Allá por la década del ochenta “El Padrino” me había conmovido particularmente. Cuatro escenas me quedaron para siempre.
- La que nos impresionó a todos: La cabeza
ensangrentada del caballo, bajo las sábanas de seda del empresario
cinematográfico.
- La muerte de Corleone-Brando en su
jardín, lleno de flores y de sol, con el nieto jugando a su alrededor. El
mafioso se desploma acaso sin intuir la muerte. Marlon Brando se muere
realmente para mí. Hemos visto decenas de muertes en el cine. Ésta a mi juicio,
inolvidable.
-
La tercera secuencia: Creo recordar que
se casaba la hija de Corleone, y una fastuosa celebración, en los jardines de
la casona familiar. Muy italiano todo. Abrazos ampulosos, besos entre varones
en las dos mejillas, tarantelas, etc. Los hombres con smokings negros y
claveles en los ojales de las solapas. Anillos de sello y oro en manos grandes…
habladoras. En un momento Santino Corleone (un muy joven y apuesto James Caan),
se inclina sobre una exuberante mujer típicamente italiana, y algo le dice al
oído. La joven se levanta de una mesa circular con mantel blanco y en la que
solo había mujeres y sube la escalera de la casa, sosteniendo con ambas manos
la larga falda de su vestido que no logra disimular un hermoso cuerpo. A
continuación, Santino y ella parados en un pasillo, se aman desaforadamente. James
Caan es asimismo el protagonista de la escena que precipitó la decisión, y otro
punto de vista respecto de mi opinión sobre el cine. La ilusión, y la brecha
que NECESARIAMENTE DEBE EXISTIR, ENTRE FICCIÓN Y REALIDAD.
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La hija de Corleone es sodomizada por su
marido. Santino se entera, y en los autos negros enormes de aquellos días,
llenos de personas armadas y con sombreros, llega a la casa de su hermana, y le
propina una paliza inolvidable a su cuñado, al que además tirado en el piso
destrozado, amenaza. El hombre humillado diseña su venganza, y cierto día de
sol pleno, en el peaje de una carretera, Santino Corleone es emboscado y acribillado.
Un
tramo que me dejó pegado al respaldo de mi butaca. Violencia extrema. Lleno de
agujeros sangrantes, el cuerpo de James Caan, cae en contorsiones muy bien
logradas. Infinitamente creíbles.
“El Padrino” y las escenas que relaté, me dejaron la sensación de haber visto una gran película. Un par de años después, me encontraba tirado en el sofá del living, tomando un JB con hielo. Me había quitado los zapatos y encendido el televisor .Haciendo zapping, emboco un programa de cable, que aludía a los descansos en las filmaciones en Hollywood. Creo recordar que se llamaba “Backstage o Detrás de la escena”… Algo así. Sentado en una silleta de lona, que todos vimos alguna vez, ésas que tienen el nombre del artista en el respaldo, James Caan acribillado y lleno de sangre, leía un diario de piernas cruzadas.
Nunca más “El Padrino” volvió a ser esa película que me destrozara la cabeza hace hoy más de treinta años en un cine de la calle Corrientes y una noche cálida de otoño en Bs As. Quiero creer lo que veo. El producto terminado. La actuación, lo enfático del libro, la fotografía, el inmenso trabajo de un actor que juega a ser otro. La salida al ruedo, el cuerpo ante la cámara. Mi ilusión. No quiero conocer la entretela, ese instante, esos ratos donde el artista, vuelve a ser él. Yo quería ver a Santino Corleone, no a James Caan
Bueno
eso.
Creer…
*Eduardo De Vicenzi. Estudios avanzados de Literatura Norteamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA
No recordaba puntualmente las escenas , pero el relato me trasportó a esas magníficos flashes que realmente fueron icónicos para una generación del "que parezca un acchidente" (despues vinieron otros tantos "acchidentes" y uno estaba prevenido para no admitirlos ) y el clima de época muy bien reflejado cuando entonces todavía muchos creíamos lo que te mostraban.
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