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La
crítica tiene, o por lo menos debería lucir, como pilar supremo de su
estructura el análisis de todas las variables existentes con relación al tema
que se pretende escrutar. Deconstruir para construir, especificar cada inciso
como camino indispensable hacia la síntesis, hacia un conocimiento integral y
completo de cada fenómeno. La crítica es un evento eminentemente científico que
requiere metodología, demanda sistematización y precisa del auxilio permanente
del juicio y la discriminación como reglas indispensables. Discernir entre lo
urgente, lo importante y lo aleatorio de forma no enredarnos en cuestiones
menores, inconsistentes, que no hacen al fondo de la cuestión y que en
oportunidades sirven como excusas para potenciar titulares de ocasión. De modo
que para intentar hacer crítica política, social o económica, es necesario
tener conocimientos preliminares que nos permitan navegar con algún margen de
solvencia por lecturas que resultan ciertamente complejas, no sólo para
evitarnos ridiculizar los debates sino además para impedir ser embaucados. ¿Qué
significa entonces adherir críticamente? ¿Qué relación guarda el análisis
concienzudo de los fenómenos con la adhesión? ¿Por qué se intenta presentar al
llamado apoyo crítico como una suerte de conceptualidad paralela con ciertas
dosis de asepsia? Estimo inferir que la tan mentada “adhesión crítica” o “apoyo
crítico” constituye un salvoconducto o pantalla que algunos suelen exhibir a
modo de requiebro social en donde se incluyen curiosas y siniestras
prevenciones. No existe ninguna razón lógica o científica para aparear ambos
conceptos debido a que tanto uno como otro nos hablan de cuestiones
marcadamente autárquicas, a las cuales se les fuerza su complementación más
allá de la voluntad, aún de la voluntad de aquellos adherentes al apoyo
crítico. Suena a Perogrullo afirmar que uno puede prescindir o no de la
adhesión para hacer crítica, al igual que analizar los fenómenos muy poco tiene
que ver con adherir o no ha determinado formato político o social. Considero
que la “adhesión crítica” está ligada a una concepción personalista y no tanto
a los lineamientos políticos, en consecuencia, la cuestión se acuareliza en
función de lo individual por sobre lo colectivo. La observo como la parte por
el todo. Ergo: tomo la parte de la ley que me gusta, adquiero aquella porción
del culto religioso más estimulante, de mi equipo de fútbol solamente acepto
sus triunfos, de mi país sólo sus tierras fértiles. Pues no es así, por lo
menos con determinadas cuestiones que ostentan topografías indivisibles como lo
es un proyecto de gobierno. Un Físico, un Químico no dejan de serlo por objetar
determinados postulados ancestrales más allá que ese cuestionamiento pueda
resultar acertado o equivocado. Jamás vamos a escuchar a un Físico o a Químico
sentenciar “apoyos críticos” a la ciencia. Supongamos este razonamiento:
– Cómo Físico, apoyo críticamente a la Física porque el señor Newton era
un corrupto y no estoy de acuerdo que la ciencia lo siga sosteniendo como un
mojón en la materia – ¿Ridículo verdad? Ante todo son científicos, en
consecuencia, dejar de analizar resultaría un oxímoron de cara a esa supuesta
adhesión. Dicho esto me permito inferir que cuando se adhiere a un proyecto
político se debe hacer sin eufemismos, sin peros, el resto constituye una
simple retórica vacua y acomodaticia. Estoy en la vereda que he decidido
transitar aun aceptando la existencia de posibles baldosas flojas. Si hay algo
que tiene claro la derecha es este concepto. ¿Qué quiero decir con esto?
Supongamos que a priori no estoy de acuerdo con determinadas medidas que sobre
un estipulado inciso toma el Gobierno que apoyo. Luego de haber analizado y
criticado expresamente dichas normativas persisto en mis cuestionamientos. Tengo
varias opciones si es que deseo seguir perteneciendo a ese mismo colectivo
político, es decir transitando dicha vereda.
El
otro día escuchaba un audio del Negro Alejandro Dolina en donde hablaba sobre
la pertenencia. Para ello citaba a un oyente que lo escrutaba maliciosamente
por su adherencia oficialista argumentando que nuestro país resultaba una
Nación de cabotaje y que nada podía compararse con las naciones escandinavas.
Parece que el oyente concebía su adhesión crítica a la Patria como una cuestión
de formatos y no de esencia. En lo personal me resultó altamente esclarecedora
y gratificante la refutación del Negro. La Patria al igual que el Padre no se
elige. Es un afecto superior que está relacionado con sentimientos individuales
que logran entidad colectiva. Dolina afirmaba que era probable que su Padre no
haya sido la persona más brillante del mundo; por caso, se había eximido en el
intento de sistematizar la Teoría de la Relatividad, en consecuencia,
utilizando el mismo razonamiento de su oyente, era posible que Einstein
resultase el hombre ideal, al igual que los países escandinavos. ¿Puede ser
trocable el afecto, la ponderación por una persona, el amor por una idea, por
una Patria, simplemente porque hay quienes consideran que existen variables
superiores? Y si notamos que tal superioridad es tangible ¿resulta humanamente
valedera dicha trasmutación? Uno adhiere a un País, ama a un Padre, a una idea
política, adhiriendo también a sus limitaciones, a sus errores, a sus
quebrantos porque existen cuestiones que el corazón y la razón (aquello del ser
sentipensante) admiten como viables y que hacen a la síntesis ansiada. Eso no
significa renunciar a modificar buenamente aquello posible de ser
perfeccionado. A riesgo de ser injusto no me simpatizan los que se
autocalifican como adherentes críticos al Proyecto Nacional y Popular vigente.
Nos une la crítica, el análisis, no puede ser de otro modo al ser entes
políticos, lo que nos diferencia es nuestro sentido íntegro de pertenencia. El
significado y el significante político que incluye la militancia. En definitiva
es lo que determina nuestro compromiso, nuestra neutralidad y hasta nuestra
asepsia; tal vez la observo como una raquítica prevención, configuración
timorata mediopelo individualista para no quedar totalmente pegado vaya a saber
de qué males; males que seguramente bajo amenaza serán juzgados y debidamente
castigados por los neutrales e independientes de turno, fiscales y censores que
nunca dejarán de poseer todas las respuestas que, según ellos, nuestra Patria
necesita. Se percibe un horizonte complejo, las fuerzas desestabilizadoras han
comenzado desde hace un buen tiempo a modelar una nueva coalición destituyente.
El poder financiero, las corporaciones mediáticas dominantes y cierto residual
macrista han conformado un frente que nuevamente intenta condicionar y si es
posible disciplinar al Gobierno Nacional y Popular. Es momento de blancos y de
negros, es momento de decisiones concluyentes y taxativas, muy alejadas de la
tibieza y de cierta racionalidad crítica (neutralidad) enmascarada.
*Nota editorial
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