Fuente de Origen: Diario La Razón
de Santiago de Chile
Link de Origen: AQUÌ
De
Freud a Lacan y de Lacan a Freud, sin repetir y sin soplar. Que no te sorprenda
que estemos hablando de varones blancos, hetero-cis… y que tampoco te sorprenda
que cuando abrimos un poquito el panorama y en el discurso universitario
aparece una mujer…sea blanca… y hetero-cis-normativa.
Desde
que el feminismo se coló en nuestra sociedad, fue necesario también hacerlo
parte de nuestras vidas, militándolo de manera cotidiana y sin tapujos. Sin
embargo, pareciera que la formación universitaria y algunas terapias quedaron
por fuera de esta metamorfosis clínica.
Se
siguen reproduciendo discursos de hace más de cien años, sin cuestionarlos y/o
(re) pensarlos. Y no es que lxs psicólogxs feministas quieran venir a dinamitar
el psicoanálisis (o ¿sí?), sino que invitan a pensar nuevas formas posibles de
intervenir en la clínica, desde una postura que sea crítica y reconozca que
esos discursos no pueden seguir leyéndose sin que nada sea conmovido o
cuestionado.
Si
revolvemos un poquito en la historia, podemos decir que el psicoanálisis es un
discurso que desde sus inicios nos invitó a preguntarnos y cuestionarnos lo
establecido. ¿O no fue Freud quien revolucionó a la sociedad blanca, puritana y
europea con el concepto de sexualidad? El psicoanálisis está en disputa, invitando
a sus teóricxs a moverse de ese lugar cómodx, que da conceptos por sentado, y
sigue reproduciendo un discurso obsoleto, que violenta identidades, reafirma la
norma, y patologiza lo diferente.
La
militancia de la perspectiva de géneros en la clínica y como consecuencia
directa en su formación académica (y viceversa), no es un accionar caprichoso y
sin sentido, sino que incita a abrir el abanico a las nuevas subjetividades
epocales.
Y
esto no implica caer en la mera repetición de conceptos, entendiendo la
diferencia entre “sexo” y “género”, sino más bien poder llevarlo a la práctica
desde un posicionamiento que admite la diversidad: preguntando el pronombre por
el cual la persona se siente identificadx, no dando por supuesto relaciones
heterosexuales, acciones que, entre muchas otras, vuelven a las terapias
lugares amigables y confiables.
Los
casos que se presentan en la clínica, ya no son más los plateados por Freud,
sino que son síntomas, subjetividades, problemáticas y sufrimientos que están
atravesados directamente por el momento histórico y social en el que se
desarrollan.
El
sufrimiento que se pone de manifiesto en la clínica tiene que ver con el
modo en el que unx se posiciona en el mundo y ante lx otrx. “Necestio
pensar (me) diferente sin que lo diferente sea patologizado” dice unx “x”
que nos representa a (casi) todxs.
Entonces,
si el consultorio debiera (en el mejor de los casos) ser un lugar seguro. ¿Cómo
es posible que unx psicólogx que piensa que el “patriarcado no existe” o
que “las mujeres son todas histéricas”[1], aloje a una persona trans que se
manifiesta angustiada por la violencia que sufrió en el colegio/
trabajo/esquina de su casa (o cualquier lugar posible)?
La
Licenciada Magdalena Gurini dice: “Unx psicólogx debe tener perspectiva de
géneros porque la cisheteronorma se ha infiltrado en el campo psi, produciendo
efectos como por ejemplo la patologización de toda existencia y deseo que se
aleje de la misma”.
Es
necesario que abordemos nuestras lecturas desde una perspectiva que contemple
las diferencias, abandonando las estructuras impuestas, binarias, donde
varón-mujer, femenino-masculino, son las únicas opciones posibles.
Cualquier
profesional y disciplina (y con esto no solo me refiero a la psicología) que
ignore la diversidad del entramado socio-político y cultural para llevar a cabo
su práctica, corre el riesgo de caer en un acto violento y
discriminatorio. “Que la psicología no sea solo cuestión de clase.
Territorializar nuestros saberes para poder recolectar otros de otra forma”,
comenta Daniela Conte, estudiante de la Facultad de Psicología de la UNLP.
Para
ser más gráfica, es como que hoy en día hagamos análisis ignorando por completo
que estamos inmersxs en una pandemia mundial que nos llevó a un aislamiento de
más de 200 días. ¿Es posible atender a alguien y que no surja en el tratamiento
las palabras COVID-19, aislamiento, pandemia? Es entonces posible, que en el
medio de una revolución color verde las personas que consulten no hablen de
¿aborto, lesbianismo, sexualidad, feminismo?
¿Cómo
alojo a unx adolescente que está descubriendo su sexualidad si consideró que
ser gay/lesbiana, o cualquier elección que no sea hetero-normada, es una
perversión? Cuando acto seguido la justificación a esa (bizarra) afirmación es:
“porque Freud en 1905 dijo que…” y escuchamos el año, la argumentación pierde
un poco de fuerza, ¿no? No porque el psicoanálisis deje de ser válido, sino
simple y llanamente, porque la sociedad en la que Freud desarrolló y postuló su
teoría no es la misma que la de hoy en día.
Entre
repetición y repetición hay un espacio donde es posible la politización
de nuevas formas que no tengan que ver con una apropiación normativa. Y lo que
nos queda entonces aquí, es la famosa deconstrucción. La misma implica un
pliegue crítico que no necesariamente es para abandonar la propia performance,
pero si para saber que esa localización subjetiva descansa en un fundamento que
es contingente.
Ana
María Fernández se pregunta ¿Por qué la diferencia sexual deviene
desigualdad social? Más allá de las diferentes corrientes, que pueden o no
estar ligadas al psicoanálisis, nuestro mayor acuerdo como profesionales de la
salud, debe estar en sostener y reivindicar las concepciones teóricas que el
feminismo aporta, que tiene que ver con entender al sistema patriarcal, capitalista,
racista, colonialista como una variable que genera y produce padecimientos
psíquicos particulares.
“Personalmente
igual siento que ya no alcanza con cuestionar un análisis sólo desde la
perspectiva de géneros, sino que el cuestionamiento debería ser hacia el
dispositivo mismo (privado) y hacia el sujeto sobre el que está pensada la
accesibilidad a ese dispositivo” dice Camila Elizalde, estudiante de
Psicología UNLP. Hoy en día nos encontramos en la clínica con varias y nuevas
formas de violencia patriarcal, que sin una perspectiva transfeminista y de
derechos humanos pueden ser minimizadas e incluso ignoradas.
Es
necesario garantizar la escucha desde la interseccionalidad, que se presenta
como una mirada obligatoria para romper con la lógica de patologizar todo lo
que rompe con la norma. Nosotrxs como profesionales debemos dar respuesta a la
demanda de una salud mental integral, transfeminista y crítica del orden
impuesto.
Provocar
al estatus quo todas las veces que este resulte opresivo, genere padecimiento o
segregue “La lucha es para que no nos apaguen la voz, no para que cada vez que
hablemos nos digan cómo hacerlo” dice Luciana Peker en Sexteame.
Considero
posible sostener un psicoanálisis que acepta los desafíos de dialogar,
repensar, reformular y deconstruir con los feminismos, activismos y estudios de
géneros. Es menester un posicionamiento ético-clínico-político que critique
permanentemente las teorías, los abordajes y las disciplinas, para saldar (al
menos un poco), la deuda que el psicoanálisis en particular y la psicología en
general, tiene con las identidades NO normativas.
[1] Afirmaciones
de unx profesorx de la Licenciatura en Psicología de la UNLP.
Por Camila Marcó del Pont – Psicóloga.
Columnista del medio de
comunicación digital El Tábano Economista
Facebook: Camila Marcó del
Pont
Instagram: camilamarcodelpont
Twitter: CMarcodelPont
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