro y zapatillas nuevas, le entregó un
pequeño envoltorio que Marcos ocultó rápidamente. Eligió unos billetes aquellos
de su cuñado y se los dio al de la moto, que los contó presuroso, acelerando a
continuación, sin despedirse. El hermano de Belcha temblando abrió un papel,
metió un dedo dentro, el cual sacó todo blanco, y se lo metió en la boca frotándose
las encías enérgicamente. Se paró levantando los brazos al cielo, gritando:
-¡Acá
estoy, acá estoy, Carpo. Vení, vení estoy acá, vení, vení !
Parodiando
tocar una guitarra con las piernas muy abiertas, comenzó a cantar
desaforadamente, y a imitar sonidos cuando sobre la desierta avenida ahora,
diluviaba. De a poco se fue apagando hasta quedar extenuado y babeante, apoyado
en una pared, llena de grafitis. Con los largos cabellos negros pegados a la
cara, se limpió la boca con la manga del saco, despegándose del muro.
-Ahora
una coca helada -silabeó mirando el quiosco -, cruzó.
El
camión de la basura, a gran velocidad, le pegó con el farol izquierdo, en la
cabeza. Como a los diez minutos, una sirena atronó la calle.-
Aún
despiertos, Belcha y Jorge, se miraron…
Eduardo De Vincenzi – Original -
Abril
25 de 2021
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