Revista Nos Disparan desde el Campanario… Fascismo: Signo de civilidad del tercer milenio.. Cómo no tener entonces una AM Fascismo con repetidoras y pauta
Ningún país civilizado, o que aspire a serlo,
puede darse el lujo de prescindir de un par de millones de fascistas. Hasta
puede leerse como un síntoma de desarrollo y bonanza. Bienvenidos sean
entonces, solamente desde ese aspecto. Como se puede observar cierta visión
positivista intenta hallar en estos movimientos algún sentido para su
existencia. Las sociedades más avanzadas del planeta cuentan con importantes
sectores que abrevan de canteras totalitarias, cuestión que más allá de las
ideologías cruza transversalmente a las distintas expresiones de la política.
Los hay de derechas y de izquierdas, también existen en todas las religiones,
profesiones, razas y niveles culturales. Eso de no respetar la voluntad
popular, intentar quebrarla y si es posible apartarla de las decisiones
colectivas es moneda corriente en nuestras sociedades modernas. El ancestral
dilema entre el individuo por sobre el colectivo. En tanto y en cuanto la
política sepa ampliar derechos, incluir a amplios sectores de la sociedad,
equilibrar las rentas y tener políticas sociales a favor de las mayorías
nada hay que temer. Los Le Pen, los Capriles, los Tea Party, los Carrió, existen
y seguirán existiendo en todas las latitudes, independientemente de la posición
que cada país tenga en el concierto internacional. Los hay dentro de las
naciones hegemónicas como en aquellas sociedades periféricas. El fascismo no es
una ideología en sí misma, por más que se la presente como tal, ya que le da lo
mismo estructurarse dentro del Estado o fuera de él a través de la actividad
privada, es la simple y concreta anulación del antagonista por medios
violentos. El fascismo se estructura a partir de eslóganes que penetran en el
inconsciente colectivo de manera tal nada pueda discutirse. Me imagino una
reunión política de estos personajes en donde dos fines nobles se encuentren
enfrentados. Una auténtica tragedia Griega. ¿Cómo lo evaluarán? ¿Desde la
política o desde la ética? Y si dicha decisión supuestamente ética da como
resultado una política desdorosa para las mayorías populares ¿dónde está la
ética? El fascismo tiene mil rostros, por izquierda y por derecha y en todos
los casos los eslóganes dominan la escena, aquí y en todo el mundo. La
profundidad política brilla por su ausencia debido a que dicha hondura revela
el vacío del eslogan apenas resulta discutido. Debemos asumir que parte de
nuestra población está de acuerdo con los monopolios comunicacionales, con la
justicia tal cual está, que no importa la verdad, que sólo interesa el poder de
daño que pueda exhibir un periodista y sus falacias y que esto determine que
muchas personas sean condenadas más allá de su culpabilidad, de forma tal
recrear un gran campo de concentración en donde permanezcan presos
(parafraseando a Ibérico Saint Jean): funcionarios de todos los rangos,
“cómplices”, adherentes, familiares, amigos, militantes, silentes, colectivo
que en alguna oportunidad tuvo la desafortunada ocurrencia de enfrentar dentro
del marco de la democracia al poder real. Porque en el fondo de la cuestión de
eso se trata el dilema.
* Gustavo Marcelo Sala. Editor-Escritor
Neofascismo "Cuanto más hagas morir más,
por eso, vivirás"
Por José Vidal Calatayud - El Faro Crítico
Resulta claro que en un escenario socio-político donde no se juega en torno al valor ni a la representación real, el tan amado "Bienestar" tenía que desaparecer en el propio simulacro. Ahora sólo lo irrepresentable, el orden esclavista y la sobreexplotación inmisericorde, es representado por "nuestros representantes"; ahora sólo la coacción a los gobiernos para que entreguen en el pozo sin fondo de las acciones de las grandes compañías el dinero de los contribuyentes da valor a las empresas naufragantes; y sólo la miseria es repartida en esos salarios y esas pensiones huérfanos de valor real. Si, como Baudrillard dice, "la farsa, al repetirse, acaba siendo historia", ahora sólo lo irrepresentable es real: la violencia criminal con que la policía de los estados neoliberales reprime las protestas contra el hundimiento de la ficción democrática; la desesperada ruina del erario público no sostenible en deuda y entregado a los símbolos de pervivencia de una "economía" que es parodia de su función social e incluso individual.
Pero ¿"fascismo"? En todo caso es un
nuevo tipo de fascismo; y sin embargo es también el mismo de siempre. Pues
fascismo es el resultado de esta ruina. Estamos ante la repetición de una
dinámica. El fascismo primitivo de los años 30 tuvo que maquillarse para poder
aspirar de nuevo al poder tras la derrota de la segunda guerra mundial. Pero
sólo eliminó su retórica inesencial y ya hace mucho que el programa de los
neofascistas italianos, austríacos o franceses no es del todo nacionalista -sólo
respecto a los emigrantes no estrictamente imprescindibles para las empresas-
ni abiertamente dictatoriales, sino de apoyo a una "dictablanda", una
pseudodemocracia autoritaria y antisocial. Pero sus objetivos sociales y
políticos son exactamente los que se impusieron, siempre contra sus
declaraciones demagógicas de "bienestar y paz social" y de
preponderancia de la pequeña empresa nativa, en el fascismo de los años 30:
dominio violento del gran capital y disminución de los derechos y el nivel de
vida de los trabajadores; prohibición de la lucha de clases, y con ello censura
rígida de los derechos de expresión, manifestación y huelga. Y en sus versiones
cristianas, imposición del viejo moralismo patriarcal intransigente:
"Agnus Dei qui tollis peccata minuta". Además intermitentemente se ha
dado la colaboración de las fuerzas de seguridad con las brigadas del fascismo
"folklórico": sus barbaridades han tenido entonces carta blanca. Y si
el neofascismo se abstuvo de su retórica "socialista", que no había
sido creída, y de la retórica nacionalista allí donde el impulso de conquista
de la nación, aplastado por otras más fuertes, era ya una palabrería patética
-así en España, Portugal o Italia-, no desapareció ese nacionalismo en aquellos
países que tenían la fuerza para desarrollar una verdadera expansión
territorial y económica -el mejor ejemplo tenían que proporcionarlo, cómo no,
los USA, pero no olvidemos nunca a Alemania y su expansión hacia el este-.
Y es que es importante, para entender la
coincidencia del neoliberalismo con el fascismo, no creer la literatura que
éste difundió sobre su "preocupación social" -recordemos que en los
sindicatos verticales los representantes de los trabajadores eran precisamente
los empresarios-. Sin duda la "preocupación" en ambos es la de evitar
la difusión de posiciones revolucionarias.
Pues ni siquiera los "socialistas"
han tenido otra "preocupación. Nunca hemos vivido en occidente dentro de
una lógica socialista; siempre se mantuvo la lógica del capital, con paliativos
que no le eran esenciales -por eso ahora desaparecen-. Pero
"conservadores" y "socialistas" no admiten que la nueva
situación que ellos -como siempre de acuerdo en todo- nos preparan, pueda ser
llamada "fascismo". Y no sólo ellos se defienden de tal acusación. Jean-Marie
Le Pen, el líder de la extrema derecha francesa, repetía un argumento que debe
hacernos pensar: "No tenemos nada de fascistas porque no tenemos nada de
socialistas". ¿Entonces, no es fascista Le Pen? ¿No lo era Franco en la
segunda etapa de su régimen? Ha habido, en los años 60 y 70, posiciones en la
izquierda española que afirmaban tal cosa, diferenciándose de la actitud
oficial del PC. No entraremos ahora en lo acertado o erróneo de tal posición,
que era por varios motivos muy interesante.
Pero, sobre todo, aquello esencial en que
coinciden el fascismo primitivo y el neoliberalismo es la invasión,
la sustitución de lo social por lo económico: los seres humanos son
tratados como si fueran, sólo, elementos de un proceso económico, generador de
beneficios. Esa sustitución llevó en otras épocas a que pudieran ser empleados
para fabricar jabón y lámparas de piel con sus cuerpos; ahora podríamos ser
tratados de forma no mucho mejor por el poder.
Lo que lleva a una forma tan esencial al
fascismo como lo anterior, y es que sumaba las tres formas de poder -el de
soberanía, "democratizada" por la práctica de la denuncia; el
disciplinario, y el biopoder de control de poblaciones- llevándolas a su
extremo más violento, y con un fin de guerra en que el racismo definía el
objetivo.
Esa concentración de poder, como sus
resultados, la guerra total y el genocidio, parecían hoy erradicados. Pero ¿es
hoy la opresión sólo simulada? ¿No sabemos qué estamos haciendo en el tercer
mundo? Hemos visto que para el neoliberalismo es imprescindible la ocultación
del carácter bélico de nuestra sociedad, de su "contraterror", que a
través del dominio del bien nos lleva al mal absoluto. Pero hay que tener claro
que "guerra", fascismo, es todo mecanismo, aún con rostro
"pacífico", que impide que los expropiados de la riqueza o del poder
conquisten lo que les falta; pues es evidente que si la democracia fuera
real, lo harían.
Parece que el poder hubiera renunciado al
derecho a matar. Pero hay, subterráneo en este sistema "protector" y como
parte esencial, no sólo un "racismo blando" que expone a la muerte -y
no sólo a la "muerte civil"- a aquellos que no pueden ser integrados
en el sistema colectivo de "felicidad", sino también un "racismo
duro" que la causa -la va a causar- directamente cuando el orden
hegemónico se ve en peligro. Foucault señala que estos sistemas han utilizado
ese "racismo" en la guerra, para exponer a la muerte a sus
ciudadanos. ¿Puede esto identificarse con el principio de que hay necesidad de
exterminar a los inferiores para que los individuos "sanos" puedan
proliferar? ¿Sólo en los fascismos de los años 30 se aplicó la máxima de que
"cuanto más hagas morir más, por eso, vivirás"? ¿Desconocemos lo que
estamos haciendo en el tercer mundo? ¿Y en los márgenes de nuestras ciudades,
en el cuarto mundo? El neoliberalismo es ya fascismo en su ideología de racismo
socioeconómico: hay individuos superiores e inferiores, que merecen por sí el
triunfo o el fracaso.
Y un último punto: el argumento defensivo de
los liberales es que en estas sociedades no se aplican las tecnologías de
desaparición contra los adversarios políticos. Pero ¿nos hemos creído que
"conservadores" y "socialdemócratas" son verdaderamente
adversarios entre sí? ¿Cómo se trata en esos regímenes a quienes exigen un
cambio esencial del sistema socio-económico? ¿Les recuerdan algo las
palabras Baader-Meinhof? ¿O los GAL?
Y al movimiento del 15M, ¿cómo se nos va a
tratar en los conflictos venideros?
Pues todo nos lleva a pensar que esta
situación sólo puede hallar salida en una revolución pacífica o en un
neofascismo (mal) encubierto.
Aunque sin duda nuestras ideas sobre esta
crisis están aún formándose. Pero no hay que temer que queden sin conclusión:
los elementos y las razones de su madurez nos las va a dar el poder en los
próximos meses. En este momento en que las direcciones de las derechas
reaccionarias discuten cuántos muertos serían asumibles en la
represión de las próximas protestas, nuestra cuestión será respondida por
ellos, que nos indicarán cómo hay que luchar. Sabemos de momento que es
necesario un enfrentamiento simbólico pero también, aún, político; un
"intercambio imposible, imprevisible". ¿Sujetándonos siempre a unas
normas basadas en lo universal? Pero no hay una universalidad no liberal. Y
¿qué importa lo universal? "Pese a... Kant… se ríe de esa ley
universal… el corazón de los hombres también".
Lo iremos "escribiendo". ¿En qué
estilo? Parafraseando a Thomas de Quincey: "De la revolución, considerada
como una de las bellas artes".
Fuente: http://elfarocritico.blogspot.com.ar/
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