Revista Nro. 24 … Hoy estaba leyendo Twitter, tal vez una de las cloacas más grandes en materia de redes sociales… por Juan Mascioli
Vengo viendo desde hace años, desde hace meses, y aunque no haya descubierto la pólvora, no deja de sorprenderme porque se supera día tras día (y no para bien): trolls, odiadores seriales, "influenciadores" e "influenciados", opinadores de todo desde la nada, criticones no críticos, falsos anoticiadores y anoticiados. Hoy, leyendo las tendencias de la red del pajarito encontré como tendencia "Uno menos". Se refería a la muerte del cineasta y político Fernando "Pino" Solanas. No voy a entrar a discutir sus películas, necesarias e imprescindibles para cada época en las que se filmaron, ni su labor política, con aciertos y muchos errores. Tal vez la muerte de "Pino", me esté sirviendo para reflexionar un poco sobre lo que hay atrás. El "uno menos", el festejo de la muerte de una personas, es el "viva el cáncer" de allá lejos y hace tiempo. Es la irracionalidad llevada a la enésima potencia. Celebrar la muerte de una persona es haber desbarrancado mal, desbarrancado como sociedad y desbarrancado como país. Y vuelvo a insistir: no importa si nos gusta o no la persona como artista, como político o como lo que fuera. No va por ese lado. Que Twitter nos dé el poder de la palabra no da derecho para decir cualquier cosa. No da derecho al insulto, no da derecho a la mentira, no da derecho a destilar el odio. No da derecho a la impunidad. No da derecho a regodearnos del dolor o de la situación por la que atraviesa el otro. Y, lamentablemente, es la impunidad que nos da estar detrás de la pantalla. Ni siquiera podemos decir que se ha transformado en la argenta mesa de café de la cuarentena. Aunque tal vez lo sea, pero exacerbada al extremo. El detrás de la pantalla nos esconde y nos potencia y desde allí sentimos que podemos decir todo, pero no nos damos cuenta de que que ese "todo" transita por el delgado hilo del "cualquier cosa" y ese "cualquier cosa" se termina transformando en el argento "cualquiera" o "cualca". Y así hoy sentenciamos y cuestionamos a la farándula, pero a los 5 minutos hablamos de las elecciones de Estados Unidos como si fuéramos geopolíticos y de Missouri sin ni siquiera saber dónde está. Pero también hablamos de vacunas, pandemias, actualidades y realidades modificadas como si fuéramos los más grandes científicos, epidemiólogos y politólogos. Y esto no estaría mal siempre y cuando lo hiciéramos desde la razón, desde el propio razonamiento crítico, desde el análisis. No lo hacemos: tiramos "verdura" sin ningún tipo de filtro, repetimos hasta el hartazgo situaciones e informaciones que en muchos casos son falsas, agredimos e insultamos. Y por ahí no va la cosa. Es como si se hiciera (y se hace) el uso de la ideología de la no ideología que en definitiva es la peor ideología. La que en otras épocas era el famoso "Yo, argentino" y desde ahí la sentencia porque no es opinión, es sentencia no fundamentada. Claro que hay excepciones. Obviamente, pero en esta batalla cultural e ideológica que se da desde este lugar esas excepciones terminan perdiendo. Y, lamentablemente así, la palabra pierde el valor y el rencor le gana a la madurez y la inteligencia. Y caemos en la peor de las ingenuidades: la ingenuidad que a veces genera la propia soberbia y el creernos más que el otro. La ingenuidad del que, sin tenerlos, cree que tiene más privilegios que el de su propia clase.
*Juan Mascioli, Tresarroyense, profesor de Periodismo en La Plata
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