Además
del potencial derivado en tener dominio de las actividades en el área nuclear,
para la globalidad esa capacidad es analizada en forma minuciosa dentro del
ámbito geopolítico. Pero también ese conocimiento produce mejoras en la vida
cotidiana, tal vez imperceptibles o poco difundidas.
Propongo
con este prólogo adentrarnos a las aplicaciones que en la vida civil interviene
la tecnología nuclear, más allá de la generación de energía eléctrica que ya
comentamos en anteriores entregas y que sin dudas es la más relevante.
Vamos
a orientar el presente intercambio en usos no muy difundidos, donde interviene
la preservación artística y otras disciplinas, ensayando una pregunta.
¿Qué
tienen que ver los rayos X con Leonardo Da Vinci o la radiación gamma con una representación
en madera del siglo XIX?
Las
dos grandes aplicaciones de la tecnología nuclear al arte y a la arqueología
son el análisis de los objetos para recabar información sobre su antigüedad,
composición, origen geográfico, como también para diagnosticar problemas, y la
irradiación es utilizada para limpiar y desinfectar objetos dañados.
“La ventaja de estas técnicas es que se pueden aplicar en una amplia variedad de materiales, el análisis se puede hacer de forma totalmente no destructiva, o con una invasión mínima de la muestra”, definen los expertos.
En
esta tecnología, una de las varias que pueden aplicarse al patrimonio
artístico, se ‘bombardea’ una muestra con rayos X para desestabilizar la
estructura de los electrones y causar una emisión de radiación, que es
diferente en cada elemento químico.
El
análisis de esa radiación permite establecer qué elementos químicos existen en
la muestra.
La
fluorescencia de rayos X (XRF, sigla
en inglés) consiste en emisión de rayos
X
secundarios (o fluorescentes) característicos de un
material que ha sido excitado
al ser «bombardeado» con rayos X de alta energía o rayos
gamma. Este fenómeno es muy utilizado en la investigación
de metales,
vidrios,
cerámicos
y materiales de construcción, así como en la de geoquímica,
ciencia forense
y arqueología. La fluorescencia de
rayos X puede servir, por ejemplo, para identificar los pigmentos usados en una
pintura de Da Vinci.
Así
se puede establecer, por ejemplo, que además del lapislázuli que usaba el gran
Leonardo para el azul, hay otros colores hechos con cobalto, que no se
emplearon hasta tiempo después, confirmando así que la obra fue retocada
posteriormente.
Por
ejemplo la técnica XRF se utilizó para ayudar al Museo de Historia del Arte de
Viena a detectar en dagas ‘kris o keris’ de Indonesia trazas de mineral de un
meteorito, ricos en níquel y cobalto, que cayó en esa zona en el siglo XVIII.
Los
instrumentos con los cuales se ejecuta esta técnica son de fácil traslado y
resulta muy conveniente en el caso de obras cuyo acarreo sería imposible, como
frescos o esculturas voluminosas, o cuando presentan problemas de seguridad
debido a su gran valor.
Otra
de las técnicas que colaboran con el arte son las radiaciones ionizantes para
desinfectar y limpiar obras y artefactos históricos infestados por distintos
tipos de parásitos.
Esta
técnica comenzó a aplicarse en los años ’70 del siglo pasado y desde su éxito
en la desinfección de la momia de Ramses II, en 1977, está ampliamente aceptada
en el campo del patrimonio cultural.
Pese al respeto que impone el término radiación, los materiales tratados de esta manera no se vuelven radiactivos ni sufren daños. En principio, hay dos niveles distintos de dosis, una para insectos, más baja, y otra para moho un poco más importante. Eso es así porque cuánto más compleja es la estructura del ADN de los parásitos, más fácilmente es dañada por la radiación. La técnica consiste en transferir energía a los microorganismos residentes en el objeto, que altera su ADN sin afectar a la pieza.
Este
método se usó, por ejemplo, en 2010, para neutralizar los gérmenes que estaban
afectando a los tejidos blandos de Khoma, un mamut de 50.000 años que fue localizado
congelado en Siberia.
De
hecho, la irradiación puede emplearse incluso en materiales muy frágiles, como
fotografías, películas o pergamino.
El
Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) colabora con distintos
laboratorios de sus países miembros para desarrollar y aplicar estas técnicas,
aportando expertos, cursos de formación y reuniones científicas, además de
programas de cooperación, nacionales y regionales.
Dentro
de estas colaboraciones se desinfectó en Rumanía en 2015 un iconostasio de
madera del siglo XIX, que estaba infestado de insectos. El iconostasio es una
estructura de madera en general tipo mampara o biombo compuesto por tres partes
ornado de figuras o iconos religiosos. Fueron muy comunes en los templos
bizantinos.
Asimismo,
la técnica de XRF sirvió en Albania para determinar qué tipo exacto de
pigmentos se usaron en un cuadro representando a San Jorge, y se pudo
determinar que fue pintado en el siglo XVIII por los hermanos Cetiri de la
iglesia ortodoxa albanesa.
Por
tanto, en el ámbito de la representación pictórica y escultórica y en estudios
arqueológicos se han mejorado los trabajos de conservación patrimonial de la
obra artística y de los materiales, asimismo se puede determinar la antigüedad de
datación de una pieza utilizando la técnica del análisis de concentraciones de
Carbono 14 ya que conociendo su actividad se puede inferir la edad de la pieza
analizada y también mediante técnicas no destructivas puede determinarse la
autenticidad de una obra de arte evaluada. Es decir que para la conservación,
determinación de la antigüedad y verificación de la autenticidad de una obra de
arte o restos arqueológicos es eficaz la tecnología nuclear.
Otro
de los usos, no tan difundido debido a potenciales estragos que puedan
producirse en las piezas, es la conservación de libros antiguos. En sólo en dos
ocasiones "extremas" se ha empleado radiación gamma ya que se sabe
que la radiación puede dañar la celulosa (y por tanto los libros). Durante la
irradiación, se pueden producir radicales libres en la celulosa los cuales
reaccionan rápidamente con el oxígeno para romper las moléculas de celulosa y
degradar el papel. Sin embargo, hay ocasiones en que la irradiación constituye
la única manera posible de recuperar un libro.
Uno
de los casos fue el llamado "Gantt" en 1980 al heredar la Universidad
Johns Hopkins (EEUU), famosa hoy por la publicación de los datos de la pandemia
Covid 19 a nivel mundial, una colección de documentos de gran valor propiedad
del señor Gantt. La colección estaba en una casa en pésimas condiciones,
infectada por insectos, roedores, gatos y perros. Tras estudiar las posibles
opciones para tratar la colección y "sanearla" finalmente, se llegó a
la conclusión que la única posibilidad de poder recuperar tan valiosa colección
pasaba por "limpiarla" mediante irradiación. Los encargados de la
colección han declarado que en los años transcurridos desde aquella operación
no ha habido ningún problema con los documentos irradiados.
El
otro caso ocurrió en 1997, la biblioteca de la Universidad de Colorado se inundó
debido a las copiosas lluvias caídas de forma incesante durante 3 días. Como
resultado de aquello un gran número de documentos de dicha biblioteca
resultaron dañados por el agua. Se intentó por distintos métodos (químicos o
congelación) recuperar dichos documentos. Finalmente, decidieron que la única
opción para rescatar tan valiosos documentos (cerca de 500.000 ejemplares) era
sometiéndolos a irradiación.
Hasta el momento la irradiación para la conservación de libros y documentos de archivos ha sido muy exitosa en circunstancias de emergencia. Sin embargo, existen todavía pocos datos prácticos de este uso de la radiación.
Pero
las radiaciones ionizantes también nos pueden ayudar a conocer mejor documentos
antiguos de gran valía, mediante las técnicas no destructivas (radiografías).
En
esta primera parte, se ha narrado muy sintéticamente lo menos difundido sobre
la utilización de la tecnología nuclear para usos cotidianos civiles, pero
existe una cantidad relevante de otras aplicaciones, que se detallarán en ocasión
de próximas entregas, como ser las aplicaciones médicas (gammagrafía,
radioterapia, esterilización de equipos e insumos, etc), alimenticias
(reducción de mermas, aumento de conservación, control de plagas, etc) e
industriales (trazadores), entre una sorprendente infinidad de utilizaciones.
*Guillermo F. Sala, Arquitecto
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