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Distintas
cerraduras se deben abrir con diferentes llaves
Este
es una especie de articulo inaugural, algo así como el principio de una saga
que a mi entender será prolongada. Por lo tanto, muchas de las definiciones,
ideas y descripciones que se encuentre en el escrito serán una especie de
fundamentos desde donde ir progresando.
Se
podría haber titulado el octubre chino. Durante ese mes se produjeron eventos
trascendentes para el país asiático con poca repercusión en Occidente. El 26 de
octubre comenzó el 19º Plenario del Partido Comunista Chino que
aprobó las directrices del 14º Plan Quinquenal (2021-2025), y las de una
estrategia a medio plazo, rebautizada como “Visión 2035”. Una maniobra de
“doble circulación” para combatir los efectos de la pandemia y las presiones de
Estados Unidos. Unas semanas después, en base a la idea y los objetivos de los
últimos planes quinquenales, se firmó la Asociación Económica Integral
Regional (conocida como RCEP, por siglas en inglés), el tratado comercial más
grande del mundo, pero, y esto es importante, de características regionales (véase
cuadro)
Dos semanas antes, el 13 de octubre de 2020, se aprobó una ley de control de exportaciones que, al mismo tiempo, autoriza el gobierno chino a “tomar contramedidas” contra cualquier país que “abuse de las medidas de control de las exportaciones” y represente una amenaza para la seguridad nacional y los intereses de China.
Básicamente,
China está inmersa en una guerra por la supremacía mundial, cuyo núcleo se
encuentra en la disputa por la hegemonía tecnológica, financiera y comercial
impuesta por Estados Unidos.
Beijing mira
decididamente hacia el interior del país (producción, distribución
y consumo) con la determinación de reducir su dependencia de
la tecnología foránea y de los mercados financieros.
En pocas palabras: China ya no seguirá siendo la “fábrica del
mundo”. De todas maneras, y antes de la pérdida de la presidencia por D. Trump,
había rumores de relocalización empresaria que generó la idea de un incipiente
proceso de traslado de sus industrias de China hacia otros países asiáticos
como Vietnam, Tailandia, Malasia o Camboya y que resultaron hasta ahora,
solo eso, rumores.
Hay
algunas palabras que surgen asiduamente en los relatos actuales de la disputa
por la hegemonía que deberíamos incorporar. Desglobalización,
es una, por ejemplo. Se popularizó por el año 2010 antes de la gran recesión de
los flujos internacionales de bienes, servicios, capitales. Con la pandemia, el
comercio mundial, las inversiones, hicieron que perdieran fuerza las cadenas
globales de valor ante el estancamiento. El proteccionismo, en sintonía con las
políticas norteamericanas, trajeron el reshoring (retorno al país de
origen de actividades productivas que habían sido deslocalizadas). Estos son
algunos de los factores que se citan para explicar la depresión del comercio
mundial.
Hasta
antes de la pandemia, los factores que determinaban las decisiones de
deslocalización y aprovisionamiento eran sobre todo dos, bajos costos
salariales y cercanía a mercados potencialmente atractivos. Debido al Covid-19,
las prioridades parecen haber mutado a “seguridad de abastecimiento”, los
trastornos, interrupciones y retrasos en los suministros que ha provocado el
coronavirus, dada las alteraciones en los procesos de producción y el
transporte de mercancías, han hecho que la seguridad en el suministro se haya
convertido en un factor prioritario.
A
largo plazo, y solo de manera aparente, las empresas van a aumentar
la valoración del riesgo que supone no depender para
sus inputs de suministros procedentes de localizaciones alejadas
geográficamente, debido a la interrupción en el suministro de componentes
esenciales. Esta idea no se centra solo en una epidemia médica y su falta de
insumos sanitarios, que puede alterar los flujos de bienes intermedios, sino
también de otros fenómenos como guerras, catástrofes naturales, entre otros. Lo
que se denominaría resiliencia.
Muchos
piensan que hay diversos factores que están disminuyendo la fuerza de la cadena
de valores, la robotización y la pérdida laboral atentan contra el arbitraje de
beneficios por costos del trabajo, lo que obliga a prestar atención a
la “producción en proximidad”; es decir, producir cerca de los centros de
consumo para responder con más flexibilidad y rapidez a los cambios en los
patrones de demanda de los consumidores. Por eso la Asociación Económica
Integral Regional (RCEP) responde a esta idea.
Según
McKinsey, la concentración regional está aumentando, por eso se ha
popularizado en los últimos tiempos el vocablo nearshoring. Frente al
retorno al país de origen que supone el denominado reshoring,
el nearshoring implica el retorno de la producción a un país cercano.
El ejemplo más citado a este respecto es México en relación con Estados Unidos.
Comencemos
a desarrollar este octubre chino y su importancias. El año 2018 fue el comienzo
de lo que se denomina “la guerra de los aranceles” escalada e imposición de
aranceles mutuos. Sin importar quién sea el ganador de la puja presidencial en
Estados Unidos, China entendió que solo modificaría los tiempos de enfrentamiento,
por lo que aprobó una ley de control de exportaciones que es un arma de doble
filo, más allá del acuerdo de “fase uno”.
El
acuerdo fue alcanzado a mediados del mes de diciembre de 2019, tras un
largo proceso de negociación. Este comprende, entre otras cosas, un aumento en
torno a las compras agrícolas por parte de China y también un mayor compromiso
respecto al establecimiento de algunas reformas por parte de la nación
asiática. Ahora la ley de control de exportaciones implica dos cosas: China
puede contestar agresivamente a los ataque externos y limitar sus exportaciones
si amenazan su seguridad nacional.
China
quiere limitar las “tierras raras”, uno de los ejes de la guerra tecnológica.
Se suele decir que “sin tierras raras no hay chips”. China exporta el 70% de
todas las tierras raras que se comercializan en el mundo. No es que no
existan en otros partes, al ser altamente contaminantes se alentó a China a
producirla. Ahora con la idea de eliminar la dependencia tecnológica externa, esta
decisión limita la venta externa sustituyendo a favor de la matriz interna de
desarrollo.
Si
bien cada plan quinquenal es significativo y emblemático de su época, este año
es particularmente digno de mención debido a la confluencia de muchos factores:
la impresionante recuperación de China durante la pandemia, la revolución
científica y tecnológica y la reforma industrial en el contexto de tensiones
geopolíticas en ascenso, así como el creciente perfil de China tanto en asuntos
internacionales como su papel fundamental en la cadena de suministro global.
Por
eso, este año dio a la luz dos proyectos por separados. Un Plan Quinquenal
2021-2025 (económico) y una Visión 2035 de mediano plazo 2021-2035
(político). El Plan tiene básicamente:
1)
Reemplazar el crecimiento de alta velocidad con un crecimiento de alta calidad.
2)
Reequilibrar su economía con reformas estructurales del lado de la oferta .
3)
Expandir la demanda interna, sin dejar de apoyar los mercados de exportación
internacionales.
4)
Impulsar la modernización a través de la innovación y los avances
tecnológicos, y
5)
Fomento de la producción ecológica, inteligente y de alta gama.
En
el Plan Quinquenal hay una “combinación flexible” de capital público
y privado, aunque destaca que “es el Estado el sujeto principal de
la economía y quien establece las condiciones económicas”.
O sea, el interés de las empresas privadas está subordinado al
Estado. Queda claro en este plan que China opta abiertamente por
convertirse en la economía más grande del mundo y, sobre todo,
en ”una sociedad de altos ingresos” en los próximos 5 años. Al
pasar de PBI per cápita de 8.500 dólares a uno de U$S30.000, consistente con la
política de “doble circulación” (circulación interna, que se refiere a las
actividades económicas locales, y circulación externa, que se
relaciona con los vínculos económicos de China con el mundo
exterior).
El
plan remarca la trascendencia de los objetivos tecnológicos, sobre todo el de
reemplazar las tecnologías estadounidenses en áreas centrales. Por lo que para
mí la batalla se central en la disputa tecnológica, mucho más que comercio y
finanzas. China tiene el control absoluto del Estado sobre todos los sectores
estratégicos (energía, telecomunicaciones, crédito, trasporte, etc.) y, en
particular, su soberanía monetaria. Nadie discute hoy que las acciones
agresivas contra Huawei, TikTok, WeChat y similares no han logrado los
resultados que se pretendían y que hay “consecuencias colaterales”.
La
independencia tecnológica y la autosuficiencia como pilares estratégicos de
apoyo para este modelo de desarrollo. Al igual que en “Made in China 2025”, la
idea es continua la transición de producir bienes baratos y de baja tecnología
a la producción de bienes de alta gama y especializados, y fomenta la
transición a “tecnología autosuficiente”. Aunque no se menciona
explícitamente, la fabricación de chips probablemente será el enfoque clave en
los próximos cinco años. La inversión en I+D será un tema contundente con siete
campos destacados para una mayor exploración: inteligencia artificial,
información cuántica, circuitos integrados, ciencias de la vida y la salud,
ciencia neuronal, reproducción biológica y tecnología aeroespacial.
Como
bien indica Mónica
Peralta Ramos, tanto Google, Faceboock, Twitter y
otras han intervenido abiertamente en la campaña electoral americana, y la han
censurado a su conveniencia, han puesto a la vicepresidenta de
Estados Unidos y darán una pronunciada guerra contra la regulación a su poder
monopólico unidos a las corporaciones que controlan los medios de comunicación
tradicional, contra el avance alternativo del compañías chinas tanto de redes
como 5G. Esta disputa es central.
Por
otra parte, el mega acierto asiático es la Asociación Económica Regional
Integral (AERI), un acuerdo económico mega-regional que se negocia desde 2012
entre diez gobiernos de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ANSA),
(conocida como ASEAN, por sus siglas en inglés) y por sus seis socios en
tratados de libre comercio: China, India, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur.
El
acuerdo se construyó sobre la base de lo pactado en la ASEAN. Con China en
2004, Corea del Sur en 2006, Japón en 2007, y Australia y Nueva Zelanda en
2008. Incluso la ASEAN tiene un acuerdo comercial firmado con India, país que
se salió de las negociaciones del RCEP en 2019. Un mercado del 44% de la población
mundial, el 32% del PBI del planeta y una clase media creciente por encima de
mil millones de personas supera a la Unión Europea y el Tratado de México,
Estados Unidos y Canadá. Con la idea establecidad en sus 54 cronogramas
de compromisos, se desgravarán eventualmente aranceles
en más del 90% de los bienes comerciados entre los países en un plazo aproximado
de 20 años, lo que, a su vez, impulsará más el comercio y los flujos de
inversión hacia y dentro de la región, potenciándose así la importancia de los
países del este asiático en la cadenas globales de valor.
Aquí
se encuentra el centro del mundo o, por lo menos, hacia allá vamos. Ahora
veremos cómo América del Sur, con su bloque regional, se amalgama y fortalece
para ser otro actor importante en el comercio y la tecnología mundiales. O si,
por el contrario, sigue desperdiciando oportunidades de elaborar una nueva
política regional, por temores a fantasmas, fascistas y doctrina Monroe
disfrazadas de capitalismo edulcorado.
*Alejandro Marcó del Pont. Licenciado en Economía UNLP. Autor y Editor del sitio El Tábano Economista
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