Revista Nos Disparan Desde el Campanario Año II Nro.28 EL MALEANTE - Relato - ... por Eduardo De Vincenzi

 

CAPÍTULO I

El 2001 y antes Menem y antes...

A "El Maleante", como le decían (había estado preso, por un robo menor), todas las crisis socio-políticas de nuestro país le habían caído encima. No zafó de ninguna. Con De la Rúa, había perdido su propio auto, y de a poco se fue dando cuenta, que el tema, no lo iba a dejar ser feliz, nunca más. Tenía 43 años, y comprarse un auto le hizo tocar el cielo con sus manos. Jamás habría querido llegar, a algo más. Era "tachero" de muy pibe y era su vida.

Empezó de peón, cuando los peones, si trabajaban parejo, veintiséis días al mes, sin parar, durante un año, se compraban un taxi. Este cálculo se lo planteó un colega, una noche en Retiro, tomando un café de carrito.

...-"¡Posta "Maleante"....veintiséis días por mes ...en un año, te comprás un tacho cero, puesto en la calle.

El "Sordo" Esteban, sabía que era así. Varios habían llegado. Eran buenos tiempos para los techos amarillos y lo que le decían al "Maleante", era cierto. Debe haber sido, de los pocos consejos que logró poner en práctica. Poco acostumbrado a las sugerencias y eternamente solo con su alma enfrentaba la vida. Tesonero y habitualmente necio, ésta vez, algo le decía que podía ser. Incluso él mismo, veía a diario, los relucientes, flamantes autos nuevos, que compraron algunos de sus colegas.

Como en trance, se sentaba inmutable dentro del Siam, entre 12 y 14 horas por día. Ponía la plata, dentro de una lata de té "Mazawuate", una negrita y larga, que tenía una vieja sentada en los costados. Cuando la lata se llenaba, cambiaba todos los billetes por plata grande.

Sacó el auto de la agencia, un 23 de Diciembre. Pasó las mejores fiestas de que tuviera memoria. Unos primos lo invitaron y como a las 3 de la mañana en Nochebuena se estaba besando en la puerta con una amiga de su prima Amanda. Se juntaron a los tres meses, y tuvieron mellizos al año siguiente. Anabel era una gordita que solo quería tener una familia. Con "el maleante" sus deseos se colmaron largamente.

Los mellizos eran además gemelos, y en los primeros tiempos, les ponían una cintita de distinto color, para reconocerlos. Les pusieron Franco como el papá de Anabela, y Amadeo, por el padre del "maleante", un furioso hincha de River, y fanático del legendario arquero de los "millo". La piloteó como pudo, en el "menemato". Para colmo por aquellos días, tuvo que renovar la unidad, y redobló la tarea, quitándole mucho tiempo a su familia que lo había reconciliado con la vida. Una vida algo más que adversa. Cuando los noventa terminaron: la frutilla de la torta. Cavallo - De La Rúa, lo puso contra la pared, firmó una prenda que no pudo levantar y perdió el auto. Estaba claro que no podría recuperarlo, y comenzó a trabajar de peón. Su familia que lo apoyó, en todo momento, no lograba calmarlo, también era su vida el auto, y sabía interiormente, que jamás volvería a ser feliz, jamás. La inercia de la actividad de siempre lo anestesiaba pero algo inexplicable dentro de su cabeza (de a ratos se daba cuenta), le estaba ocurriendo. El tema empezaba con un tenue zumbido, terminando a los pocos minutos con un dolor imparable en las sienes. En ése estado, "el maleante", salía a diario a trabajar. Dejó de parar donde lo conocían y caminaba todo el día. De apuro, al cargar combustible, se tomaba un café mordisqueando alguna vez una factura. Había bajado de peso, y contestaba con monosílabos. No volvió a hablar con sus pasajeros. Muy pronto fue presa de una hostilidad que solo a ratos lograba manejar.

Dos veces llegó lastimado a su casa por pelearse con colegas y en otra oportunidad un grandote en una Meriva se bajó con un fierro y le partió el capot. "El maleante" se le fue, el rubio le pegó mucho. Se podría decir, que en poco tiempo, el padre de los mellizos, ya no era el mismo.

 

CAPÍTULO II

 

Una noche volvió borracho y le pegó una piña a Anabel, que cayó al piso, sin poder creerlo.

Dos veces más, en la misma semana y el papá de la chica se la llevó con los mellizos y la cara desfigurada. Perdió el auto la semana siguiente, cuando borracho dentro de su casa y el auto estacionado durante seis días en la puerta. El dueño se lo llevó después de que "el maleante" le alcanzara las llaves, por debajo de la puerta. Estuvo dos semanas sin salir a la calle. Un día, como en un trance, se levantó de una cama sucia y rodeada de botellas vacías, se bañó, afeitó y con la última camisa que había usado y la cartera bajo el brazo, salió y tomó el 127 en la esquina. En un par de días, estaba trabajando en un Fiat flamante. La primera vez que el asunto apareció en los diarios, el maleante", los compró todos.

Un vendedor de seguros había encontrado un lujoso maletín en el asiento trasero de un taxi. Sin avisarle al chofer se lo llevó y en el "Petit Colón", desayunando, lo abrió. Una culebra oscura le saltó al cuello desde el fondo de la valija y el tipo murió antes de que llegara la ambulancia. Al día siguiente, una mujer mayor, le tocó el hombro advirtiéndole lo del valijín. En éstos casos, "el maleante" agradecía, y al viaje siguiente, lo volvía a dejar en el piso, detrás de él. A medida que la trampa resultaba, una suerte de calma aparecía. Volvía a su casa más temprano y lograba dormir algunas horas. Esta enfermiza conducta mezcla de venganza y terapia, duró algo menos de un año. Solo un hombre se había salvado, aunque perdió la razón. La policía, lo indagó tiempo después, en una clínica psiquiátrica sin lograr que pronunciara una palabra.

 

CAPÍTULO III

Siriaco Bertiz, gendarme retirado, y su esposa, volvían una noche del bautismo de su décima nieta. La jornada se había prolongado y debían volver a Florencio Varela. Pararon un taxi. Mientras se despedían de su hijo, que los había acompañado hasta la avenida, el Siena les paró al lado...

...-"¡Disculpe, amigo vamos a Varela! ... ¿nos lleva?" ....

...-"Adelante señor... ¿¡Cómo no!?"- ...

Manuela, la mujer del gendarme, subió primero y se colocó detrás del chofer. Siriaco se sentó lentamente, y cerró con suavidad la puerta.

...-"Bueno... adelante chofer, Ud. suba a la autopista, y después yo le indico"-...

Doscientos metros. La mujer miró al piso, a sus pies, y de inmediato, tomó la mano de su esposo, haciéndole una seña con los ojos. El gendarme retirado miró donde su mujer le indicaba, y le advirtió al oído que no hablara. Ambos conocían el tema de los asesinatos por la televisión y ahora les tocaba a ellos. Iban a pasar por debajo de la autopista, sobre la Avenida Jujuy, cuando Siriaco, le ordenó parar, en voz alta.

...-¡"Usted es el maldito de las culebras... asesino!"....deténgase!"- ...

"El maleante" clavó los frenos y tiró un brazo hacia atrás violentamente, clavándole un corto puñal en el hombro a la mujer que gritó desesperada. "El maleante" se tiró del auto, al tiempo que el pasajero, hacía lo propio, con una 45 en la mano.

....-¡" Paráte asesino... policía!"- ...

El taxista le arrojó un segundo cuchillo que se clavó en el muslo derecho del hombre. Siriaco Bértiz gatilló dos veces, arrodillado en el piso. Los dos disparos le pegaron en el pecho, muy cerca uno del otro. "El maleante" cayó hacía atrás con gran impulso y antes que tocara el piso ya estaba muerto. El matrimonio, fuera de peligro, horas después en el hospital se enteraban. Los diarios de la mañana hablaban del fin del "asesino de las culebras", algunos en primera página.

 


Original de Eduardo De Vincenzi

Bella Vista - Buenos Aires

14 /5 /2012.-

 


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