Revista Nos Disparan Desde el Campanario Año II Nro. 29 EL VIAJE INESPERADO - Relato - por Eduardo De Vincenzi

 

Los hechos:

Desde hace muchos años todos conocen de ésta locura con Elvis que me habita. Mucho tiempo pasó, su muerte por ejemplo, que lamenté profundamente. El hombre no hizo más que arribar al destino al que casi todos los rockeros llegan, como un final calcado.

Hace algún tiempo Hilario, que hace más de 20 años reside en Chicago, EEUU, sufriente y próspero, finalmente una noche me llamó por teléfono:

-          Eduardo se vienen para acá, nos vamos juntos a Memphis.

-          ¡¿Queeee....qué decís boludo?!.

-        Y si, ya era hora, creo que te lo merecés Eduardo por varias razones. Acabé con un gran trabajo hace unos pocos días y bueno, mi nuera Sofía, la azafata ¿te acordás?, nos consigue los pasajes hasta Miami. Tenemos que costearnos la ida a Memphis y la estadía de un par de días allí. Deberías consultar con ése demente de tu amigo que ya estuvo en Graceland, para que nos oriente un poco. Ya está decidido y yo también tengo ganas de viajar con ustedes. Será un buen momento para todos.

Hilario debe haber estado pensando la idea desde hace tiempo. Algún comentario había hecho como al pasar, sin duda estaba evaluando y esperando el momento, y bueno, esto es lo que estaba ocurriendo. Un grupete de amigos compartiríamos una suerte de break en varios aspectos, un poco descubriendo potencialidades y sobre todo intentando estar más cerca. Hilario transita unos pasos delante ésta situación. Siempre ha sido un hombre excelente, ahora parece que él también lo reconoce, y bueno salió por éste lado. El tipo se estaba proponiendo hacerme feliz con algo que de mi parte estaba muy lejos de poder lograr.

A los pocos días comencé a moverme. Visité al tipo que se refería Hilario, un demente maravilloso con el que compartimos nuestra pasión por Elvis. En el caso de Ricardo, así se llama, el asunto está muy vigente. Goza de un excelente pasar a fuerza de laburar desde muy chico. Construyó una posición, y con su familia y su economía consolidada, allá por el 2001, hizo un tour a Memphis que convocó un club de fans de Buenos Aires. Tiene todos los datos que necesitábamos para el viaje: Sitios que debíamos visitar, Graceland, Tupelo, el pueblo distante unos 90 kilómetros de la ciudad donde Presley naciera, y su casa que se conserva intacta, reciclada por la gente que monitorea el negocio.

La única esposa de Elvis, Priscilla, alcanzó largamente a su marido en réditos y ganancias gracias a lo que generaron su vida y su muerte. Elvis Presley vende más de muerto que cuando cantaba. Impresionante. Ésta mujer ha logrado montar un aparato de marketing a expensas del cual rompió récords. Todos los sitios de Memphis donde éste increíble cantante hubiera estado son hoy motivo de culto y devoción y gran parte de la ciudad vive de éste tema. Se conoce la habilidad de los americanos por hacer de todo un gran show y un gran negocio, una vez más lo lograron.

A Adela le importa bastante menos que poco Elvis, como fue toda la vida. Algunas cosas logré influenciarle, pero con el tema Presley todo fue en vano. Un día prestando algo de atención, escuchando fortuitamente un tema en la radio como retornando del lugar al que se va cuando yo escucho música, dijo...

-"Ése tema lo canta Elvis-"...confieso que me emocioné.

Igualmente con este asunto del viaje y la posibilidad de estar con nuestro amigo se puso las pilas. Empezó a empacar despacio y a enterarse de cosas que nos ayudarían. Ricardo había advertido que debíamos ir para el aniversario de la muerte la cual fue el 16 de agosto de 1977, ese día es cuando se monta todo y la ciudad entera se ocupa.

Memphis es una ciudad de negros, de spirituals, de blues y de iglesias desde donde salen ésta gran cantidad de cantantes que comenzaron allí como Elvis, cantando salmos y alabanzas. Voces increíbles se escuchan en éstos sitios no más pasar por la puerta de cualquier templo. Supimos de horarios, hoteles, precios, transportes. Toda la ciudad era un hervidero de turistas más que nada europeos que recorrían en grupos las calles embanderadas - la bandera de EEUU flamea hasta en los baños - son muy nacionalistas los yankees. Por todos los sitios grandes fotos de Elvis algunas inéditas, siempre rodeadas de guirnaldas con los colores patrios. En algunos restaurantes en donde pregonaban que Elvis era habitual que almorzara ofrecían distintos platos con nombres alusivos, y entonces comíamos sándwiches "Elvis", sopas "Lisa Marie", bebidas gaseosas mezcladas con tragos "Priscila y Elvis", hot dogs “love me tender”, etc. No podíamos pasar por un lugar donde el mito no estuviese. Un viejo lustrabotas negro, con un gran sombrero texano, además de contarnos decenas de anécdotas que pacientemente Hilario nos traducía, tenía lleno su cajón de pomadas con pequeñas fotos de Presley, algunas de ellas tomadas allí mismo. Se lo ve a Elvis sentado en el taburete fumando un habano vestido de blanco, y el negro a sus pies con las dos manos en los cepillos. 

Los tres, siempre juntos, recorríamos todos los lugares muy atentos, en mi caso, pensando que muy pronto me despertaría en casa y Adela llamándome a tomar el desayuno. Una extraña sensación de estar fumado todo el tiempo me invadía. No podía creer en donde estaba y además con las dos personas que más quiero en la vida. Hilario había logrado como otras veces acompañarnos en inolvidables circunstancias. Estábamos como los chicos que van a Bariloche en viaje de egresados, no dormíamos nunca. Los lugares aparecían y no podíamos dejar de visitarlos. Mi amigo portaba una máquina de fotos de última generación y tiraba todo el tiempo del disparador. Yo también, con una pequeña cámara que me prestó Gonzalo trataba de filmar todo lo insólito que se me cruzara. En realidad no había cosa que no considerara insólita, digamos que tenía los ojos grandes y movedizos como nunca en mi vida. Un chico en una juguetería no habría estado más feliz. La sensación extraña de estar dentro de otra persona yo creo que empezó desde el mismo momento en que Hilario se descargó con la noticia. Cuando en Miami le dimos el primer abrazo, Adela lloraba y yo no lo podía soltar. Transcurrido un par de minutos me pidió riendo a carcajadas: -"Che Eduardo soltame que me estás asfixiando"-

¿Cómo poder expresarle mi agradecimiento, no? El tipo es un grande en cualquier sentido. Tratar de que alguien que querés sea feliz es una empresa de una envergadura difícil de explicar.. En fin, pronto tomamos el hotel asignado y rápidamente nos dispusimos a recorrer la ciudad. Y bueno, la cosa se puso de ensueño para mí, el pensamiento giraba siempre en torno a que estaba en el lugar donde Elvis había nacido y desde donde se había gestado todo lo que vino después. Estuvimos en la grabadora de Sam Phillips donde entró por primera vez a grabar un disco de su propio bolsillo, con más espacio ocupado por aquellos días. Pensar que el loco había estado ahí empezando con todo y nosotros también, me causaba una sensación de realidad bastante confusa. Al caer la tarde corríamos al hotel a ducharnos, cambiarnos y salir nuevamente a la noche de Memphis que ahora, toda iluminada, me trastornaba aún más, dudando de que esto fuera verdad. Por todas partes carteles con neón. El que los arma y vende debe ser multimillonario. No vi un puto cartel sin neón con combinaciones de luces y colores paralizantes. Enormes pantallas en algunas esquinas pasaban constantemente shows y fragmentos de películas del Rey. Eventos musicales de aficionados en las plazas y en las calles, distintos grupos y solistas cantando viejas canciones de Elvis, muchos vestidos como él e intentando en vano imitarlo. En el frenesí de la historia no perciben que alguien como Presley no puede ser imitado, sostengo en realidad ¡QUE NO SE DEBEN INTENTAR IMITARLO!.. 

La última noche que pasamos en Memphis, algo descollante ocurrió. En la intimidad de una cena, en uno de ésos tantos sitios llenos de íconos Preslyanos, hacíamos un recuento de lo que habíamos vivido, acaso yo, con bastante más intensidad. Todo el tiempo trataba de explicar las centenares de causas por las que Elvis me habitaba desde niño. Mis argumentos arrancaban con el tema de la “esencia”, sostenía ésta cuestión como síntesis, digamos. En lo central de ésta historia, que debería correr pareja a otras tantas en todo el mundo, siempre hablé de lo fortuito y de “la esencia, la esencia de Elvis”. Esa noche los comentarios y la felicidad abundaban, habíamos reparado y comentábamos la enorme cantidad de ELVIS que había en toda la ciudad. Personas vestidas con el traje blanco de LAS VEGAS en sus distintos diseños, algunos con sus emblemáticos anteojos recorrían las calles sacándose fotos con los turistas y cantando sobre pistas. Conseguimos escuchar y ver algunos verdaderamente parecidos. El día anterior se nos acercó un ELVIS de éstos, con la particularidad de que era rubio, rubio de pelo muy amarillo, se notaba que era su color, y que aun sosteniendo el mito, no se había querido tocar el cabello. Se sacó algunas fotos con nosotros y por esas cosas del idioma, hablaba más con Hilario, quien nos traducía la charla. Este Elvis rubio, fortuitamente, se encontraba en el restaurante donde cenábamos en nuestra última noche, retratándose y hablando animadamente con los comensales de mesa en mesa. En un momento nos detectó y vino hacia nosotros riendo de costado, como Elvis. También me pareció que se acercó más contento que con relación a las mesas anteriores. Nos saludó cortésmente y de inmediato se puso a hablar con Hilario, el cual lo escuchaba con atención.

Al cabo de largos minutos y cuando le habíamos convidado una copa, se levantó y se fue entre las mesas. Hilario lo siguió con la mirada e instantes después se levantó también. "Ya vuelvo", dijo. Con Adela pedimos otro vino y brindamos por todo, los minutos pasaban,  Hilario no volvía. Inquieto me dirigí en la dirección que se había ido. La larguísima barra llena de comensales, algunos muy borrachos. No lo veía. Había poca luz es verdad pero cerca no estaba. Pregunté por el baño y me señalaron un pasillo alfombrado de verde como todo el salón, al final de la barra. Dos puertas de madera muy sólidas con manijas en forma de guitarra eléctrica y los logos hombre-mujer aparecieron sobre la derecha. Entré a un pequeño hall que sorteándolo a la izquierda daba a un espacioso sitio con mingitorios alineados a la izquierda y puertas también de madera sobre la derecha. Al fondo la hilera de bachas con grifería dorada completaba el sitio. Dos personas paradas orinando muy distanciadas, una de ellas con bermudas, zapatillas y medias blancas se aprestaban a lavarse las manos, haciendo mucho ruido cuando abrieron los grifos de las bachas. Ambos salieron secándose con toallas de papel que arrojaron a un canasto con pedal ubicado en la salida. Me puse a orinar yo también pensando donde mierda podía estar Hilario, cuando escuché un par de gemidos y algunas palabras en inglés casi inaudibles. Estaba solo, así que miré para todos lados mientras me subía el cierre. Era un recinto enorme, un baño como el que nunca había entrado en mi vida. Las voces no podían venir de otro sitio que desde la hilera de puertas cerradas. Como en las películas las recorrí semi-agachado, hasta que en la anteúltima veo las zapatillas amarillas de Hilario, muy abiertas, paralelas y con los talones hacia mí, empujé la puerta asustado y... ¡mi ex amigo...jajajaja! apareció detrás del Elvis rubio que con los pantalones bajos y las manos sobre el inodoro recibía profunda y muy placenteramente a Hilario el cual se dio vuelta con la cara encendida...

- "Y Eduardo...la ESENCIA...ESTOY BUSCANDO LA ESENCIA”… dijo con la voz entrecortada y sin dejar de moverse… - Te pido un instante más Eduardo, cerrá por favor”-...Tenía la cara colorada y llena de transpiración...

Cerré la puerta y volví a la mesa, confieso que entre risueño y un poco más confundido.....



*Eduardo De Vinzenci

 

 


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