Por unas horas y nuevamente gracias a Diego volvimos a ser aquel País del puño apretado, hasta que los miserables se dieron cuenta… Editorial

 

Gráfica de Carlos Killian

 

La Policía Metropolitana es muy eficaz a la hora de reprimir en los velatorios cuando de sentimientos populares se trata, no lo fue del mismo modo en las marchas elitistas opositoras cuando incumpliendo con la leyes vigentes por entonces organizaron reuniones callejeras expresamente prohibidas, agrediendo a periodistas y destrozando móviles de medios que consideran adversarios, incluso con alguna venia mediante a ex funcionarios opositores. (Crónica AQUÍ)

Desde temprano se hizo presente el mítico barrabrava macrista Rafael Di Zeo, con él arribaron las perversiones operativas de su protector, el extorsionador increíblemente fiscal en ejercicio Stornelli y del psicópata ex Presidente Mauricio Macri, socios para la impunidad... Larreta y Santilli cumplieron con su parte y transformaron un encuentro doliente de recogimiento y gratitud popular en una crónica policial de resolución fascista en donde la mecha la enciende cualquiera y sin que importe demasiado la razón, todo para el placer del mersa part time que protagoniza todas las noches el “paneludismo” televisivo burgués. 

Más tarde un escueto y limitado grupo de imbéciles, pseudosociólogos recibidos en la WikiNegri, pretendió desvirtuar el amor y la gratitud popular sobre un histórico emblema de felicidad colectiva so pretexto de equivalencias sociales de carácter laboral, profesional o artísticas tan forzadas como ridículas, montados en una superioridad moral e inmoral patética y totalitaria yerma en falaces golpes bajos la cual nos reprende y nos conmina, debido que a su entender, debemos mejor elegir afectivamente qué es lo que deberíamos amar y qué no para ser sanos como sociedad, y que en base a eso se desprenden la conclusiones de lo que tristemente somos como Nación. Una linealidad conceptual solo admisible en círculos eructivos en donde el sentido común, ergo, la síntesis más básica y vomitiva, es el centro del sistema analítico. Charlas de teleargentitontos en las colas bancarias o cuando mucho banales declamaciones alrededor de olvidables mesas de café.

Al recorren las imágenes de las exequias de Hipolito Yrigoyen, de Juan Domingo Perón, de Evita, de Néstor Kirchner, incluso las crónicas epocales sobre el recorrido que tuvo que consentir el féretro del Coronel Manuel Dorrego a través de buena parte de la ciudad de Buenos Aires hasta su última morada, exhiben que los pueblos demuestran su gratitud con las personas que fueron buenos con ellos, como pueden y sienten, queriendo estar, aún a riesgo de sus vidas, acompañando sin intermediarios y hasta el final a ese o esa entidad simbólica que les tendió una mano hacia cierta felicidad intangible, irreemplazable por su valor sentipensante, almas que los tuvieron en cuenta de manera corpórea cuando ningún otro lo hacía. Pero si en este caso los políticos son un límite extremo para desmenuzar la idea sobre lo sucedido con Diego y de qué se trata la potencia de ese sentimiento colectivo podemos repasar las exequias impactantes cuando la muerte de Ayrton Senna, en el marco de un pueblo también empobrecido y doliente que solo ganaba cuando ganaba él, o en todo caso y en las antípodas sociales el despertar popular de gratitud exhibido en Los Ángeles en particular y en todo EE.UU cuando a principios de este año falleció trágicamente Koby Bryant. Entre los artistas Gardel por caso, o las exequias de Fidel, o las de Chávez o las de los fiscales Falcone y Borselino asesinados por la Mafia Italiana en 1992. Existen momentos en la historia de los pueblos que se sienten representados por personas cuya existencia se trasforma en “necesaridad”, oxígeno que por su pureza afectiva trasciende la utilidad química. Puedo respirar otros aires nobles seguramente, en otros sitios, pero ese aire es el que me completa intelectual y sentimentalmente, su encanto me supera. Generalmente esas personas no se proponen serlo, es el pueblo el que los escoge y de alguna manera lo seduce para que tomen el guante obediencial. Marc Bloch nos habla de la tremenda importancia de los líderes, y que estos no aparecen por generación espontánea, nadie se transforma en un líder por decisión propia, muchos lo han intentado y no dieron ni para fomentistas. El líder emerge de una “sentiacción” popular, racional y emotiva al mismo tiempo, y es quien mejor sabe interpretar la dialéctica y la praxis de ese tiempo y esa acción. El líder no es dueño de sí, es servidor de las necesidades y las ilusiones colectivas.

En las ciudades Estados de la antigua Grecia, muy asiduamente, solían erigir en sus más altos cargos políticos a los héroes olímpicos. Atletas que por sus triunfos deportivos se trasformaban en indiscutidos y adorados ídolos populares, semidioses tal vez. Clístenes de Sición, Cilón, Milón de Crotona, Calias, Arsesilao, y acaso los más reconocidos, Alcibíades, Filipo II de Macedonia (Padre de Alejandro Magno), y el propio Alejandro. Dos milenos y medio después dudamos de tales preceptos “populistas”, montados a caballo de falsas comparativas, de las que ni Sócrates, Platón y Aristóteles daban por certeras, pero no dudamos y seguimos manteniendo indemnes algunas de las más perversas herramientas de aquella época como lo son la traición, la calumnia, la felonía, la extorsión, el sofisma, la corrupción o el exilio (ostracismo). Parece que el Vox Populi es la Vox Dei solamente cuando conviene a intereses puntuales… Sagrada es la lengua del pueblo, afirmó Séneca...     

Por supuesto que en lo personal considero que existen mortales que bien podrían despertar los mismos afectos y multiplicar nuestros mejores sentimientos y acciones colectivamente, pero las actividades en las que desarrollan sus destrezas están íntimamente relacionadas con esa posibilidad de multiplicación afectiva. Es cierto, me hubiese encantado que al regresar de su exilio por unos pocos días, a fines de 1983, Julio Cortázar  hubiera sido recibido por el Presidente Raúl Alfonsín, y cuando al poco tiempo murió en París se lo hubiese homenajeado de acuerdo a su envergadura artística universal. Nada de eso sucedió, apenas un escueto telegrama vacío sin que medie juicio ni valor, pero tampoco existió un pueblo (incluyo medios de comunicación, sus colegas y la academia) detrás, delante, a los costados, como en el caso de Diego, que saliera en su auxilio y lo custodiara como propio. Algunos hablan de Favaloro y pretenden equiparar con su nombre tratando de imponer reconocimientos populares, pero omitiendo la identidad del lugar político que lo empujó al suicidio, resultaba imposible que los mentores de su muerte, ergo, el Gobierno de la Alianza, lo homenajeara. Pero ni el escritor ni el cardiólogo desarrollaron sus actividades en estadios que la gente colma para disfrutar y emocionarse con sus talentos; sus admiradores no viajan kilómetros y días para observarlos proceder, son tres capacidades incomparables que afectan a las personas de modo diferente. Diego fue un individuo que le agregó valor a una actividad colectiva popular, actividad que nunca dejó de entender como tal, desde lo colectivo. De alguna manera es el héroe de Oesterheld, un grupo humano en sí propio, nuestro ser íntimo, por eso el 25 de noviembre todos morimos un poco con él… Hasta sus más fervientes enemigos necesitan incluirse en su órbita: "Yo también me voy a morir" ... deslizó acaso el más abyecto operador del establishment. Se ve que su egocentrismo y su soberbia alcanzan de sobra para que no pueda percibir el significado que cada muerte tiene en si propia dentro de una sociedad... 

Ni el gobierno Italiano, ni el gobierno Español, ni el gobierno Alemán, ni el gobierno Francés homenajeó a sus víctimas por el COVID-19, profesionales, auxiliares y o pacientes, como lo hizo con los vencedores en los mundiales 2006, 2010, 2014 y 2018 respectivamente… Entonces habría que descalificarlos del mismo modo. No es este caso dirán, son eurocéntricos, deben tener sus razones superiores…

Quien se queda mucho consigo mismo se envilece. Si tu dolor es más fuerte que mi dolor me siento un poco egoísta escribió Antonio Porchia. Tal vez algunos deberían pegarse una ducha de humildad antes de juzgar los sentimientos ajenos y las heridas que produce la conciencia sobre la finitud, bajarse del pedestal de superioridad moral que construyeron en base a su propio instructivo y abrazar a quien en este momento sufre más. Pero no les sale, ni siquiera por derrame emocional. ... 

Hace poco mencionamos que el mito destruye y construye, interpela y responde, incomoda y asiente, ordena y desordena, y todo esto lo hace desde la ausencia física, lo que constituye un doble dilema moral: La tangible existencia de lo que existió y ya no existe, y nuestro propio temor a la finitud. Parece que nos es necesario prolongarnos en él, afirmándolo o negándolo, para tratar de sobrevivir a nuestro indefectible devenir. El mito tendrá cientos de miles de lecturas e interpretaciones, amplias o sesgadas, positivas o negativas, generosas o mezquinas; todas ellas construirán una buena porción de nuestra cultura popular. Cultura que no debe ser desestimada ya que configura una creación colectiva intencional. El mito será víctima de crueles conspiraciones o se verá envuelto en notables actos heroicos. Nadie escapará al deber de tener que posicionarse cuando su nombre afecte el firmamento retórico. Esto va construyendo una identidad irrefutable que perdurará lo que los tiempos decidan; ya no estaremos allí para corroborarlo. Por ahora no nos queda otra opción que asimilar, nos guste o no, la grandeza de estos humanos esenciales que supieron derrotar al olvido social, que supieron generar en nosotros la proeza de continuar a pesar de sus nostalgias.

 

Dolina despide a Maradona y habla un poco de esto... 



AQUÍ





Editorial


Comentarios

  1. De colección.. Gracias..

    ResponderEliminar
  2. Brillante por la erudicción pero sobretodo por la sensibilidad emotiva de lo popular.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias. Esa sensibilidad emotiva no desea liberarnos. Nuestro Diez (Antonio) ha decidido prolongarla... Solo los inexplicables e indispensables son capaces de ponernos en este estado..

      Eliminar

Publicar un comentario