Revista Nos Disparan Desde el Campanario Año II Nro. 30 Elías, La Nueva, La memoria y el presente por Astor Vitali FM de la Calle
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En un artículo
titulado “Día de la Memoria: la mirada del director de ´La Nueva.´ de cara al
24 de marzo”, el titular del medio, Gustavo Elías, quien pocos días atrás
acababa de censurar la edición impresa del periódico que dirige, afirma que en
su empresa “no existe el menor espacio para la oscura intención de fomentar el
arrebato de las libertades democráticas”.
Un analista debe
agradecer cuando la sustancia de lo declarado contrasta en franca contradicción
con lo que todo el público puede constatar a simple vista.
Sin embargo, el
artículo debe analizarse en un doble sentido: en su contenido literal y, en
perspectiva ampliada, en razón de que quien lo escribe ocupa hoy un lugar de
poder central en el entramado de conducción actual.
Elías hace un
recorrido por su biografía y sus deseos de “dar trabajo”, vicio del discurso de
quienes nos explotan. Dice que para el desarrollo de una dinámica empresarial
-para él saludable- “sea posible es fundamental la existencia de un Estado que
también funcione armónicamente. Y para que eso ocurre (sic) tiene que existir
sobre la base de un sistema. Creo sinceramente que la democracia es el mejor de
los sistemas para garantizar esas metas».
Para este sector
empresarial, los gobiernos de las características actuales (lo que ellos
consideran “el estado”), formales, apenas representativos, vaciados de
participación real –es decir, poco democráticos- y lleno de influencias de
pocos poderosos, los recursos públicos son fundamentales para garantizar sus
negocios y sus privilegios. Pagar un impuesto extraordinario no alcanza para
reparar una política de precarización laboral sistemática, esquemas de
desigualdad consolidados y gambetas impositivas. Los ricos se quejan de los
“choriplaneros” pero, si tuvieran que confesar qué tan buenos empresarios son y
cuánto arriesgan (ojalá algún día se publique cuánto se debe a los supuestos riesgos
–que nunca corren- y cuánto a los salvatajes estatales), terminaríamos por
descubrir que ellos son los verdaderos choricontratistas.
En un guiño que
caracteriza con claridad los cambios culturales de la dirigencia actual
respecto de la anterior, Elías sostiene que alguna vez le “dijeron que un
empresario no sabe de historia justamente porque está ocupado construyéndola».
A un empresario lo definiría el “hacer cosas y al mismo tiempo propiciar que
los demás las hagan”. Diana Julio y Vicente Massot hacían y sabían.
Luego de una serie
de ambigüedades sobre “a quienes los avatares de nuestro recorrido como Nación
les han provocado un enorme sufrimiento” Elías dice que su “sueño presente es
que el diario de la ciudad y la región sea el noble territorio de discusión
para definir un modelo de progreso”. Esto se haría sobre un sistema de valores
morales y espirituales” a su vez con “el carácter decisivo de resolver lo
material y generar el sustento que nos permita vivir dignamente en el marco de
aquellos valores”.
Sin más, recupera
la idea del paladín contra “el narcotráfico, el crimen organizado y cualquier
otra actividad ilícita que le robe el futuro a nuestros hijos”. ¿Qué decir de
los crímenes financieros? ¿Cabe señalarlos? ¿No es una de las principales causas
del estado actual de las cosas? El encierro de perejiles no puede ser el
fundamento de la construcción de un relato épico. Agrego, por sumar al debate
sobre el progreso que nos propone nuestro pro hombre.
Luego del intento
de despegue del pasado, la idea de pertenecer al firmamento local no le permite
deshacerse del pegamento y aparece llanamente la reivindicación de ese pasado:
“´La Nueva Provincia´ fue un verdadero pilar del desarrollo en esta región. La
voluntad de su fundador y sus continuadores era apuntalar el progreso junto a
su comunidad». ¿Cómo? ¿Pero cómo?
Para Elías, «la
decisión de aquellos que apoyaron y fueron funcionales desde las páginas del
diario a la dictadura militar que tomó el poder entre 1976 y 1983 cometieron un
enorme error histórico y un fallo moral de una gravedad mayúscula». La memoria
del pueblo puede responder esto desde su voz histórica y sus cantos en la
calle: “no hubo errores”.
No se puede
condenar a La Nueva Provincia, parte integrante y actor fundamental del
genocidio en el sur de Argentina y a su vez reivindicarla como actor social:
por ser un actor social hegemónico tuvo ese rol central en la dictadura. No se
puede separar. En el fondo, para este empresariado que busca el lifting social,
los efectores del genocidio apenas incurrieron en un error. No acompañaron,
fueron parte necesaria y llevaron a cabo el proyecto, junto a otros actores
civiles, clericales y militares.
Saliendo ahora del
contenido del artículo, desde que, en noviembre del año pasado, Elías asumió
como presidente de la Unión Industrial de Bahía Blanca (fungió como
vicepresidente durante tres mandatos anteriores) éste comenzó una nueva etapa
de su aventura política. Hubo el comienzo de una búsqueda de cambio de imagen.
Hasta entonces, el referente empresarial se mostraba reticente a aparecer
mediáticamente. Se le conocían pocas entrevistas en las que, fiel a la
filosofía del empresariado contemporáneo, marca gestualmente a su entrevistado
qué sí y qué no. Además de elegir personas bajo su influencia como interlocutores.
En los últimos
meses, en cambio, ha comenzado a ser protagonista de puestas en escena criollas
que buscan posicionarlo como un hombre de diálogo y consensos hacia la
ciudadanía -con su aparato mediático de confección victoriana, en pleno siglo
XXI. Por ejemplo, la misma noche en que asumió su cargo, pasó por el programa
de televisión La Brújula TV, ansioso y vehemente. La construcción de la idea
del paladín del progreso, es decir, del modelo económico hegemónico, no podía
esperar.
En esa línea de
construcción de relato, resulta inolvidable cómo, en diciembre del año pasado,
parte de la dirigencia cegetista local lo recibió en su casa, cobijando también
al intendente, el jefe de la oposición y rectores de universidades públicas
para rubricar nuevamente la fórmula de la dirigencia local: el anuncio del
anuncio de lo que será anunciado en donde nada concreto puede constatarse. A
uno le dio un poco de cosa que la central obrera bese el anillo de quien, pocos
meses atrás, despidió ¡nada menos que un primero de mayo! a todos los obreros
gráficos del matutino. “La memoria pincha hasta sangrar”, dice la canción. Hay
a quienes la amnesia les sienta bien.
Curiosamente, la
dirigencia política no habla públicamente de este empresario, aunque debe ser
el referente de la pseudo burguesía local más nombrado en mesas de café y
encuentros informales: el miedo no es gratuito y cala más profundo que los
intentos de la tecno ciencia contemporáneos, como los chips subcutáneos. “Cada
cual tiene un trip en el bocho”, y en la ciudad de Bahía Blanca el miedo a La
Nueva, se reconozca o no, es algo que atraviesa a la dirigencia política. No es
parte del pasado.
Claro que no es lo
mismo y ninguna época histórica es comparable: no es el miedo a que la familia
Massot te mande a reventar la casa o a que asesine a obreros gráficos: es el
miedo a que no te llamen más, a que desaparezcas de la agenda publicada. Esto
ya ocurrió con la oposición en el legislativo local, en un período en que la
jefa política de ese espacio con casi la mitad de los votos no era publicada.
¿Y la democracia? ¿No requiere que se escuchen todas las voces? ¿No requiere al
menos el gesto de su mímica?
Peor que el miedo,
para las personas que se auto proponen dirigir a la sociedad, son el cholulismo
y el oportunismo. Hay dirigentes que se mueren de ganas –incluso de izquierda-
de salir en la foto (hoy en un vivo) con algún editorialista de La Nueva o de
La Brújula. Lo curioso no es que se hable en/con los medios que representan y
construyen el proyecto de poder económico, social y cultural local –con su
correlato de pobreza estructural, desempleo, violencias, etc.-. Como cualquier
dirigente sabe, es preciso hablar hacia todos los actores existentes. Lo
curioso es que asiste allí a una suerte de ceremonia de aceptación social
hegemónica (“yo también soy aceptado y salgo acá”) sin que los iniciados se
animen a plantear ningún elemento crítico de fondo –solo la superficialidad de
lo permitido- y sobre todo, sin decir una palabra de todo lo que se dice en los
café y en los pasillos acerca de ese medio, del modelo de concentración, del
proyecto economía política que representa Gustavo Elías y del propio Gustavo
Elías como “empresario” y como articulador de las tramoyas del poder regional.
Con Vicente Massot
había un “de eso no se habla” porque la sola posibilidad de que este sujeto
ejerciera poder contra un actor político causaba autocensura. Se hablaba en
pasillos; se hablaba por lo bajo, que es peor que no hablar. Llevar al ámbito
del susurro aquello que pertenece a la órbita de lo público le asigna una
relevancia insoslayable.
De Gustavo Elías
tampoco se habla públicamente. Tiene “el diario”. Todo el mundo habla entre
pasillos y todo el mundo busca despegarse –entre pasillos-. Sin embargo, nadie
quiere ejercer las críticas públicamente. De Elías, públicamente, no se habla.
Lo mismo ocurría,
muy pocos años atrás, con la figura de Néstor Luis Montessanti. Por lo bajo, el
mundillo liberal sugería que el referente de la carrera de derecho ya no les
representaba pero si no fuera por la militancia que sostuvo la memoria y acción
políticas y judiciales, hoy podría seguir transitando por los pasillos
desmemoriados de la Universidad Nacional del Sur. No era imposible lograr que
ya no ejerciera poder a través del miedo: había que hablar, hablar y hablar.
Había que hacer de la memoria un hecho político sustancial. Gracias a la
militancia –que hoy espera además una sentencia en el marco de los crímenes
cometidos por la Triple A- sabemos que las cosas no tienen que ser como los poderosos
nos plantean y que hay que descolonizarse el cuerpo y las ideas. No aceptamos
su poder sobre nosotres.
¿Por qué no se
puede con las figuras que en la actualidad detentan el poder local? No habrá
democracia si el ámbito de lo público guarda espacios oscuros sobre los que
todos los actores (o casi todos) ponen el cuerpo para mantener la sombra.
A 45 años del
golpe, ha quedado claro el plan sistemático de terror. Pero ese plan
sistemático tuvo un objetivo: el modelo económico y cultural que la democracia
formal no dio por tierra. Esta Bahía Blanca con altísimos grados de exclusión
no es el resultado de una fatalidad: es ni más ni menos que la configuración de
las desigualdades que –con el modelo liberal de Martínez de Hoz como horizonte-
fueron y son construidos políticamente desde el poder real.
Una economía que no
piensa en su comunidad y que se construye en torno al proyecto de
trasnacionales emplazadas en derredor del polo petroquímico es la herencia del
proyecto económico liberal construido a través del genocidio.
La nota de opinión
del dueño de La Nueva quiso bajarnos línea respecto de en qué se diferencia el
pasquín de la actualidad con el pasquín de la marina. Pero ¿en qué se parecen?
¿Acaso en ser el órgano de prensa del poder económico y desplegar un proyecto
culturar hegemónico para la ciudad? ¿Acaso en concentrar la información y
utilizar el medio para imponer temas que juegan en la política y la economía
local?
La Nueva y la Unión
Industrial despliegan un proyecto político, económico y cultural heredero de
aquel proyecto que el conjunto de las fuerzas democráticas repudiamos (o que se
supone que repudiamos). ¿Por qué aceptamos el instrumento de ese proyecto? Como
propone la niñez para entender su mundo siempre cabe repetir y repetir la
pregunta: ¿por qué? ¿Por qué?
A veces, para
conjurar el presente hace falta recurrir a la historia, abrir los ojos y ver
que estamos rodeados de fantasmas que nos hablan y que nos guían. Digo: Rodolfo
Walsh. Cabe decir, Rodolfo Walsh. Cabe señalar que la dignidad es una
posibilidad para el aquí y para el ahora y que se puede construir ya un modelo
social que nos quite el asco de encima, de los cuerpos y de los sentidos; esa
costumbre de ejercer el poder en lugar de la conciencia.
Como síntesis,
algunas preguntas que todes podemos ensayar, buscándonos. ¿Cómo describiríamos
hoy lo que ocurre en la ciudad, si tuviéramos que escribirle una carta a
Rodolfo? ¿Con cuántos horrores convivimos? ¿Quiénes son responsables? ¿Qué
hacemos para cambiarlo?
Seguramente las
respuestas no estarán publicadas en La Nueva.
*Astor Vitali. Músico, Escritor, Periodista, Locutor, integrante y Conductor radial dentro del colectivo comunicacional FM De la Calle de Bahía Blanca, autor del libro El Consorcio
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