En
casa tuvimos la misma heladera durante muchos años, no sé cuántos, pasaron como
treinta hasta que vi una nueva. Esta no se compró debido a que nos aburriera el
diseño o porque la antigua dejara de
funcionar, sino a causa de que empezaron a aparecer comidas precocidas
congeladas que eran muy convenientes de preparar, por caso lasañas o pizzas, sobre
todo, cuando volvía tarde en colectivo desde la Universidad con sede en Bahía
Blanca a Coronel Dorrego, esto era más o menos a las 12 de la noche. También
por el helado, no les voy a mentir.
Pero
la idea de la nota de hoy (¿no estamos hablando solo de comida verdad? - Diría Homero Nuestro Señor -) es pensar sobre
uno de los artefactos que más confort nos brinda y en el que pocas veces nos
ponemos a pensar. La heladera.
La
heladera eléctrica al igual que todos los artefactos de consumo se pone al
alcance de las mayorías en Argentina durante el Peronismo. Esto no es algo
partidario, sino objetivo. Porque también es durante esta época cuando la
electricidad llega a los sectores populares. ¿Quién iba a comprar artefactos
eléctricos sin tener línea donde hacerlos funcionar? Es verdad que existen
heladeras a gas o a kerosene, pero nunca fueron masivas, recuerdo de chico
haber visto un ejemplar cuando estaban desmontando una casa rodante para
modernizarla.
El
acceso de los obreros al mercado de consumo de bienes durables de confort se da
durante el Peronismo. Antes de la heladera eléctrica se bajaban las cosas a
enfriar a los pozos de agua o se usaban refrigeradores que funcionaban con una
barra de hielo. Estos mantenían las cosas frescas mientras el hielo no se
derretía, un día más o menos. Pero por supuesto no tenían la capacidad de
congelar.
El
acceso a este bien de consumo no solo se da porque mejora la distribución del
ingreso a favor de los sectores populares, sino también porque aparecen
empresas que fabrican localmente este producto con capacidad de abastecer esta
demanda. Antes al ser solo una minoría de la población la que demandaba
refrigeración domiciliaria eléctrica, las heladeras se importaban lo que las
hacía muy caras. Aquí en nuestro país empresas como Siam o General Motors con
marcas como Argemo y Frigidaire (que durante la segunda guerra mundial no podía
fabricar automóviles) se dedicaron a abastecer este naciente mercado. Luego
habría muchas más empresas nacionales grandes, medianas y pequeñas, que
resistirían hasta que entre “la dictadura, alfonsín y el menemismo” las
hicieran talco.
Hoy
este producto sufre lo que todos los demás, la supuesta existencia de lo que
conocemos como obsolescencia programada. Esto es según la leyenda urbana, un
acuerdo tipo “kartel”.
Este
acuerdo habría nacido un día en el cual los principales fabricantes de bombitas
(focos) se dieran cuenta de que el invento era tan bueno que no se rompía
nunca, por lo que se pusieron de acuerdo entre fabricantes para empeorar
intencionalmente la calidad de los productos. Pero vamos a alejarnos de algo
tan simple como una bombita y vamos a pensar en los electrodomésticos más caros
de la casa. La cocina y la heladera.
Con
este acuerdo entre fabricantes se rompen más rápido y no es posible repararlos,
lo que lleva a un consumo permanente. Con los precios de hoy digamos y si esto
es verdad, uno viviría empeñado a perpetuidad tarjeteando cocinas y heladeras a
36 cuotas que duran más o menos cuatro años. Si lo pensamos seriamente no es
tan descabellado ¿Alguien cree que una de las heladeras que vemos en los
folletos de las casas de electrodomésticos en la actualidad pueden durar 80
años?..
… el documental explica por qué no...
*Favio Camargo. Docente, estudiante del Profesorado de Historia en la Universidad Nacional del Sur
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