Nos Disparan Desde el Campanario Año II Nro. 29 El Último Día. Revista Livertá… Nos invita Juan Rodríguez
EL
ÚLTIMO DÍA
(Sobre
la muerte de #SimónRadowitzky)
La
sala era todo silencio. Quienes se encontraban presentes giraron para observar
al fiscal que ahora acomodaba sus hojas. Era su momento. El detenido -diría- se
presentó soberbio, negándose "a contestar las preguntas” y, “contrastando
con ese propósito, se apura a confesarse autor del hecho que se
investiga". Luego, haciendo gala de su lombrosianismo, agregaría: "Su
fisonomía tiene caracteres morfológicos que demuestran bien acentuados todos
los estigmas del criminal". Basado en esto, su recomendación era aplicar
la pena de muerte.
Los
peritos calcularían la edad del detenido luego de minuciosos estudios. Según
sus cálculos, no había duda de que rondaba entre los 20 y 25 años. Así, tal y
como aseguraba el doctor Beltrán, la estadística era clara: el asesino tiene
"22 años y medio". Todo esto -afirmaba- era muy serio. La pena
capital, para deleite del Gobierno, era posible. Lo hago "sin escrúpulos
ni vacilaciones fuera de lugar" -cerraría diciendo-, debemos ver en
Radowitzky "un elemento inadaptable cuya temibilidad está en razón directa
con el delito perpetrado, y que solo puede inspirar la más alta aversión por la
ferocidad del cinismo demostrado".
Todo
estaba preparado, una condena a la carta para el asesino del represor Falcón.
Nadie creía las palabras del joven que aseguraba ser menor. El Estado daría un
mensaje al anarquismo, un escarmiento que buscaba ser ejemplar. Sin embargo,
todo cambiaría de un segundo para el otro cuando, desde Rusia, arribaba un
documento oficial que decía que Simón había nacido en 1891. A pesar de haberlo
instalado en la opinión pública, los altos jefes militares, la oligarquía y el
fiscal ya no podrían asesinar a ese flaco de bigotes e "ideas
peligrosas". Terminado el juicio, saldría con vida de la corte.
Lo
que le depararía entonces sería una vida de torturas y encierro por tiempo
indeterminado. Un infierno que duraría 21 años, de los cuales 19 serían en el
penal de Ushuaia y 10 de ellos en un calabozo aislado. Pero pese a la violencia
a la que lo sumieron, nunca lograron desaparecerlo. Las luchas anarquistas para
liberarlo serían constantes hasta que, entre intentos de fuga y castigos que
soportó estoicamente, sería puesto en libertad en 1930 con la condición de que
no volviera al país.
Los
años siguientes lo encontrarían combatiendo fascistas en la guerra civil
española. Poco había cambiado pese al encierro. Años después, se instalará en
México junto a su compañera. Dicen que una tarde de 1956 lo notaron
especialmente calmo, recorriendo librerías y cargando una botella de vodka que
llevaría hasta la pensión donde vivía. Dicen que, al volver, recordó cada lugar
que visitó. Dicen, también, que ese fue su último día, su última lucha. O no.
Livertá!
*Juan Rodriguez, Ex cuadro de la Armada. Maquinista y buzo de profundidad. Baja a mi propia solicitud en agosto de 1975, efectiva en diciembre del mismo año. Luego ingreso, exámenes de aptitud mediante a la Marina Mercante Nacional como oficial de máquinas hasta mi jubilación como jefe de máquinas.
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