Revista Nos Disparan Desde el Campanario Año II Nro. 30 EL TERROR SE BASA EN LA INCOMUNICACIÓN por Revista Livertá… nos invita Juan Rodríguez

 

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(Un día como hoy... la dictadura desaparecía a #RodolfoWalsh)

Cerca del mediodía, Rodolfo Walsh y Lilia Ferreyra, su compañera, se prepararon. Salir de casa no era fácil, así que tomaron todos los recaudos necesarios. Rodolfo preparó su maletín y acomodó las copias de la carta que debía entregar en varios puntos. Además, tomó su pistola calibre 22 y la guardó. Llevaban un tiempo viviendo en San Vicente, a 50 km de la Capital, luego de que los lugares donde vivían clandestinamente en el Delta fueran allanados. Para la gente del barrio, no era más que un profesor jubilado, muy tranquilo, que ahora pasaba su tiempo cultivando lechugas en el jardín. Ese 25 de marzo de 1977, como un día más, ambos abrían la puerta de la casa y salían.

Horas antes, en el primer aniversario del golpe genocida, sin saberlo, Rodolfo escribía lo que sería su última carta. "Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados, son la cifra desnuda de ese terror", denunciaría para que se hicieran públicas las cifras generadas en tan solo un año por quienes habían usurpado el poder. Luego, haría algunas copias con su máquina de escribir y las enviaría a las redacciones de los principales medios de país. Al pie, firmaba con su nombre.

La carta no sería publicada por ningún medio masivo. Todos eligieron esconderla, encajonarla y continuar su juego. Pese a saberlo, entendiendo que lo hacía “sin esperanza de ser escuchado” y con "la certeza de ser perseguido", se dedicó a descubrir, punto por punto, el plan sistemático que desde hacía tiempo estaba siendo orquestado. Ese día, despediría a su compañera en la estación de tren y partiría rumbo a la zona de Congreso. Según habían quedado, ella volvería al día siguiente; él, esa misma tarde.

Minutos después, Rodolfo abría su maleta y dejaba en el correo su última carta. Caminaba por la calle Entre Rios, hacia San Juan. En ese momento, un grupo de tareas de la ESMA lo interceptaría con un objetivo: debían secuestrarlo con vida. Era demasiado importante como para simplemente matarlo. Pero Walsh hacía tiempo que vivía en constante alerta. Por eso, cuando los tuvo cerca, sacó su pistola.

Mientras volaban los primeros disparos, otro grupo irrumpía en su casa. Iban a secuestrar sus palabras, su máquina de escribir y lo que intentara decir. Rodolfo Walsh corría sin dejar de tirar, era lo que podía hacer. Las balas siguieron una a otra y, entre ráfagas de plomo que daban contra su cuerpo, caería al piso. Hay quien dice que eligió dispararse, segundos antes de que lo suban a un coche y lo lleven a la ESMA. Como fuera, una vez allí, no lograron sacarle una palabra… pero tampoco pudieron callarlo.

 

Livertá!

 

 

 


*Juan Rodríguez, Ex cuadro de la Armada. Maquinista y buzo de profundidad. Baja a mi propia solicitud en agosto de 1975, efectiva en diciembre del mismo año. Luego ingreso, exámenes de aptitud mediante a la Marina Mercante Nacional como oficial de máquinas hasta mi jubilación como jefe de máquinas.

 


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