Revista Nos Disparan desde el Campanario Año II Nro. 28 LA EXUBERANCIA IRRACIONAL por Alejandro Marcó del Pont
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de Origen: Sitio El Tábano Economista
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/
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de origen: AQUÍ
Si los mercados fueran eficientes,
yo estaría pidiendo caridad en la calle
Warren Buffett
La
recesión provocada por la pandemia se encuentra lejos de superarse. Contagios
masivos, terapia intensiva congestionadas y muertes siguen azotando al mundo a
pesar de la exigua retorica humanista y una prolífera lucha geoeconómica por
las vacunas. Lo cierto es que hasta que no se dé vuelta la página del Covid-19,
la economía no comenzara a dar reales señales de vida. Los que sí está dando
señales, y en abundancia, son los mercados de valores.
La
idea de predecir con modelos la inestabilidad de los mercados y la creación de
burbujas financieras es un clásico, desde la máxima de Keynes, “los mercados
pueden permanecer irracionales más tiempo del que tú puedes permanecer
solvente”, hasta simulaciones basadas en modelos predictivos, como la
teoría de la instabilidad financiera de Minsky.
En
marzo del año 2000, y poco antes que la burbuja tecnológica tuviera su
derrumbe, se publicó un libro llamado Exuberancia irracional, de Robert
Shiller, quien sostenía que los precios de los activos se
habían disparado como una burbuja desde mediados de los años 90 sin ninguna
base ni fundamento económico. Solo anclaba su razón en la peregrina idea de un
excesivo optimismo futuro de los mercados financieros.
En
estos ciclos de auge y depresión capitalista, con más recesiones que
prosperidad, se desencadenan colapsos que tarde o temprano contaminan las
finanzas. Hay trastornos que comienzan en las finanzas, ya sea por el sistema
bancario o por las bolsas de valores, como las crisis de 1929, de 2001 o de
2008. Otros son exógenos, y comienzan con incremento del precio de
los commodities, o crisis de deuda; tales son los casos de 1974, 1982 y
1991 (guerra del Golfo). Pero todos guardan una lógica inexorable, su contagio
en las finanzas. La crisis del Covid-19 es la única que no aún no ha infectado
a las finanzas.
Crisis,
recesión y depresión, dependiendo de su amplitud temporal, son los
desequilibrios que se pretenden anticipar y subsanar. Eventos en extremo
complicados, por eso la importancia de estudios históricos de la compleja
anatomía de las crisis financieras. Hay una serie de expertos que interpretan
que los desequilibrios pueden darse en diferentes mercados financieros: pánicos
bursátiles, desconfianza bancaria, crisis de deuda soberana y privada,
dificultades cambiarias, crisis hipotecarias. Es posible que en diferentes
ocasiones se combinen al menos dos de ellas, y como nosotros ya tenemos una en
el haber, el contagio a otro mercado diferente la vuelve inquietantemente más
devastadora.
La
pandemia ha transportado con ella el declive de la inversión, la producción, el
empleo, el comercio, pero no el colapso financiero bursátil como las demás
crisis. Millones de personas perdieron su empleo o tuvieron que acogerse a las
ayudas sociales, aun así desde el inicio de la pandemia, la fortuna de los 10
hombres más ricos del mundo ha aumentado en medio
billón de dólares. Todas las bolsas de valores
fueron el escenario de ganancias insólitas durante la pandemia.
Fuente:
El Tábano Economista en base a datos oficiales
De
hecho, la capitalización de los mercados a nivel global ya se ubica por encima
del total del PBI global. Según Bloomberg, el valor de mercado en dólares de
todas las acciones del mundo alcanzan los u$s 87.83 trillones, lo
cual es superior al producto bruto global de u$s 87.75
trillones registrado a finales de 2019. Esto refleja una señal de
alerta, ya que cada vez que esto ocurrió, luego se dio una importante caída en
las acciones.
La
oleada de compra de acciones tecnológicas destaca sobre todo en EE. UU. Amazon
se ha revalorizado el 70%, Apple el 55%, Nefflix el 50%, Microsoft el 32%,
Facebook el 27% y Google un nada despreciable 12,7%, mientras que Tesla 705%.
Los bancos de inversión en todo el mundo también generaron con esta oleada un
récord de ganancias por comisiones de U$S 124.500 millones. Y como las empresas
se hicieron al mercado para solicitar deuda o emitir bonos, se generaron
grandes niveles de comisiones, y un endeudamiento de U$S 5 billones de dólares,
números nunca vistos y que hay que pagar.
Contrariamente
a lo que sucedió en la Gran Depresión, los bancos y las principales
instituciones financieras no están cerca del colapso. Los balances
bancarios son más sólidos que antes de la pandemia. Los depósitos se han
disparado o mantenido por la poca movilización ante la falta de gasto por el
Covid-19. Los bancos centrales aumentan las reservas de los bancos comerciales
y, como dijimos, las empresas y los hogares consiguieron financiamiento (no en
todo el mundo, claro está) pero esto llevó a que la OCDE detectara
un aumento de entre 10% y 20% del ahorro.
Las
corporaciones han obtenido créditos baratos, ya sea subsidiado por los
gobiernos o con garantía estatal a tasa cero, y las compañías más grandes, como
vimos, emiten bonos para financiarse, recomprar sus acciones o afianzar su
monopolio comprando empresas menores. Los impuestos también se han diferido a
medida que las empresas se confinan, nuevamente acumulando aún más efectivo y
se han refinanciado pagos de deuda, retrasos impositivos, para los hogares.
Pero
toda esta ayuda se termina en algún momento. El Programa de Protección de
Cheques de Pago, los créditos fiscales para la retención de empleados,
licencias por enfermedad, apoyo financiero a los hogares, refinanciación de
crédito, tendrán un final. En algún momento, la realidad volverá, los impuestos
se tendrán que pagar, los préstamos devolverse, las empresas producir y tener
beneficios para afrontar las deudas, o pagar la nómina salarial, etc.
La
profunda crisis económica y social que afecta al mundo no está en los mercados.
Y esto es preocupante, ya que parecería una clara réplica del año 2000 porque
se cree que los bancos centrales van a intervenir para tapar los huecos de la
falta de venta, quiebra y devolución de créditos, por un lado, y por otro, que
las empresas tendrán una ganancia extraordinaria cuando los consumidores
retornen a los paseos de compra. La referencia al año 2000 empieza a ser
habitual en los análisis de los expertos. Los activos financieros se
revalorizan sin freno. Pero hay algunas alarmas técnicas de diluyen la
algarabía y comienzan a dar señales de preocupación.
Hay
un ratio, que no es más que relación entre magnitudes, que se llama price
to earnings ratio (PER) y que se usa para analizar las empresas que
cotizan en bolsa. Su valor indica cuántas veces se está pagando el beneficio
neto anual de una empresa determinada al comprar una acción de
ella. Un PER más elevado implica que los inversores están pagando más por cada
unidad de beneficio. Beneficio por acción.
El
inconveniente, como muestra la gráfica, es que los estudios muestran que hemos
superado el PER de la crisis del año 1929 y estamos un poco por debajo del
alcanzado en el año 2000, lo que nos sitúa en terreno burbuja, sin ningún
género de dudas. Una burbuja bursátil sucede cuando hay un notable desajuste
entre la valoración fundamental de las acciones y las cotizaciones existentes,
y este ratio muestra exactamente eso.
Pero
aclaremos un poco más el PER para medir la magnitud. El valor del PER se
calcula dividiendo el valor de las acciones de una empresa, determinado en el
mercado bursátil (capitalización bursátil) entre el beneficio neto
anual después de impuestos de la empresa correspondiente. Es
decir, que si la empresa tiene un PER alto, está sobrevalorada. Más aún, el
indicador PER o PE de Shiller, que relaciona las cotizaciones de la bolsa
americana frente al promedio de los beneficios de los últimos diez años
ajustados a la inflación, nos marca unos niveles de 35,44 veces. Es decir, que
a beneficio promedio, la empresa necesitaría casi 36 años de beneficios netos,
sin que nunca caigan, para recuperar el valor de la acción.
Por
lo tanto, a nivel del ratio expresado en la gráfica, esta es la segunda burbuja
más grande de la historia. Los PER de la crisis del 29 estaban en 30 veces, en
la actualidad en 35.44 veces, en el año 2000, cuando se dio la mayor crisis
bursátil, estaba en 44 veces. Si agregamos aunque mal no sea un ratio de
valoración bursátil más, como el de la relación cotización/valor
contable que se estima en función del precio actual del mercado y el valor
contable de las empresas. En la actualidad nos ofrece unos niveles de 4,24
veces (la media histórica es de 2,85 veces) y los máximos alcanzados en la
burbuja punto.com fueron de 5,06 veces.
Volvamos
a un ejemplo que citamos anteriormente. TESLA vale más del doble que las dos
compañías que venden la mayoría de los autos: Volkswagen y Toyota, cuyas
capitalizaciones de mercado son de 102.000 millones y 213.000 millones de
dólares, respectivamente, mientras que TESLA vale U$S 685.815 millones. La
compañía del magnate Elot Munsk entregó 509 mil vehículos el año pasado, Toyota
vendió 8,5 millones de vehículos hasta noviembre y Volkswagen vendió 8,3
millones. En el año 2020, por primera vez en su historia, reportó ganancias de
721 millones de dólares en 2020, frente a los 862 millones de pérdidas de 2019.
Su PER es de 156.89
veces, completamente anormal.
En
Estados Unidos es donde por fin llega alguna señal de preocupación. Hace un mes
el llamado Comité Federal del Mercado Abierto de la Fed lanzó el primer gran
aviso de lo que puede venir: “evaluaron las presiones de valoración de activos
como elevadas”, lo que supone su máxima caracterización de riesgo. Respaldado
por la postura de dinero fácil del banco central, el índice bursátil S&P
500 ha subido un 75% (ver cuadro anterior) desde los mínimos que alcanzó en
marzo, cuando comenzó la pandemia. En cuanto a los balances de los hogares y
las empresas, los economistas de la Fed consideraron que las vulnerabilidades
en ese frente son notables, “reflejando un mayor apalancamiento y una
disminución de los ingresos en el 2020”.
Cuando
la pandemia se disipe y todo vuelva a normalidad, nada será ordinario. En
general, las crisis de esta magnitud son bisagras sociales. Esperemos que lo
sea para bien, aunque depende de nosotros.
*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNL. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista.
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